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Contra la ‘izquierda académica’

La célebre parodia de la cháchara posmodernista que apareció publicada —sin que los editores se dieran cuenta de su carácter fraudulento— en la revista Social Text es el ejemplo más famoso de lo que se ha dado en llamar las guerras de la ciencia. Esta polémica ha tenido relativamente poca repercusión en España, pero ha sido, y es, un tema recurrente en los círculos académicos de Estados Unidos. De hecho, cuando Sokal escribió su artículo, el libro Higher superstition ya había sido publicado. Fue precisamente su lectura lo que impulsó a un incrédulo Sokal a investigar un poco más el verdadero alcance de los ataques a la ciencia por parte de los posmodernistas y deconstructivistas.

Higher superstition es un detallado estudio de las posiciones ideológicas de un grupo vagamente definido como izquierda académica. Los autores, Paul R. Gross y Norman Levitt, se toman muchas molestias para acotar el ámbito de sus ataques, sin lograrlo por completo. El término izquierda académica es poco satisfactorio, aunque está lo suficientemente explicado como para evitar malentendidos al lector atento. La idea central del libro es sencilla: si se quiere criticar el funcionamiento de la ciencia, se es muy libre de hacerlo, siempre que se demuestre que se comprende lo que se pretende criticar. A lo largo de las trescientas y pico páginas, los autores demuestran, sistemática y despiadadamente, que esto no ocurre en el discurso de los más furibundos posmodernistas.

El libro está dividido en cuatro secciones principales. La primera de ellas pasa revista al desconocimiento que la mayoría de los posmodernistas muestra cuando intenta usar terminología propia de ciencias como la física o las matemáticas para apoyar sus propias teorías. En este sentido, Sokal utilizó el mismo recurso en su libro Imposturas intelectuales, citando párrafos de famosos autores posmodernistas y explicando a continuación detalladamente por qué carecen de sentido. Gross y Levitt hacen lo mismo, aunque en términos algo más farragosos. Eso no quita, sin embargo, que sus explicaciones sean claras y contundentes: los párrafos que citan, desde luego, no tienen sentido alguno —aquí ya aparecen nombres que luego el libro de Sokal haría más populares, como Derrida y Lacan—.

En una segunda parte, se analizan las posiciones de muchas feministas atraídas hacia el discurso posmoderno, y los sinsentidos que esta mezcla provoca cuando sus defensoras intentan usarla como arma contra la ciencia. Es aquí donde los autores se dejan llevar más por la ironía, y queda bastante claro que es esta sección del libro una de las que les provoca más incomodidad. Sin embargo, juegan sobre seguro, acudiendo a las posiciones más extremistas que acusan a la ciencia de machista. Aunque a estas alturas ya se empiezan a repetir, diseccionan despiadadamente los no-conceptos de las feministas que claman contra los Principia mathematica de Newton.

Los posmodernos-ecologistas y el rechazo a la ciencia en favor de extrañas ideas de ecotopías mágicas protagonizan la tercera parte, y la cuarta aborda el enfoque posmoderno de asuntos polémicos como el sida y el afrocentrismo. A pesar de que los temas tratados son muy distintos, los autores los despachan con la misma eficiencia —y también con similares argumentos— que las secciones anteriores. Gross y Levitt Mantienen un escrupuloso respeto y un cuidado exquisito en separar lo que ellos consideran izquierda académica de posiciones más moderadas en las que las ideas feministas, deconstructivistas y ecologistas son válidas y aportan algo interesante al discurso científico.

La quinta y última es una reflexión sobre el daño que, a juicio de los autores, la moda del posmodernismo está haciendo en el mundo académico, especialmente en las disciplinas de Humanidades, junto con una llamada de atención a los científicos para que no guarden silencio ante los sinsentidos de la izquierda académica. En esta parte de Higher superstition, se trasluce una cierta antipatía por las disciplinas humanísticas en general, no sólo por sus corrientes más extremas. Algunas de las afirmaciones del texto resultan francamente poco acordes con el resto del libro, que es muy respetuoso. Por ejemplo, los autores afirman, con notable autocomplaciencia, que cualquier científico podría con poco esfuerzo adquirir el mismo nivel de conocimiento y capacidades que un profesor universitario de cualquier disciplina de humanidades, mientras que a la viceversa sería poco menos que imposible.

Uno de los puntos en contra de este libro es el lenguaje, excesivamente académico y elitista, y en muchos casos pedante. Uno no sabe si dejarse llevar por una leve antipatía hacia los autores, que a veces parecen excesivamente paternalistas y despreciativos en exceso de las materias humanísticas. Por otra parte, es innegable que está escrito con gran elegancia y precisión, y que muchas veces se puede confundir con paternalismo lo que es una carga enorme de ironía —muy sutil, eso sí—. Más de una vez me he encontrado sonriendo ante algunos de los retruécanos, especialmente abundantes en la sección dedicada al feminismo. Por otra parte, ninguna de las pullas desciende en ningún momento al ataque ad hominem; se mantiene en todo momento la más estricta cortesía.

¿Tiene éxito el libro al denunciar las posiciones absurdas e irracionales de un sector muy amplio de la izquierda académica? En mi opinión, sí ¿Es ésta una obra de cabecera para todo aquél interesado en las guerras de la ciencia? Quizá no. Su interés resulta indudable, pero hay varios puntos en su contra. El más importante es, probablemente, que no tiene traducción al español, al menos por el momento. Por otro lado, el estilo es demasiado árido y enrevesado para mantener el interés de aquéllos cuyos intereses no estén muy centrados en los temas que se abordan. Lo que Sokal consiguió centrándose en el absurdo de las proposiciones posmodernistas, Gross y Levitt lo han diluido en demasía, mezclándolo con un exceso de ensayo ideológico que a cualquier no estadounidense le resultará sólo vagamente familiar.

Higher superstition es un libro erudito, brillante y minucioso, muy útil para hacerse una idea de las ten-
dencias posmodernistas en el mundo académico estadounidense; pero también demasiado restringido y de lectura difícil. Es muy recomendable para todo el que esté interesado en la evolución de las guerras de la ciencia, especialmente si quiere profundizar en el lado estadounidense de la cuestión, y no tan recomendable para quien no tenga mucho tiempo ni se sienta especialmente fascinado por el fenómeno del posmodernismo y sus extraños conceptos de la ciencia.

Gross, Paul R.; y Levitt, Norman [1994]: Higher superstition: the academic left and its quarrels with science. Johns Hopkins University Press.
ADELA TORRES

Objetividad, subjetividad e intersubjetividad: hablan los escépticos.

Hernán Toro, miembro del grupo Escépticos Colombia, escribió: "quien cae de cabeza sobre el concreto desde cien metros de altura muere irremisiblemente. Invito a cualquier relativista epistemológico a que trate él mismo de refutar esta afirmación. Hechos universales como éste se llaman "objetivos".

*****

"El conocimiento racional objetivo como algo que se impone de manera incontestable fuera de mí no existe."

"El cristianismo a través de toda su larga historia y hoy por hoy, pone hechos incontestables."

"Los hechos se imponen por sí mismos señor Rodas." 1

En las últimas décadas se ha puesto de moda una corriente filosófica llamada "postmodernismo" sus proponentes defienden un relativismo cognitivo extremo, que se enmarca en afirmaciones como las siguientes:

"No existen hechos objetivos sino interpretaciones 'intersubjetivas' de la realidad."

"Los conceptos científicos son influidos profundamente por la subjetividad de los científicos."

"La ciencia no es más que un mito moderno tan válido como la mitología de cualquier tribu."

"Las leyes físicas no son más que un constructo social, como las leyes del Béisbol."

La ciencia es sólo un constructo social enmarcado en la Teoría de la Acción Comunicativa de Jürgen Habermass."

"La ciencia es sólo un cambio errático de paradigmas, al vaivén de las opiniones de los científicos, como señaló Thomas Kuhn."

Tanto se repiten estas ideas en círculos humanistas poco rigurosos, que muchos intelectuales tragan carnada, hilo y plomada. Así, el presbítero Carlos Novoa, atacando un artículo sobre los valores del Humanismo Secular, propone:

"El conocimiento racional objetivo como algo que se impone de manera incontestable fuera de mí no existe, ya que las ciencias y todo saber, son una construcción creativa del sujeto personal y social en relación con sus congéneres y con su entorno. En toda comprensión humana hacen presencia los intereses del sujeto cognoscente, luego la ciencia es tremendamente relativa (...) a estos intereses subjetivos y a su necesaria contingencia, ya que todo lo humano es limitado y falible (...) Los paradigmas de hace 100 o 50 años de estos saberes hoy se hallan superados, y los actuales seguramente serán revaluados en el futuro (...). De acá el carácter bastante inestable y gelatinoso de lo científico racional (...). Por todo esto no se puede hablar de una ética o ciencia objetivas, de facto, solo nos queda reconocer que estamos en manos de los vaivenes de la investigación, los consensos evolutivos de la comunidad científica y los consensos éticos mínimos nacionales y mundiales, de los cuales debemos ser sujetos todas las mujeres y hombres de la tierra." 2

¿Es cierto? ¿No hay hechos racionales objetivos? ¿El conocimiento científico sólo es un "constructo social" sin relación con el mundo exterior? Para responder, hay que partir de algunas premisas comunes basadas en la regularidad de las percepciones.

Aunque no se puede demostrar, es confiable suponer que existe un mundo exterior a nosotros con personas que moran en él. Quienes lo niegan y creen que su experiencia de los otros es sólo una creación de su imaginación se llaman "solipsistas" y generalmente se encuentran en los hospitales psiquiátricos.

Los sanos mentales aceptamos que hay una realidad externa poblada por nuestros semejantes que nos genera experiencias sensoriales subjetivas que nos permiten conocerla. Este axioma tampoco se puede demostrar lógicamente: es un principio razonable basado en la regularidad de nuestras percepciones que ninguna persona sana niega. La navaja de Occam nos permite aceptar esta postura.

Al aceptar que nuestros sentidos brindan información válida de la realidad y de las experiencias de nuestros congéneres, encontramos experiencias universales. Por ejemplo, quien cae de cabeza sobre el concreto desde cien metros de altura muere irremisiblemente. Invito a cualquier relativista epistemológico a que trate él mismo de refutar esta afirmación. Hechos universales como éste se llaman "objetivos". Los postmodernos los llaman "intersubjetivos" por cierto prurito contra la "objetividad"; como les encanta el "todo vale" se rehúsan a usar este término pero la realidad es tozuda: aunque no lo quieran, hay hechos externos irrefutables.

La negación esnobista del conocimiento objetivo es tan insostenible en la práctica que sus proponentes se contradicen a cada instante: basta ver las citas que abren este artículo. Son del mismo autor en el mismo escrito. Inicialmente niega el "conocimiento objetivo como algo que se imponga incontestablemente" desde el exterior, pero líneas después lo traiciona su inconsciente y pontifica "hechos incontestables" que "se imponen por sí mismos". Él mismo es la muestra de que negar la objetividad es psicológicamente insostenible. Richard Dawkins lo expuso de forma diáfana: "Muéstrenme un relativista cultural a 9.000 metros de altura y yo les mostraré a un hipócrita".

Sólo un sofista cínico sería capaz de negar el hecho objetivo de que millones de personas en el mundo aguantan hambre, o que decenas de miles de colombianos han muerto por nuestro conflicto armado, o que Álvaro Uribe respaldó una guerra de agresión estadounidense que ha matado más de 50.000 civiles iraquíes. Como dice Novoa, "Los hechos se imponen por sí mismos". Sería inhumano negar la realidad objetiva del hambre y la violencia en el mundo.

Negar la objetividad científica se basa en tres errores: Primero, la caricaturización de lo gradual de la certeza científica. Segundo: incomprensión de su naturaleza autocorrectora. Tercero: ignorancia de la dirección de los cambios de paradigma. Esto se explica a continuación.

En primer lugar, la certeza de una proposición científica es un valor continuo que, en la práctica, va desde la certeza absoluta hasta una duda absoluta. Algunas ideas están tan bien establecidas que dudar de ellas sería delirio. Así, ningún descubrimiento futuro cambiará el hecho de que "la tierra no es plana". Otras ideas son más dudosas. Hay muy buenos hallazgos para respaldar que "Homo sapiens evolucionó de Australopithecus afarensis" pero nueva evidencia podría catalogar a ésta última como una línea colateral. Otras ideas están abiertas: aunque es concebible la vida en otros planetas, no hay evidencias suficientes para confirmar que "hay civilizaciones extraterrestres en la vía láctea"; tal vez en un futuro cercano se pueda dilucidar. Que la ciencia sea provisional en sus modelos teóricos no impide que incluya verdades objetivas como las señaladas previamente. Que nuevos datos descarten algunas afirmaciones no implica que todo lo que sabemos vaya a ser refutado. Hay hechos objetivos que no cambiarán.

El segundo error consiste en creer que, como las comunidades científicas son afectadas por factores subjetivos o sociales, entonces sus resultados también lo son. Esto es un craso error: la subjetividad humana y la influencia cultural sobre un científico influyen en la dirección en la que se investiga, pero no en el resultado de los experimentos. Si un país decide invertir en industria espacial y otro en energías limpias, los resultados obtenidos por ambos serían contrastables en cualquier otro país que repitiera los experimentos. Incluso factores personales como el aprecio de un científico por su teoría hasta el punto de falsificar evidencia, no hace que todos los científicos del mundo hagan lo mismo. Así, el fraude de "El Hombre de Piltdown" perpetrado en parte posiblemente por Teilhard de Chardin (5) fue corregido por científicos evolutivos. Ninguna motivación personal o influencia social cambiará el hecho de que la tierra no es plana.

El tercer error es típico de quien no está en la actividad científica. Los cambios de teorías de una rama de la ciencia no son consensos subjetivos o "intersubjetivos" que se muevan al vaivén del capricho de los investigadores como plumas al viento. Un cambio de paradigma no refuta completamente a la teoría anterior sino lo contrario: el nuevo paradigma tiene que incluir como caso particular a la teoría previa. Así, la Teoría General de la Relatividad de Einstein explica con más precisión todos los fenómenos de la Teoría de la Gravitación Universal de Newton y ésta se deduce de la primera si se hace que la relación entre la velocidad de los móviles y la de la luz tienda a cero. La Síntesis Evolutiva Moderna de Morgan, Fisher, Dobzhansky y otros incluye como casos particulares a la Teoría de la Evolución de las Especies de Darwin y a la Teoría Genética de Mendel. La Moderna Teoría de la Tectónica de Placas incluye como caso particular la Deriva Continental de Wegener.

Cada nuevo paradigma no es una refutación del anterior sino una generalización, un refinamiento, una profundización. Es un despropósito tildar a la ciencia de "inestable y gelatinosa" por ignorar que la imprecisión de los modelos científicos se aproxima asintóticamente a cero a medida que se cambian paradigmas. De hecho, los paradigmas previos son tan válidos que se usan en la cotidianidad: ningún arquitecto usa la mecánica cuántica para planear la construcción de un edificio. Las trayectorias de las sondas espaciales no se calculan con la Relatividad General de Einstein, sino con la Gravitación Universal de Newton. Actualmente se pueden ver fotos de los anillos de Saturno (6), de los desiertos Marcianos (7), y de los lagos de metano líquido en Titán (8), gracias a la "superada" teoría de Newton.

No importan los malabares filosóficos para desviar la vista; no importan cuántas palabras se inventen los sofistas posmodernos para ignorarla; la realidad obstinada con sus hechos objetivos "incontestables" seguirán existiendo y acuciándonos, querámoslo o no. Negar esto implica negar la objetividad del sufrimiento humano: dudosa guía espiritual puede ofrecer quien niegue la realidad objetiva de hambrunas, masacres, genocidios, guerras de exterminio y demás injusticias que nos agobian como especie.

Imagen: Escépticos Colombia (http://www.escepticoscolombia.org/)

Notas:
(1) Novoa, Carlos. SJ.
"Respuesta al artículo 'La Moral del Humanismo Secular' ", párrafo5.

(2) Ibid, párrafo16.

(3) Ibid, último párrafo.

(4) Ibid, texto disperso en el artículo.

(5) Stephen J. Gould, en "El Pulgar del Panda" defiende la tesis de que Teilhard de Chardin estuvo implicado en la autoría intelectual del fraude de Piltdown.

(6) Se pueden ver espectaculares imágenes de Saturno en la página de Ciclops, de la NASA.

(7) Las fotos de los panoramas marcianos vistos por los exploradores robóticos "Spirit" y "Opportunity", se encuentran en esta página del
Laboratorio de Propulsión a Chorro en la NASA.

(8) Ver esta nota de prensa en la página de la Sonda Cassini, de la NASA.

Hernán Toro es ingeniero electrónico, especialista en didáctica de la ciencia, docente universitario en el área de matemáticas para ingeniería. Es fundador y miembro del comité editorial de Escépticos Colombia.

1 Novoa, Carlos. SJ. "Respuesta al artículo 'La Moral del Humanismo Secular' ", párrafo 5, 16 y último párrafo.

2 Ibid.

22/03/07| Por: el confesor

EL POSMODERNISMO ES UNA FARSA TRÁGICA: ENTREVISTA CON ALAN SOKAL

POR CARLOS MIDENCE

Managua, Nicaragua, Nuevo Amanecer Cultural, Lunes 4 de Diciembre de 2000

Se agradece a Alberto Mansueti por la edición.

Un previo del Editor: ¿quién es Alan Sokal?

Es un físico norteamericano, dedicado a la teoría cuántica, abocado a dar respuesta a ciertos filósofos posmodernos [entre ellos Baudrillard, Virilio, etc.] que abusaban del lenguaje de la física. Sokal escribió un célebre artículo, «Transgressing the Boundaries: A New Hermeneutics in Quantum Theory», en el cual, deliberadamente, introducía gazapos científicos de bulto ­utilizando el lenguaje de la física erróneamente­ para su publicación en la revista Social Text. El artículo fue aceptado sin problemas, pese a lo ridículo del lenguaje, deliberadamente afectado y pretencioso. A continuación Sokal denunció el fraude burlesco en otro artículo, «Transgressing the Boundaries; An Epilog», que la revista rechazó. Buscando un mayor escándalo y dirigiendo su ataque contra Francia, la madre del posmodernismo, Sokal publicó, junto a Jean Bricmont, Imposturas intelectuales [Paidós, 1999], donde profundiza en las críticas, abarcando nuevos campos y señalando a otros pensadores. Sokal ha logrado crear así el affaire intelectual por excelencia de las postrimerías del siglo XX, provocando una intensa polémica entre científicos y humanistas.

Aunque se autodefine de izquierda, Sokal también se autoretrata como una suerte de Elliot Ness que quiere limpiar la cultura de los gángsters posmodernos. Pero su combativa actitud ha recibido respuesta por parte de los franceses, especialmente en el libro Impostures Scientifiques [La Découverte, 1998]. Exasperado, el sociólogo de la ciencia Bruno Latour sugiere que el posmodernismo francés genera «sustancias intelectuales duras» y «corruptoras» de la mentalidad puritana americana, pues señalan la verdad de la ciencia actual, y de ahí la apuesta desaforada y sesgada de Sokal.

Entrevista a Alan Sokal, el físico teórico que se atrevió a denunciar la charlatenería del vocabulario posmoderno. Sokal es profesor de física en la Universidad de Nueva York. Durante los 80 militó en la solidaridad con Nicaragua y El Salvador, y en los años 1986-88 pasó varios meses enseñando matemática en la UNAN-Managua. Recientemente ha adquirido fama por la publicación de una controversial obra en co-autoría con el físico belga Jean Bricmont, el libro Imposturas Intelectuales (Paidós, Barcelona-Buenos Aires-México, 1999), en el cual critican la corriente de pensamiento llamado «posmodernismo».

CM: ¿Cuáles son los temas que abordan junto con Bricmont en su controversial libro Imposturas Intelectuales?

AS: Primero tengo que aclarar que nuestro libro tiene dos blancos un poco diferentes y es importante distinguirlos.

1) Por un lado, criticamos el abuso grosero de conceptos o términos científicos, por parte de renombrados intelectuales franceses «posmodernistas» como Jacques Lacan, Julia Kristeva, Jean Baudrillard, Gilles Deleuze, Félix Guattari, etc. Demostramos que estos autores han tirado palabras eruditas a la cara de sus lectores no científicos sin preocuparse en lo más mínimo por su significado -- o siquiera por su relevancia para los temas que pretenden estudiar (psicoanálisis, semiótica, sociología, filosofía, etc.). Obviamente ésta es la parte del libro que provocó tanto escándalo en Francia, pero, desde mi punto de vista, es la parte intelectualmente menos interesante porque creo que es irrebatible.

2) La segunda parte del libro me parece más interesante y también mucho más delicada. Se trata de una crítica del relativismo cognitivo, o sea, de la idea de que afirmaciones de hecho -- ya sean hechos comunes como «hay un vaso de agua sobre la mesa» o afirmaciones históricas o científicas -- no pueden ser verdaderas o falsas objetivamente, transculturalmente, sino que sólo pueden ser verdaderas o falsas relativamente a una cultura o a un determinado grupo social. Queremos criticar esas ideas relativistas y tratar también de explicar en parte como surgieron. El propósito de ese largo capítulo del libro es, pues, desenredar algunas de las confusiones que nos parecen muy difundidas, no tanto en circulos filosóficos sino en círculos de las ciencias sociales.

CM: ¿Cuál es la relación entre las dos partes del libro?

AS: Es principalmente sociológica: los pensadores franceses culpables de imposturas están de moda en muchos de los mismos círculos académicos, por lo menos en EE.UU., donde el relativismo cognitivo es la filosofía generalmente aceptada. Pero es importante subrayar que la palabra «imposturas» del título se refiere únicamente a la primera parte del libro; en la parte dedicada al relativismo, criticamos errores de pensamiento y ambigüedades del lenguaje, pero no acusamos a nadie de imposturas.

CM: ¿Qué los impulsó a desenmascarar estas arbitrariedades del posmodernismo?

AS: Nuestras motivaciones son a la vez intelectuales y políticas. A) Intelectualmente queremos criticar ideas que están de moda pero que nos parecen fruto de confusiones de pensamiento (o peor, de imposturas). B) Politícamente queremos ayudar a poner en orden nuestra propia casa, la de la izquierda. Nos sienta mal que nuestros compañeros políticos se pierdan en discursos estériles como los del postestructuralismo. Además nos parece que el relativismo cognitivo es una base muy débil para la construcción de una crítica social radical. A fin de cuentas, tenemos la tarea de convencer a nuestros conciudadanos de la validez de nuestro análisis del sistema económico-social y político. Y tenemos que convencerles también que nuestras propuestas para cambiar el orden social o político tendrán los efectos sociales que pretendemos. Así, pues, en las dos partes del análisis tenemos que hacer afirmaciones acerca del mundo. No basta con decir que «mi teoría feminista es tan buena como tu teoría machista»; hay que decir que mi teoría feminista es mejor que tu teoría machista y explicar convincentemente por qué.

CM: ¿Al acusarlos de impostores intelectuales, Uds. pretenden desautorizarlos en todos los ordenes: sociológico, filosófico, entre otros?

AS: No. Cada aspecto hay que analizarlo separadamente, y no pretendemos hacer un juicio global de los escritos de estos autores. Nos limitamos a señalar los abusos groseros que hemos detectado dentro de los campos de nuestra competencia (matemática y física).

CM: Admitamos que el 2% de la obra de Lacan donde utiliza conceptos de topología y lógica matemática es puro fraude. Pero, ¿qué implica a propósito del resto?

AS: Lógicamente, nada. Es perfectamente posible que haya algo de interés en el resto de sus escritos. Pero cuando se descubre una deshonestidad intelectual (o una manifiesta incompetencia) en una parte, aunque sea marginal, de los escritos de un autor o autora, es natural querer examinar más críticamente el resto de su obra. No queremos prejuzgar los resultados de ese análisis, sino simplemente disipar el aura de profundidad que a veces ha intimidado a estudiantes (y profesores) de examinar esos escritos con un ojo crítico.

CM: Consideraría, como analogía, el caso de un político que ha cometido actos de corrupción en uno de sus cargos políticos. ¿Eso significa que ha sido corrupto en todos sus cargos políticos?

AS: No necesariamente; pero el hecho de su corrupción probada en un caso debería incitarnos a indagar más, a examinar más de cerca y con menos ilusiones.

CM: ¿Que propondrías como sustitución de la teoría de la posmodernidad/posmodernismo?

AS: Primero hay que distinguir entre «teoria de la posmodernidad», y el «posmodernismo» que nosotros criticamos.

1) Segun ciertos sociólogos, ha habido en las últimas dos décadas cambios sociales, económicos y culturales tan profundos que es lícito decir que vivimos en una nueva fase histórica, la «posmodernidad». Estas afirmaciones sociológicas son evidentemente discutibles, pero no constituyen el blanco o el tema de nuestro libro.

2) Lo que nosotros criticamos es, más bién, una corriente filosófica e intelectual -- llamémoslo «posmodernismo» a falta de un término mejor -- caracterizada por el rechazo más o menos explícito de la tradición racionalista de la Ilustración, por elaboraciones teóricas desconectadas de cualquier prueba empírica, por discursos obscuros y a veces francamente surrealistas, y por un relativismo cognitivo que considera que la ciencia moderna no es nada más que una «narración», un «mito» o una mera construcción social.

CM: ¿Entonces que filosofía defienden?

AS: Sin pretender resumirla en dos frases -- pues dedicamos un largo capítulo a la filosofía de la ciencia, y no quiero que nos tachen de «positivistas» o «empiristas ingenuos» -- diría que se debe medir la validez de una teoría confrontándola con los hechos y evaluándola racionalmente.

CM: En todo caso quienes iniciaron esta ruptura de fronteras epistemológicas fueron científicos duros como Werner Heisenberg, quién afirmara que «Las leyes naturales que formulamos en la teoría cuántica ya no se ocupan de las partículas elementales sino del conocimiento que tenemos acerca de ellas. La ciencia deja de ser el espectador objetivo de la naturaleza para reconocerse a sí misma como actor.» ¿Que les dirías a ellos?

AS: Bueno, la interpretación de la mecánica cuántica es uno de los asuntos más controvertidos y sin resolver de toda la ciencia moderna. LLevamos más de 75 años estudiando la mecánica cuántica y utilizándola; da predicciones que han sido confirmadas experimentalmente hasta una precisión increíble (en un caso hasta 11 cifras); pero no estamos muy seguros de lo que signfica a propósito de la estructura básica del universo (a nivel atómico). ¿El universo está compuesto de partículas? ¿De funciones de onda? ¿De ambas cosas? Yo mismo llevo más de 25 años estudiando la mecánica cuántica, y debo decir honestamente que más la estudio menos la entiendo. Por esa razón, creo que las declaraciones de Heisenberg que citaste fueron, como poco, prematuras y muy discutibles. Como interpretación de la mecánica cuántica son prematuras y discutibles; como filosofía general aún más.

CM: ¿Que opinión le merece las afirmaciones, siguiendo a los científicos anteriores, de autores como Gerald Holton (historiador de la física de Harvard) y Lorena Pretta, quienes afirman que no se puede, ni debe, separar de forma absoluta los modelos científicos -- el exacto (duro) y él de las humanidades -- e incluso tienen investigaciones serias sobre el tema de la imaginación científica?

AS: En cuanto a la imaginación científica, es un tema importante de investigación histórica, sociológica y psicólogica. ¡Todos los científicos sabemos muy bien que el trabajo científico requiere imaginación! Casi nunca se trata simplemente de recoger datos e inferir la teoría. Estoy, pues, completamente a favor de tales investigaciones.

CM: Vos y Bricmont, ¿pretenden revalidar las posturas de la escuela de Viena? Karl Popper decía que los modelos no son verdaderos más que dentro del contexto de la teoría a la cual pertenecen, y ésta se relaciona siempre en mayor o menor grado con un trasfondo ideológico e intelectual, con toda una tradición que no parece separarse que de manera violenta. ¿Sokal sería ese violentador del que hablaba Popper? Kuhn de igual modo hablaba de su noción de paradigma de ciencia normal y ciencia revolucionaria.

AS: En filosofía de la ciencia, no sostenemos ni la posiciones desarrolladas por la escuela de Viena durante los años 20 y 30, ni las ideas formuladas más tarde por Popper en reacción a esa escuela. De hecho, en el capítulo filosófico de nuestro libro, criticamos con bastante dureza las ideas de Popper, quién afirmaba que las teorías cientifícas nunca pueden ser verificadas pero que pueden ser falsadas; basaba toda su filosofía en esa asimetría.

Ahora bien, nos parece que en ambas partes la situación es bastante más complicada. La falsación no es tan clara como pueda aparecer a primera vista; y a diferencia de Popper, creemos que la actividad científica comporta no sólo los intentos de falsar una teoría, sino también la acumulación de pruebas que pueden indicar que la teoría es probablemente aproximadamente verdadera. Las teorías cientificas nunca son tan ciertas como los teoremas matemáticos, y casi nunca son exactamente verdaderas; no obstante, tenemos buenas razones para pensar que la materia está compuesta de átomos, que las especies biológicas han evolucionado, y muchas cosas más. Decir simplemente que nadie hasta ahora ha logrado falsar estas teorías es un modo un poco extraño de resumir los datos observacionales y experimentales.

En cuanto a Thomas Kuhn y su idea de «paradigmas» que de vez en cuando sufren rupturas («revoluciones científicas»): Es un resumen sensato de la historia de la ciencia y no tenemos ninguna objección. Pero discrepamos con Kuhn cuando añade que los paradigmas son inconmensurables en el sentido de que no se puede elegir racionalmente entre paradigmas concurrentes (Newton y Einstein, por ejemplo) sobre la base de observaciones y experimentos. Eso simplemente no es cierto. Si querés, podés decir que la mecánica newtoniana y la mecánica einsteiniana constituyen dos «paradigmas» diferentes -- es verdad que utilizan conceptos muy distintos para representar la naturaleza -- pero sostengo que sí se puede elegir racionalmente entre estas dos teorías, y que una vasta cantidad de datos experimentales indican que la teoría de Einstein es mejor. No que sea la última palabra en física, sino que está más cerca de la verdad que la teoría de Newton.

CM: ¿Para vos la cultura y la tradición no intervienen el los postulados cientificos, como lo han demostrado Holton, Pretta y el mismo Popper?

AS: ¡Los científicos somos seres humanos! Claro que estamos afectados tanto por la tradición de nuestra disciplina científica como por un montón de factores sociales y culturales. Nadie lo negaría. Y una de las tareas del historiador de la ciencia es precisamente investigar este nexo entre ciencia y cultura. Por ejemplo, los historiadores han demostrado que cuando Darwin concebía su teoría de la evolución de las especies biológicas por selección natural, una de las influencias en su pensamiento fueron las ideas sociales y económicas de Malthus. Es un hecho histórico muy interesante. No obstante, en los 150 años después de que Darwin concibiera esta teoría, se han acumulado miles de pruebas a favor de ella -- que van desde la paleontología a la virología a la biología molecular -- y estas pruebas ya no tienen nada que ver con las circunstancias de concepción de la teoría. Dicho de otra manera, hay que distinguir entre lo que los filósofos llaman el «contexto de descubrimiento» de una teoría, y su «contexto de justificación».

CM: ¿Considerás éste el fin de la posmodernidad/posmodernismo?

AS: Bueno, como he dicho, no pretendo juzgar la idea sociológica de «posmodernidad»; sólo pretendo criticar las ideas filosóficas que se conocen como «posmodernismo». Ahora bien, ¿nuestro libro marcará el fin de estas teorías? Lo dudo. Creo, eso sí, que hemos tenido algun efecto positivo, creo que hemos estimulado un debate sano, pero no pretendería haber logrado un k.o.

CM: ¿Mensaje a los lectores y seguidores de la posmodernidad?

AS: Diría a los lectores lo mismo que digo a mis alumnos a principios de cada semestre. Que es: utilizá tu propia cabeza; nunca creás algo por la simple razón que yo lo diga. Si yo afirmo algo, tengo la obligación de sostener mis afirmaciones con razonamientos lógicos y/o datos empíricos. Tengo la obligación de explicarte lógica y claramente por qué es razonable creer lo que estoy diciendo. Y si mis explicaciones no te son convincentes, debés pedirme más explicaciones, hasta que podás formular tu propio juicio racional. Creo que es un buen consejo, no sólo para estudiantes de física o matemáticas, sino también para ciudadanos.