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Ciencia y religión

Con la nueva producción de la serie Cosmos, conducida por el astrofísico Neil deGrasse Tyson, la cual sigue la línea estructural y temática de la primera producción realizada a finales de la década de los 70, presentada y dirigida por el también astrofísico Carl Sagan, la disputa entre ciencia y religión, dos formas de explicación del universo y la vida, una basada en la razón y la otra en la creencia, han cobrado fuerza y vigencia.

A pesar de los ya famosos intentos de establecer un acercamiento o complementariedad entre estas dos formas de aproximación a la realidad, por ejemplo el famoso debate del 2004 entre el filósofo Jürgen Habermas y el entonces cardenal Joseph Ratiznger, resulta evidente para muchos que ciencia y religión no solo son disímiles sino que además son inconciliables, pues mientras la primera parte y se nutre del cuestionamiento, la segunda nace y se fortalece con la fe; mientras una no establece límites y avanza gracias a la crítica bajo la cual somete todos sus juicios, la otra se repliega y no admite poner en duda ninguno de sus dogmas; mientras una está en permanente búsqueda y construcción, la otra ofrece una verdad inmutable y final… En fin, las diferencias, abismales e insalvables entre una y otra, son bastante numerosas y sustanciales, pero todas ellas son más o menos derivación lógica de un hecho general: la ciencia alienta el uso de la razón, la religión la inhibe.

Hoy, como ayer, Cosmos ha puesto el dedo en la llaga al iniciar la serie defendiendo con contundencia la teoría de la evolución como una explicación científica y suficientemente probada del origen del ser humano, pero esta vez la serie ha dado un paso adelante al atreverse a denunciar la patraña de quienes pretenden dotar de cientifismo a la teoría creacionista camuflándola bajo el nombre de “Diseño Inteligente”, poniendo de este modo a la teoría creacionista en el lugar que le corresponde, el de los mitos y leyendas.

Ahora bien, puede entenderse que en la infancia de la humanidad todo fenómeno recién percibido y vivido por el ser humano resultase inexplicable; que ante la majestuosa belleza de la naturaleza y su impredecible manifestación, se inventase un ser omnipotente responsable de todo y, por ello mismo, capaz de intervenir continuamente en él, pero que esa simple, endeble y provisional solución a las incógnitas y misterios de la vida, siga siendo considerada válida en un mundo en el que la ciencia ha logrado ofrecer explicación lógica y racional a muchos de tales fenómenos, exige explicación.

Explicaciones para entender este fenómeno hay muchas, algunas elaboradas por prestigiosos científicos y filósofos, algunas provenientes de la sociología, la sicología, las neurociencias y hasta del determinismo biológico más radical, pero aunque algunas de éstas puedan resultar poco convincentes, incompletas o refutables, no puede negarse que hay factores históricos, reales y concretos que no pueden descartarse a la hora de entender por qué se sigue creyendo en un dios en la era de mayor desarrollo de la ciencia.

Desde los inicios de la división de la sociedad en amos y esclavos, la religión se ha utilizado como una forma más de sometimiento y sujeción. Las instituciones religiosas se han constituido en potentes armas ideológicas al servicio de los más poderosos y ellas, en sí mismas, han detentado el poder no sólo ideológico sino social y económico en largos y nefastos períodos de la historia.

A través del miedo y del terror, de un lado, y de la espada y todas las formas inimaginables de tortura, de otro, la religión ha logrado no solo imponer la creencia en un ser divino sino, lo que es peor, castrar toda forma de pensamiento crítico y reflexivo, tarea persistente en la que las demás instituciones sociales han participado en su propósito de servir a quienes detentan el poder, que son quienes realmente reciben los réditos de la ignorancia y la estulticia humanas.

Cosmos, en su defensa férrea y sin titubeos del pensamiento científico como forma válida de conocimiento, se constituye así en un ataque a la estructura de poder que sustenta el ideario falaz de la religión, de ahí la fuerza de las voces que se levantan en contra de la serie.

La ciencia, en su búsqueda de la verdad, en su camino irreversible hacia el desentrañamiento del Cosmos, necesariamente se convierte en un arma de lucha en contra de la opresión, es ese su poder, es ese su peligro.

Conciencia No. 1 - ¡Defender la Ciencia!!

 En este primero número del Boletín "Con-ciencia"  se presenta a la Corriente Progresista de Intelectuales.  Incluye un llamado de numerosos científicos a la sociedad para defender la Ciencia de pensamientos atrasados y dogmáticos que aún se presentan.

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