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En El hombre que calculaba de Malba Tahan, Beremíz, el calculador, cuenta la historia del origen del ajedrez1. El rey Iadava, señor de la provincia de Taligana en la India se encontraba muy afligido por la muerte de su hijo, el príncipe Adjamir, en medio de una guerra defendiendo su territorio.
Mucho tiempo pasó el rey encerrado en sus aposentos hasta que Lahur Sessa, un joven brahmán2 llegó hasta él con un nuevo juego que simulaba un campo de batalla con el cual comprendió que a veces es necesario el sacrificio de una pieza, inclusive una muy valiosa, para poder obtener la victoria.
El rey quiso premiar al brahmán quien inicialmente rechazó cualquier obsequio. Ante la insistencia del monarca pidió una solicitud bastante extraña para toda la corte:
Me daréis un grano de trigo para la primera casilla del tablero; dos para la segunda; cuatro para la tercera; ocho para la cuarta; y así, doblando sucesivamente hasta la sexagésima y última casilla del tablero.
El rey no pudo dejar de llamar insensato a quien creó el ajedrez, no solo porque pidió su recompensa en granos de trigo, sino porque, para él, en un puñado de trigo «hay un número incontable de granos» y «con dos o tres medidas», pensaba él rey, pagaría sobradamente la petición.
Grande fue su sorpresa cuando sus algebristas, luego de tomarse su tiempo para realizar los cálculos respectivos concluyeron que es una magnitud inconcebible para la imaginación humana y afirmaron lo siguiente:
Calculamos en seguida con el mayor rigor cuántas ceiras correspondían a ese número total de granos y llegamos a la siguiente conclusión: el trigo que habrá que darle a Lahur Sessa equivale a una montaña que teniendo por base la ciudad de Taligana se alce cien veces más alta que el Himalaya. Sembrados todos los campos de la India, no darían en dos mil siglos la cantidad de trigo que según vuestra promesa corresponde en derecho al joven Sessa.
Sabia es la conclusión de Lahur Sessa al señalar las tantas veces que «los hombres más inteligentes se obcecan a veces no solo ante la apariencia engañosa de los números sino también ante la falsa modestia de los ambiciosos». El soberano asumió una «deuda cuya magnitud no puede valorar con la tabla de cálculo de su propia inteligencia».
Todos nos encontramos en la misma posición que el rey cuando lidiamos con números más allá de nuestra imaginación. ¿Cuánto son 40.000 kilómetros? Es la circunferencia de la Tierra. ¿Y cuánto es la distancia al sol? cerca de 150 millones de kilómetros. También dicen 8 minutos y 20 segundos luz, que es una unidad de distancia, no de tiempo. Aunque vemos números allí, son difíciles de comprender y comparar porque no forman parte de las distancias con las que lidiamos diariamente. Ni hablar del tamaño de nuestro Sistema Solar, de la Vía Láctea o de todo nuestro Universo.
No solo padecemos ante los números grandes, sino también, ante los números muy pequeños. Existe a nuestro alrededor un mundo de lo muy pequeño que no podemos ver a simple vista. Existen virus y bacterias, que están compuestos de partes más pequeñas que ellos mismos, que a su vez están integradas por componentes más diminutos de materia. Mi cerebro tan solo sabe que son cosas muy pequeñas, y que unas son más pequeñas que las otras, pero no puede imaginarse realmente lo que quiere decir eso. No cuestionaré al regente del relato porque no estoy seguro de haber reaccionado diferente en su lugar.
La historia del origen del ajedrez no solo nos lleva a reflexionar sobre números muy grandes o muy pequeños, sino también sobre el crecimientos acelerado de los números. Un tablero de ajedrez cuenta con 64 casillas organizadas en 8 filas y 8 columnas, como podemos ver en la siguiente imagen:
Veamos la cantidad de granos de trigo que tendríamos que pagar al brahmán tan solo por la primera fila del talero si incurriéramos en semejante deuda:
Vemos números muy familiares. En total hay que pagar 255 granos de trigo en esta fila. Tal vez nos baste con un puñado para satisfacer nuestra obligación. Son números que usamos diariamente. No obstante, pensémoslo de otra forma; en tan solo 7 pasos, saltamos de 1 único grano de trigo en la primera casilla, a 128 en la octava. Si habláramos de rentabilidad sería una ganancia bastante considerable: invierto un peso de mi dinero y obtengo 127 extra.
Veamos ahora la segunda fila:
Sumamos 65.280 granos de trigo para un total de 65.535 en lo adeudado al brahmán.
Sigue siendo una cantidad de granos que seguramente un rey puede otorgar. Vemos, no obstante, que creció bastante en comparación a la primera fila. \(255 \times 256 = 65280\), lo cual quiere decir que la segunda fila es 256 veces más grande que la primera.
Veamos ahora las siguientes dos filas, con las que cubrimos la mitad del tablero:
La tercera fila suma a la deuda un total de \(16.711.680\) granos de trigo. Esa cantidad se lee como dieciséis millones setecientos once mil seiscientos ochenta. Al multiplicar la segunda fila por 256, nos encontramos con el total de la tercera fila: \(65280 \times 256 = 16.711.680\). De la segunda a la tercera, el resultado creció, nuevamente, 256 veces. ¿A qué equivale esa cantidad?. El costo de un automóvil o la cuota inicial de una casa (hablando en pesos colombianos).
¿Cuánto crece de la tercera fila a la cuarta?. Si multiplicamos \(16.711.680 \times 256 = 4.278.190.080\). La cuarta fila se lee como cuatro mil doscientos setenta y ocho millones ciento noventa mil ochenta. Podemos ver que entre fila y fila, el total de granos aumenta, siempre, 256.
La primera fila maneja números de un dígito: 1, 2, 4; cifras de dos dígitos: 16, 32; y cifras de tres dígitos: 128. Su total, que es 255 es también de tres dígitos. La segunda fila posee número de tres, cuatro y cinco cifras. La tercera y cuarta fila llega hasta los 8 y 10 dígitos. Los millones y los miles de millones. En tan solo la mitad del tablero hemos realizado un salto abismal y vemos que cada fila es mucho más grande que la que la precede. Conforme avanzamos en nuestro tablero de ajedrez, las cantidades se hacen menos comunes. Rara vez hablamos o hacemos cuentas con miles de millones3.
Las últimas filas las resumiré en las siguientes tablas:
Fila 5 |
---|
4.294.967.296 |
8.589.934.592 |
17.179.869.184 |
34.359.738.368 |
68.719.476.736 |
137.438.953.472 |
274.877.906.944 |
549.755.813.888 |
Fila 6 |
---|
1.099.511.627.776 |
2.199.023.255.552 |
4.398.046.511.104 |
8.796.093.022.208 |
17.592.186.044.416 |
35.184.372.088.832 |
70.368.744.177.664 |
140.737.488.355.328 |
Fila 7 |
---|
281.474.976.710.656 |
562.949.953.421.312 |
1.125.899.906.842.624 |
2.251.799.813.685.248 |
4.503.599.627.370.496 |
9.007.199.254.740.992 |
18.014.398.509.481.984 |
36.028.797.018.963.968 |
Fila 8 |
---|
72.057.594.037.927.936 |
144.115.188.075.855.872 |
288.230.376.151.711.744 |
576.460.752.303.423.488 |
1.152.921.504.606.846.976 |
2.305.843.009.213.693.952 |
4.611.686.018.427.387.904 |
9.223.372.036.854.775.808 |
Y sus resultados los vemos en esta tabla resumen:
5 | 1.095.216.660.480 |
6 | 280.375.465.082.880 |
7 | 71.776.119.061.217.280 |
8 | 18.374.686.479.671.623.680 |
La casilla número 64 hospeda un número de 19 dígitos: \(9.223.372.036.854.775.808\). El resultado de la octava y última fila es de 20 dígitos: \(18.374.686.479.671.623.680\). Son números muy grandes que escapan a nuestra imaginación.
El total de granos para todas las casillas del tablero es de \(18.446.744.073.709.551.615\). No hay duda de que es un gran número. Yo, sin embargo, no podría sacar las conclusiones de los algebristas del rey con tan solo verlo. Parece una tarea para matemáticos más competentes.
Hay una forma más simple de obtener el resultado de cada cuadro del tablero. Si enumeramos cada casilla empezando por el número \(1\) (la casilla superior izquierda) hasta la número \(64\) (la casilla inferior derecha), encontramos una forma de hacer el cálculo en función de ese número.
En matemáticas es muy común darle nombres a los números. Llamemos \(n\) al número que indica la casilla, como vemos en la imagen. Sabemos ya que la primera contiene un único grano. Si elevamos el número \(2\) a la potencia \(0\) nos da \(1\), es decir: \(2^0 = 1\). ¿De dónde salió ese cero?, lo podemos obtener así: \(2 ^{n - 1} = 2 ^ {1 - 1} = 2^0 = 1\). La segunda casilla tiene \(n = 2\), por tanto \(2^{2-1} = 2^1 = 2\). La tercera casilla (\(n=3\)) es \(2^{3-1} = 2^2 = 4\). Hasta ahora cuadra muy bien. La octava casilla nos da \(2^{8-1} = 2^7 = 128\). La casilla número 64 es igual a \(2^{63} = 9.223.372.036.854.775.808\).
Veamos por qué la potenciación nos da el resultado correcto: Recordemos que en cada casilla sucesiva se dobla el resultado de la anterior. La segunda casilla es el resultado de doblar la primera, la tercera es el resultado de doblar la segunda y así sucesivamente. Cada casilla termina siendo el resultado de doblar una o varias veces el primer grano.
La casilla 2: \(1 \times 2 = 2^1 = 2\). La casilla 3 es \(1 \times 2 \times 2 = 2 \times 2 = 2^2 = 4\). La casilla número cuatro es igual a \(1 \times 2 \times 2 \times 2 = 2 \times 2 \times 2 = 2^3 = 8\). La octava posición del tablero es el resultado de doblar 7 veces el primer grano de trigo: \(1 \times 2 \times 2 \times 2 \times 2 \times 2 \times 2 \times 2 = 2^7 = 128\).
Si el brahmán hubiese pedido que los granos en cada posición del tablero se triplicaran respecto al anterior, no usaríamos el 2 como base de la potenciación sino el número 3. La potenciación es una forma mucho más conveniente y resumida de hacer los cálculos.
La matemática nos permite obtener una expresión mucho más compacta no solo para saber la cantidad de granos de cada posición en el tablero, sino también la suma total de granos hasta una posición en el tablero. Veamos cuál es:4, 5
\[S_n = 2^{n+1} - 1\]
Podemos aplicar esta ecuación con \(n = 63\) para calcular el total de granos así: \(2^{63 + 1} - 1 = 2^{64} - 1 = 18.446.744.073.709.551.615\). Esta fórmula generalizada serviría para tableros que sean tan grandes como queramos siempre que sigan la misma regla de duplicarse en cada paso.
Volvamos nuevamente a nuestra dificultad de lidiar con números grandes. ¿Qué diferencia hay entre 5 y 40?. Lo podemos entender porque son cantidades familiares para nosotros. Por ejemplo, podemos pensar en dos personas, de 5 y 40 años respectivamente. Es fácil hacerse una idea de cuánto tiempo ha transcurrido. Es lo mismo que comparar una pena de prisión de 1 año con una de 20 años. Entendemos, más o menos, la diferencia. ¿Y si habláramos de un siglo, que corresponde a 100 años?. Sabemos que la esperanza de vida de las personas se ha acercado considerablemente a un siglo. Hay, incluso, personas que viven más que esa cantidad. Pensemos ahora en un milenio. Se hace más difícil de imaginar, más sin embargo, tenemos una idea de acontecimientos históricos que ocurren en un periodo de tiempo así.
Aumentemos aún más la escala. Los dinosaurios se extinguieron hace cerca de 66 millones de años. La vida en nuestro planeta apareció hace cerca de 3500 millones de años y nuestro planeta tiene «apenas» 1000 millones de años más que la vida que aloja. Un uno seguido de 9 ceros. Todo nuestro universo tiene cerca de 13800 millones de años. No sabemos qué hay antes de nuestro Universo.
La historia narrada en el libro de Malba Tahan nos permite intuir las dificultades que enfrentamos ante números que están fuera de nuestra experiencia cotidiana. Sabemos que hay personas con fortunas tan grandes que podrían vivir cientos o miles de vidas cómodas con ellas. La fortuna de Jeff Bezos se estima en 140.000 millones de dólares, un enorme número de 12 dígitos. Una persona en Colombia gana hoy en día un mínimo de 877.803 pesos, que vendrían a ser como 230 dólares. En un año equivale a 10.533.636, más una prima que equivale a otro mes y otra prestaciones más. Redondeemos a 12 millones. En 50 años serían 600 millones de pesos aproximadamente. Claro, el salario mínimo aumenta (una miseria) cada año, por lo que será más, pero el costo de vida también suele aumentar, o sea que podemos comprar menos con lo mismo. En dólares, equivale aproximadamente a 160.0006 dólares estadounidenses. Si redondeamos a 200.000 dólares, Jeff Bezos es cerca de setenta mil veces más rico que lo que una persona con salario mínimo colombiano ganará en casi toda su vida. La diferencia es enorme, es más o menos como estar en la 1 casilla del tablero de ajedrez, en comparación a la última casilla de la segunda fila, más no olvidemos que comparamos una riqueza actual de un solo individuo con la que tendrá una persona durante 50 años de vida. Si equiparamos tan solo un año de trabajo, la distancia aumentaría. El tablero de ajedrez se ha transformado en nuestra escala. En el juego del ajedrez un peón tiene un valor de una unidad. La reina, que es la pieza más poderosa en cuanto a movimientos equivale a 10 unidades de valor. El rey se considera más valioso porque con el mero riesgo de captura perdemos el juego. La diferencia entre los más ricos y los más pobres es inimaginable, mucho más que la desigualdad entre la realeza en el ajedrez y un simple peón.
Apliquemos ahora la idea del ajedrez a un caso actual: la COVID-19. La tasa de contagio del virus es de entre 2 y 3 personas. Es un promedio que indica cuántos inviduos aproximadamente contagia alguien que tenga el virus. Habrá quien no contagie a nadie y habrá súpercontagiadores (personas que contagian a muchas). Es un número, que al igual que otros, hay que saber entender porque puede escapar a nuestra inteligencia.
En Colombia, el primer caso se detectó el 6 de marzo de 2020;7 a los pocos días, el 9 de marzo, ya se había detectado 3 casos y para el 13 de marzo contábamos 16 contagiados confirmados en el país. El primero de abril habían 1.065 casos lo que quiere decir que en tan solo un mes los confirmados se multiplicaron por 1.000. Es dar en un mes un salto de la primera fila a la segunda del tablero de ajedrez. El primero de mayo contábamos casi 7.000 casos. En tan solo otro mes los contagios se multiplicaron por 7, o, diciéndolo de una manera equivalente, en dos meses se multiplicaron por 7.000. El 23 de mayo habían poco más de 20.000 casos en el país, y en menos de un mes se había más que duplicado esa cifra. Como pueden ver, el crecimiento es comparable con el de la historia que contamos al principio. La COVID-19 tiene un crecimiento exponencial. Conforme avanza el tiempo, se expande cada vez más rápido. De no tomar medidas, en poco tiempo llegaríamos a números impensables.
Claro está, esa curva de crecimiento es tan solo un modelo matemático que tiene en cuenta el tiempo y la tasa de contagio del coronavirus únicamente. Las medidas de aislamiento y bioseguridad, así como el hecho de que quienes se han recuperado son probablemente inmunes (cuando menos por un tiempo) y las variaciones mismas del virus producto de la evolución hacen que el crecimiento se ralentice y puede llegar a reducirlo. Una eventual vacuna puede erradicar al virus. Del mismo modo, el comportamiento, aunque exponencial, varía de país a país, con casos tan dramáticos como los de España e Italia. En Colombia el comportamiento ha sido atípico en comparación con la región; sin embargo, poco a poco nos estamos poniendo al día, y si un día hay casi 50.000, podemos augurar que en un mes se estarán superando los 100.000. Y, a mayor cantidad de contagiados, tanto más serán los muertos.
Las matemáticas nos deben llevar no al pánico sino a estar alertas. Y sobre todo, nos deben enseñar a no ser ingenuos y a no menospreciar el virus, de la misma forma en que el rey de nuestra historia menospreció el pedido de Lassar. Que no conozcamos a un contagiado no quiere decir que la enfermedad no sea tan delicada como realmente lo es. Significa tan solo que no ha pasado el tiempo suficiente. En Colombia la mayoría de casos se han concentrado en Bogotá, Barranquilla, Cartagena y en el Valle del Cauca. En Pereira, capital de Risaralda hay pocos casos por ahora. Por mera estadística, es poco probable conocer a una persona contagiada, por el momento. No nos confiemos ante la apariencia engañosa de los números.
En general, sea la siguiente suma, la cual llamaremos progresión geométrica
\[S_n = a^0 + a^1 + \ldots + a^n\]
entonces, multiplicando ambos miembros por \(a\):
\[aS_n = a^1 + a^2 + \ldots + a^{n+1}\]
Si se resta la primera ecuación de la segunda:
\[S_n(1-a) = a^0 - a^{n+1}\]
y despejando,
\[S_n = \frac{a^{n+1} - a^0}{a-1}\],
Para el caso, \(a = 2\) que es el caso de nuestra historia tenemos:
\[S_n = \frac{2^{n+1} - 1}{2-1} = 2^{n+1} - 1\]
En El Genio de China de Robert K.G. Temple, basado en las investigaciones de Needham se afirma que el ajedrez indio proviene realmente de una variante de un juego relacionado con la adivinación, la astrología y el magnetismo originado en China. Sin embargo, el origen en la India sigue siendo la versión más aceptada.
En la India perdura un sistema de estratificación social basado en castas, comparable a las clases sociales aunque determinado al nacer. Los brāhmanas son la casta superior y la conformaban sacerdotes y asesores del rey.
Hablar de cantidades tan grandes me recuerda el vídeo Carl Sagan hablando sobre el googol y el googleplex. https://www.youtube.com/watch?v=97CWXZa66C4
Gracias a Jaime Hernández Gutiérrez por esta parte.
Quien esté interesado en conocer la demostración, puede ver la sección al final de este artículo.
La tasa de cambio entre divisas cambia casi todos los días. Estas son cifras aproximadas a junio de 2020.
Habría que poner las señales convencionales de ¡Cuidado!, ¡Peligro! ¡Alto riesgo de muerte! ante tanto chamán, curandero, homeópata, gurú, naturista y demás charlatanes que ponen en riesgo la vida de la gente y hasta la propia. Hay que poner a funcionar el cerebro, dudar de todo lo que no cuenta con sólidas evidencias, prevenir a otros e incluso, tomar medidas de amonestación o incluso penales cuando lo que se busca es el lucro con la ignorancia ajena. Y esto implicaría castigos no solo para gente del común que engaña o trafica con esto; gente como D. Trump que recomendó tomar desinfectantes, están inmersos en la misma lógica y no son menos criminales. Hay que estar ¡ALERTAS!
Imagen: Pixabay
"Hace unas semanas, gracias al encargo de un prólogo para la edición norteamericana de Vintage Classics, volví a leer La vorágine (1924), la gran novela de José Eustasio Rivera sobre la explotación del caucho en la cuenca del Amazonas a comienzos de siglo XX. Resulta al menos curioso que esta novela haya sobrevivido y se siga publicando sin interrupción, pese a haber sido despreciada durante décadas por la crítica y la mala fe de algunos célebres lectores. Carlos Fuentes y Vargas Llosa se ensañaron contra ella y la mostraron como ejemplo de unas formas narrativas caducas, ligadas a un supuesto provincialismo que el Boom supo utilizar como hombre de paja en su operación mercantil global. Todavía hoy uno debe soportar con paciencia que algunos colegas despotriquen del libro o del tema de la “selva” y “la naturaleza” utilizando los eslóganess que la propaganda del Boom convirtiera en sentido común literario. La estrechez crítica se ha contagiado hasta Wikipedia, que describe la novela de Rivera como obra “costumbrista”."
Enlace: https://elpais.com/opinion/2020-05-23/no-es-un-hombre-es-un-sistema.html
Ambos virus son, genéticamente, 80% similares, dice la doctora Bottazzi, y como su vacuna ya había pasado por los procesos necesarios para su aprobación esta hubiera podido adaptarse más rápidamente al nuevo coronavirus.
“Hubiéramos tenido ya un ejemplo de cómo se comportan este tipo de vacunas y aunque los virus no son exactamente iguales vienen de la misma clase”, le explica la investigadora a BBC Mundo.
“Tendríamos ya la experiencia de ver dónde surgen problemas con la vacuna y cómo resolverlos. Porque ya vimos cómo se comportó preclínicamente la vacuna del SARS y esperaríamos que la nueva vacuna se comporte relativamente igual”.
“Ya hubiéramos podido tener un perfil de seguridad en humanos”, agrega, “y más confianza en que estas vacunas se pueden usar en las poblaciones que las necesitan”.
Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-52216766
"¿Quién puede usar el término «se volvió viral» hoy en día sin estremecerse un poco? ¿Quién puede observar algo: una manija de la puerta, un envase de cartón, una bolsa de verduras, sin imaginar que está repleta de esas burbujas invisibles, no muertas pero sin vida, salpicadas de ventosas que esperan adherirse a nuestros pulmones?"
¿A quién se le ocurre besar a un extraño, subirse a un autobús o enviar a su hijo a la escuela sin sentir miedo real? ¿Quién puede pensar en cualquier placer ordinario sin evaluar su riesgo? ¿Quién de nosotros no es epidemiólogo, virólogo, estadístico o profeta? ¿Qué científico o médico no está orando en secreto por un milagro? ¿Qué sacerdote no está, al menos en secreto, sometiéndose a la ciencia?
Pero, incluso mientras el virus prolifera, ¿a quién no le emociona la ola de cantos de pájaros en las ciudades, los pavos reales que bailan en los cruces de tráfico y el silencio en los cielos?
El número de casos en todo el mundo esta semana aumentó más de un millón. Más de 50.000 personas han muerto. Las proyecciones sugieren que el número aumentará a cientos de miles, tal vez más. El virus se ha movido libremente por los caminos del comercio y el capital internacional, y la terrible enfermedad que ha traído a su paso ha encerrado a los humanos en sus países, sus ciudades y sus hogares.
Pero a diferencia del flujo de capital, este virus busca la proliferación, no la ganancia y, por lo tanto, sin darse cuenta, en cierta medida, ha revertido la dirección del flujo. Se ha burlado de los controles de inmigración, la biometría, la vigilancia digital y cualquier otro tipo de análisis de datos, y ha golpeado con fuerza, hasta ahora, en las naciones más ricas y poderosas del mundo, deteniendo el motor del capitalismo. Tal vez temporalmente, pero al menos durante el tiempo suficiente como para que examinemos sus partes, hagamos una evaluación y decidamos si queremos ayudar a arreglarlo o buscar un motor mejor.
A los mandarines que manejan esta pandemia les gusta hablar de guerra. Ni siquiera utilizan la guerra como metáfora, la usan literalmente. Pero si realmente fuera una guerra, ¿quién estaría mejor preparado que los Estados Unidos? Si los soldados de la primera línea no necesitaran máscaras y guantes, sino armas, bombas inteligentes, búnkers, submarinos, aviones de combate y bombas nucleares, ¿habría escasez?
Noche tras noche, desde el otro lado del mundo, algunos de nosotros miramos las conferencias de prensa del gobernador de Nueva York con una fascinación que es difícil de explicar. Seguimos las estadísticas y escuchamos las historias de hospitales abrumados en los Estados Unidos. Relatos de enfermeras mal pagadas y con exceso de trabajo que tienen que hacer máscaras con bolsas de basura y gabardinas viejas, arriesgando todo para ayudar a los enfermos. Historias sobre los Estados que se ven obligados a competir entre sí por respiradores, sobre los dilemas de los médicos acerca de qué paciente debe recibir uno y quienes deben morir. Y pensamos, para nosotros mismos: “¡Dios mío! ¡Esto es América!»
La tragedia es inmediata, real, épica y se desarrolla ante nuestros ojos. Pero no es algo nuevo. Son los restos de un tren que ha estado yendo por la misma vía durante años. ¿Quién no recuerda los videos de «abandono de pacientes»: personas enfermas, todavía con sus batas de hospital, desnudas, arrojadas subrepticiamente en las esquinas? Las puertas de los hospitales se han cerrado con demasiada frecuencia a los ciudadanos menos afortunados de los Estados Unidos. No ha importado cuán enfermos han estado o cuánto han sufrido.
Al menos no hasta ahora, porque ahora, en la era del virus, la enfermedad de una persona pobre puede afectar la salud de toda la sociedad rica. Y, sin embargo, incluso ahora, Bernie Sanders, el senador que ha hecho una campaña por la atención médica para todos, es considerado un caso atípico en su apuesta por la Casa Blanca, incluso por su propio partido.
¿Y qué hay de mi país, mi país pobre y rico, la India, suspendido en algún lugar entre el feudalismo y el fundamentalismo religioso, entre la casta y el capitalismo, gobernado por nacionalistas hindúes de extrema derecha?
En diciembre, mientras China luchaba contra el brote del virus en Wuhan, el gobierno de la India estaba lidiando con un levantamiento masivo de cientos de miles de sus ciudadanos, que protestaban contra la descaradamente discriminatoria ley de ciudadanía anti-musulmana que acababa de aprobarse en el Parlamento.
El primer caso de Covid-19 fue reportado en la India el 30 de enero, solo días después de que el honorable invitado principal de nuestro Desfile del Día de la República, el devorador de bosques del Amazonas y negador del coronavirus, Jair Bolsonaro, hubiera abandonado Delhi. Pero había mucho que hacer en febrero para que el virus entrara en el calendario del partido gobernante. Hubo una visita oficial del presidente Donald Trump programada para la última semana del mes. Le había atraído la promesa de una audiencia de un millón de personas en un estadio deportivo en el estado de Gujarat. Todo eso llevó mucho dinero y mucho tiempo.
Luego hubo elecciones en la Asamblea de Delhi que el Partido Bharatiya Janata había programado para perder, a menos que mejorara su juego, lo que hizo, desatando una campaña nacionalista hindú viciosa, sin restricciones, repleta de amenazas de violencia física y la acusación de «traidores». Perdió, de todos modos. Entonces hubo un castigo para los musulmanes de Delhi, a quienes se culpó por la humillación. Multitudes armadas de vigilantes hindúes, respaldados por la policía, atacaron a musulmanes en los barrios de la clase trabajadora del noreste de Delhi. Se quemaron casas, tiendas, mezquitas y escuelas. Los musulmanes, que esperaban el ataque, contraatacaron. Más de cincuenta personas, entre musulmanes y algunos hindúes, fueron asesinadas.
Miles de personas se mudaron a campos de refugiados en cementerios locales. Los cuerpos mutilados todavía estaban siendo sacados de la red de desagües sucios y apestosos cuando los funcionarios del gobierno tuvieron su primer encuentro sobre el Covid-19 y la mayoría de los indios comenzaron a escuchar acerca de la existencia de algo llamado desinfectante de manos. Marzo también estuvo ocupado. Las primeras dos semanas se dedicaron a derrocar al gobierno del Congreso en el estado de Madhya Pradesh, en el centro de India, y a instalar un gobierno BJP en su lugar. El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud declaró que Covid-19 era una pandemia. Dos días después, el 13 de marzo, el ministerio de salud dijo que el coronavirus «no es una emergencia sanitaria».
Finalmente, el 19 de marzo, el primer ministro indio se dirigió a la nación. No había hecho mucha tarea. Tomó prestado el libro de recetas de Francia e Italia. Nos habló de la necesidad de «distanciamiento social» (fácil de entender para una sociedad tan inmersa en la práctica de la casta) y pidió un día de «toque de queda del pueblo», el 22 de marzo. No dijo nada sobre lo que su gobierno iba a hacer en la crisis, pero pidió a la gente que salga a sus balcones, toquen las campanas y golpeen sus ollas y sartenes para saludar a los trabajadores de la salud.
No mencionó que, hasta ese mismo momento, la India había estado exportando equipo de protección y equipo respiratorio, en lugar de guardarlo para los trabajadores de salud y hospitales del país.
No es sorprendente que la solicitud de Narendra Modi fue recibida con gran entusiasmo. Hubo marchas, bailes comunitarios y procesiones. No hubo mucho distanciamiento social. En los días siguientes, los hombres fueron por barriles de estiércol de vaca sagrada, y los partidarios de BJP organizaron fiestas para beber orina de vaca. Para no quedarse atrás, muchas organizaciones musulmanas declararon que el Todopoderoso era la respuesta al virus y pidieron a los fieles que se reunieran en mezquitas en gran número. El 24 de marzo, a las ocho de la noche, Modi apareció nuevamente en la televisión para anunciar que, desde la medianoche en adelante, toda la India estaría bajo aislamiento. Los mercados estarían cerrados. Todo transporte, tanto público como privado, sería cancelado.
Dijo que estaba tomando esta decisión no solo como primer ministro, sino como el anciano de nuestra familia. ¿Quién más puede decidir, sin consultar a los gobiernos estatales que tendrían que lidiar con las consecuencias de esta decisión, que una nación de mil trescientos ochenta millones de personas debería ser encerrada sin ninguna preparación y con cuatro horas de aviso? Sus métodos definitivamente dan la impresión de que el primer ministro de India piensa en los ciudadanos como una fuerza hostil que necesita ser emboscada, tomada por sorpresa, pero nunca confiable.
Encerrados estábamos. Muchos profesionales de la salud y epidemiólogos han aplaudido este movimiento. Quizás tengan razón en teoría. Pero seguramente ninguno de ellos puede soportar la calamitosa falta de planificación o preparación que convirtió el aislamiento más grande y punitivo del mundo en exactamente lo contrario de lo que estaba destinado a lograr.
El hombre que ama los espectáculos creó a la madre de todos los espectáculos.
Mientras observaba un mundo horrorizado, la India se reveló con toda su vergüenza, su brutalidad estructural y social, su desigualdad económica, su insensible indiferencia al sufrimiento.
El aislamiento funcionó como un experimento químico que, de repente, iluminó cosas ocultas. A medida que las tiendas, los restaurantes, las fábricas y la industria de la construcción se cerraron, mientras los ricos y las clases medias se encerraron en barrios privados, nuestros pueblos y megaciudades comenzaron a expulsar a sus ciudadanos de clase trabajadora, sus trabajadores migrantes, como una acumulación no deseada.
Muchos fueron expulsados por sus empleadores y propietarios, millones de personas pobres, hambrientas y sedientas, jóvenes y viejos, hombres, mujeres, niños, personas enfermas, personas ciegas, personas discapacitadas, sin ningún otro lugar a donde ir, sin transporte público a la vista, comenzaron una larga marcha hacia sus aldeas. Caminaron durante días, hacia Badaun, Agra, Azamgarh, Aligarh, Lucknow, Gorakhpur, a cientos de kilómetros de distancia. Algunos murieron en el camino.
Sabían que iban a casa potencialmente para frenar el hambre. Quizás incluso sabían que podrían llevar el virus con ellos e infectarían a sus familias, a sus padres y abuelos en casa, pero necesitaban desesperadamente un poco de familiaridad, refugio y dignidad, así como comida, y también amor.
Mientras caminaban, algunos fueron golpeados brutalmente y humillados por la policía, acusada de hacer cumplir estrictamente el toque de queda. Se hizo que los hombres jóvenes se agacharan e hicieran saltos de rana por la carretera. En las afueras de la ciudad de Bareilly, un grupo fue reunido y lavado con una manguera con spray químico.
Pocos días después, preocupado de que la población en fuga propagara el virus a las aldeas, el gobierno selló las fronteras estatales incluso para los caminantes. Las personas que habían estado caminando durante días fueron detenidas y obligadas a regresar a campamentos en las ciudades de las que acababan de obligarles a irse.
Entre las personas mayores se evocaron los recuerdos de la transferencia de población de 1947, cuando la India se dividió y nació Pakistán. Excepto que este éxodo actual fue impulsado por divisiones de clase, no por la religión. Aún así, estas no eran las personas más pobres de la India. Estas eran personas que tenían (al menos hasta ahora) trabajo en la ciudad y sus hogares para regresar. Los desempleados, las personas sin hogar y los desesperados permanecieron donde estaban, en las ciudades y en el campo, donde la angustia profunda crecía mucho antes de que ocurriera esta tragedia. Durante estos días horribles, el ministro de asuntos internos, Amit Shah, permaneció ausente de la vista pública. Cuando comenzó la caminata en Delhi, utilicé con frecuencia un pase de prensa de una revista para la que escribo para conducir a Ghazipur, en la frontera entre Delhi y Uttar Pradesh.
La escena era bíblica. O tal vez no. La Biblia no podría haber conocido números como estos. El aislamiento para forzar el distanciamiento físico había resultado en lo contrario: compresión física en una escala impensable. Esto es cierto incluso dentro de los pueblos y ciudades de la India. Las carreteras principales pueden estar vacías, pero los pobres están hacinados en cuartos estrechos en barrios marginales y chabolas.
Todas las personas que caminaban con las que hablé estaban preocupadas por el virus. Pero era menos real, menos presente en sus vidas, que el inminente desempleo, el hambre y la violencia de la policía. De todas las personas con las que hablé ese día, incluido un grupo de sastres musulmanes que habían sobrevivido a los ataques anti-musulmanes solo unas semanas atrás, fueron las palabras de un hombre las que me preocuparon especialmente. Era un carpintero llamado Ramjeet, que planeaba caminar hasta Gorakhpur, cerca de la frontera con Nepal.
“Quizás cuando Modiji decidió hacer esto, nadie le habló de nosotros. Quizás él no sepa de nosotros», dijo. «Nosotros» significan aproximadamente cuatrocientos sesenta millones de personas. Los gobiernos estatales en la India (como en los Estados Unidos) han mostrado más corazón y comprensión durante la crisis. Los sindicatos, los ciudadanos privados y otros colectivos están distribuyendo alimentos y raciones de emergencia. El gobierno central ha tardado en responder a sus desesperados pedidos de fondos. Resulta que el Fondo Nacional de Socorro del primer ministro no tiene efectivo disponible. En cambio, el dinero de los simpatizantes está llegando al nuevo y misterioso fondo PM-CARES. Las comidas pre-empaquetadas con la cara de Modi en ellas han comenzado a aparecer.
Además de esto, el primer ministro ha compartido sus videos de yoga nidra, en los que un Modi animado y transformado, con un cuerpo de ensueño, muestra asanas de yoga para ayudar a las personas a lidiar con el estrés del autoaislamiento. El narcisismo es profundamente preocupante. Quizás una de las asanas podría ser una asana en la que Modi solicita al primer ministro francés que nos permita renunciar al muy problemático acuerdo de aviones de combate Rafale y usar esos 7.8 mil millones de euros para las medidas de emergencia que se necesitan desesperadamente para apoyar a millones de personas hambrientas. Seguramente los franceses lo entenderán. A medida que el bloqueo entra en su segunda semana, las cadenas de suministro se han roto, los medicamentos y los suministros esenciales se están agotando. Miles de camioneros siguen abandonados en las carreteras, con poca comida y agua. Los cultivos en pie, listos para ser cosechados, se están pudriendo lentamente.
La crisis económica está aquí. La crisis política está en curso. Los principales medios de comunicación han incorporado la historia del Covid-19 en su campaña anti-musulmana. Una organización llamada Tablighi Jamaat, que celebró una reunión en Delhi antes de que se anunciara el cierre, resultó ser un «súper propagador». Eso se está utilizando para estigmatizar y demonizar a los musulmanes. El tono general sugiere que los musulmanes inventaron el virus y lo han propagado deliberadamente como una forma de yihad.
La crisis del coronavirus aún está por llegar. O no. No lo sabemos. Si lo hace, y puede hacerlo, podemos estar seguros de que se abordará, con todos los prejuicios prevalecientes de la religión, la casta y la clase completamente en su lugar.
Hoy (2 de abril) en la India hay casi 2,000 casos confirmados y 58 muertes. Estos son seguramente números poco confiables, basados en pocas pruebas. La opinión de los expertos varía enormemente. Algunos predicen millones de casos. Otros piensan que el costo será mucho menor. Es posible que nunca conozcamos los contornos reales de la crisis, incluso cuando nos golpee. Todo lo que sabemos es que la carrera en los hospitales aún no ha comenzado.
Los hospitales y clínicas públicas de la India, que no pueden hacer frente a los casi un millón de niños que mueren de diarrea, desnutrición y otros problemas de salud cada año, con los cientos de miles de pacientes con tuberculosis (una cuarta parte de los casos del mundo), con una vasta anemia y con la población desnutrida vulnerable a cualquier cantidad de enfermedades menores que resulten fatalas para ellos, no podrán hacer frente a una crisis como la que están enfrentando ahora Europa y los Estados Unidos.
Toda la atención médica está más o menos en espera ya que los hospitales han sido puestos al servicio del virus. El centro de traumatología del legendario Instituto de Ciencias Médicas All India en Delhi está cerrado, los cientos de pacientes con cáncer, conocidos como refugiados de cáncer, viven en las carreteras fuera de ese enorme hospital, conducidos como ganado.
La gente se enfermará y morirá en casa. Puede que nunca sepamos sus historias. Puede que ni siquiera se conviertan en estadísticas. Solo podemos esperar que los estudios que dicen que al virus no le gusta el clima cálido, sea correcto (aunque otros investigadores han puesto en duda esto). Nunca un pueblo anheló tan irracionalmente y tanto por un verano indio ardiente y castigador.
¿Qué es esto que nos ha pasado? Es un virus, sí. En y por sí mismo no tiene ningún resumen moral. Pero definitivamente es más que un virus. Algunos creen que es la forma en que dios nos llega a nuestros sentidos. Otros dicen que es una conspiración china para dominar el mundo. Sea lo que sea, el coronavirus ha arrodillado al poderoso y ha detenido el mundo como nada más pudo hacerlo. Nuestras mentes todavía están corriendo de un lado a otro, anhelando un retorno a la «normalidad», tratando de unir nuestro futuro a nuestro pasado y negándose a reconocer la ruptura. Pero la ruptura existe. Y en medio de esta terrible desesperación, nos ofrece la oportunidad de repensar la máquina del fin del mundo que hemos construido para nosotros mismos. Nada podría ser peor que volver a la normalidad.
Históricamente, las pandemias han obligado a los humanos a romper con el pasado e imaginar su mundo de nuevo. Esta no es diferente. Es un portal, una puerta de enlace entre un mundo y el siguiente. Podemos elegir atravesarla, arrastrando los cadáveres de nuestro prejuicio y odio, nuestra avaricia, nuestros bancos de datos e ideas muertas, nuestros ríos muertos y cielos humeantes detrás de nosotros. O podemos caminar a la ligera, con poco equipaje, listos para imaginar otro mundo. Y listos para luchar por él.
Arundhati Roy, 4 de abril de 2020
Fuente original en inglés: FT
Traducción al castellano para Comunizar: Catrina Jaramillo.
Fuente: http://comunizar.com.ar/arundhati-roy-la-pandemia-portal/