Conversaciones sobre ciencia

(8 DE ENERO DE 2014 EN EL ESPECTADOR)

http://www.elespectador.com/opinion/intelectuales-acientificos-columna-467545

He leído este columnista muchas veces; él y el profesor Antonio Vélez Montoya (autor de libros como "Del Big Bang al homo sapiens" y "Homo sapiens"), adhirieron hace rato al determinismo biológico para explicar la conducta humana (la escuela de Richard Dawkins, Edward Wilson, Steven Pinker), escuela que ha chocado duramente con otras escuelas, entre ellas la marxista encabezada por Richard Lewontin y Stephen Jay Gould ("La falsa medida del hombre", "No está en los genes", etc.). Cuando el autor dice en la columna, que en esencia el hombre primitivo y el ser humano de hoy “siguen siendo la misma fiera”, su enfoque y método ahistórico, quedan al desnudo.

La columna de Ziegler me parece típica de los positivistas: dice algunas cosas ciertas sobre la ciencia y la historia, en medio de una cantidad de inexactitudes, verdades a medias y lugares comunes. Por ejemplo, ven con claridad la importancia que ha cobrado la ciencia en la sociedad contemporánea, pero se niegan a ver en qué contexto se produce la ciencia, quiénes la controlan y para qué fines se utiliza. Es una exaltación unilateral de la ciencia, un culto religioso, una especie de fe (en esto siguen a su maestro Auguste Comte). La cita de Popper es típica: ¿”nivel de vida” para quién?, ¿”libertad” para quién? ¿”Oportunidades económicas” para quién? Eso no lo dicen los dogmáticos de la ciencia y el “progreso”, negándose a ver la realidad de una ciencia atada a los intereses del capitalismo y marchando al ritmo de sus necesidades. En otro aparte el autor dice que han desaparecido los flagelos sociales, en contravía de la dura realidad de millones de personas que siguen padeciendo la esclavitud, de la epidemia de violencia contra las mujeres y los homosexuales, y que los gobiernos siguen apelando a la tortura de manera rutinaria para arrancar confesiones a los detenidos, etc. Es ceguera voluntaria o ingenuidad que raya con la ignorancia. A ellos estos temas de la sociedad y la política nunca les han gustado mucho, tal vez no les parezcan “científicos” o los consideren temas para “humanistas”.

Más adelante habla de “Agricultura tecnificada” que no es otra cosa que “Revolución verde”, la misma que está creando desiertos aceleradamente en muchos puntos del planeta, arrasando la biodiversidad y arruinando a los pequeños agricultores y comunidades indígenas y campesinas. Es muy útil a las trasnacionales del agro, pero ni siquiera ha logrado erradicar el hambre en el mundo donde 1.200 millones de personas la padecen en la actualidad (según datos de la ONU). El abuso de la medicina tecnificada y el divorcio humano de la naturaleza asociado al urbanismo capitalista, no solo ha visto resurgir con indicadores alarmantes antiguas enfermedades que el autor considera erradicadas (como la tuberculosis, la sífilis, la lepra, etc., entre otras cosas por el abuso de los antibióticos y otros fármacos asociados a la gran industria de medicamentos), sino que no ha podido tratar enfermedades que son una vergüenza para la humanidad, como la malaria (un millón de víctimas cada año), el Chagas (18 millones de infectados en América Latina), la leishmaniasis, para no mencionar la simple diarrea, enfermedades ya conocidas pero a las que no se presta mayor atención porque se concentran en los estratos más pobres y para solución se requieren cambios estructurales que nadie quiere acometer. Ni hablar de toda la patología que ha brotado de la vida moderna y tecnificada, creada por el “progreso” y en parte por las aplicaciones de la ciencia, la industria química, la industria de alimentos, la generación de energía, las radiaciones de las telecomunicaciones, todas muy contaminantes y que afectan directamente la salud humana con la consecuente epidemia de cáncer, enfermedades autoinmunes, alérgicas, que eran muy raras en otros tiempos. O el sedentarismo asociado a la vida moderna y las dietas basura que han hecho de las enfermedades cardiovasculares el mayor asesino moderno y de nuevo con tasas muy bajas en otros tiempos. En todo esto tiene la ciencia y los científicos al servicio de la ganancia capitalista, una gran responsabilidad histórica (para no mencionar la ciencia y la tecnología de guerra).

Oponerse al progreso tecnológico no es malo por definición: ¿vamos a aceptar la energía nuclear con todos sus desastres a la vista, como en el más reciente caso de la planta de Fukushima en Japón? Es claro que montaron plantas nucleares desde los años 60s por todo el mundo sin saber que iban a hacer con los desechos radiactivos ¿Está bien seguir moviendo el mundo a base de hidrocarburos con sus reconocidas consecuencias nefastas sobre el medio ambiente? El calentamiento global es una consecuencia necesaria de todo esto. Un hecho tan simple y observable a simple vista como la masificación del transporte urbano en motocicleta, una tecnología tan anti humana y anti ecológica, despierta rechazo en cualquier mente medianamente razonable. O el uso indiscriminado de las TIC que terminaron por aislarnos unos de otros mediando el contacto humano a través de artefactos. Realmente no estamos obligados a aceptar este tipo de tecnología que ha desarrollado el sistema pensando en el lucro y en las ganancias, no en el planeta y los seres humanos. Mucha de esa ciencia y de esa tecnología tendrá que ser suprimida y erradicada.

No hay porqué contraponer como dos enemigos irreconciliables, las humanidades y las ciencias. Nosotros hablamos de ciencias sociales, es decir el estudio científico de la sociedad, que no se reduce a las esferas del mundo inanimado y ni siquiera a las biológicas, aunque se construya sobre estos campos hasta llegar a la conciencia, la conducta, la historia, el arte y la filosofía. No se puede negar la especificidad del fenómeno humano pues “es completamente errónea la suposición de que comportamientos sociales humanos complejos puedan estar ligados a programas genéticos específicos”1. Por supuesto hay que integrar la biología al estudio de lo humano (y la física, las matemáticas, etc., de hecho hace siglos se viene haciendo), pero repito, no se reduce a esto. Grandes científicos han sido a la vez grandes humanistas, el mismo Bertrand Rusell o Linus Pauling; y grandes humanistas han sido a la vez científicos, vale decir, el filósofo Manuel Kant el padre de la teoría de la nebulosa par la formación del sistema solar.

Una pregunta interesante para estos señores positivistas es la que formula la filósofa Marta Nusbaum: ¿sirve de algo leer El Quijote? ¿Valen de algo las artes y la filosofía? ¿La ética y la política?

Aunque F. Savater es un “filósofo” de medio pelo y algunos lo consideran más un mercachifle periodístico, tiene razón en la tesis (que no es suya) de que la ética es exclusivamente humana. La razón es muy sencilla: solo la materia que toma conciencia de la existencia de sí misma en el espacio y en el tiempo, es susceptible de comportamientos éticos. Nosotros podemos calcular las consecuencias de nuestra conducta y proyectarlas en el tiempo, los animales y las plantas no. Nosotros podemos tomar decisiones a favor o en contra de la vida, el universo inanimado y los animales y plantas no pueden hacerlo. Ellos están atados a leyes físicas o biológicas, nosotros podemos escapar a ellas y eso es lo que nos hace propiamente humanos: el trabajo consciente y la acción planificada. De allí nace la ética, el conflicto sobre lo correcto o incorrecto de nuestras acciones.

Una última cuestión sobre lo “vivificante” de la ciencia en esta sociedad: cuantas inteligencias se apagan porque bajo un sistema clasista y racista como éste, los amplios sectores populares reciben una educación de tercera y para las amplias masas populares ni soñar en entrar al mundo de la ciencia que sigue siendo para unos cuantos privilegiados. Esa es la dura realidad del desarrollo científico y tecnológico bajo este sistema y no puede ocultarse viendo solo un aspecto de la cuestión e ignorando los otros. Eso… ¡no es científico!