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CRÍTICA por Rubén Corral
Discursos incompatibles
Gusten cada vez más, o gusten cada vez menos –porque ésa suele ser la tendencia–, los cineastas dedicados a retratar una determinada sección de las relaciones sociales y laborales, de las angustias de la convivencia, mantienen habitualmente una coherencia interna en su obra que ocasionalmente se torna envilecimiento de contenidos por las formas (la prepotencia y alienación de Ken Loach) y que en otras logra sublimar la fórmula a tal punto que, pese a parecer que nos encontramos siempre ante la misma película, resultan siempre películas compactas, complejas, estimulantes, que llenan (lo digo por Mike Leigh).
Sin embargo, en ninguna de estas posibilidades se encuadra el cine de Fernando León de Aranoa, experimentado guionista y (para variar) encumbrado prematuramente como director tras el éxito de público conseguido con “Barrio” que, todavía a estas alturas, es su trabajo más redondo. Las películas de León de Aranoa, limitadas como se encuentran las aptitudes como director del autor de “Caminantes” o “Familia”, parecen navegar en un estado intermedio entre la placidez con que se contemplan y la rutina con que logra la adhesión del público gracias a las bondades del tono –la idea, exitosa, es compaginar mensaje político (perdón por utilizar una palabra tan descargada de significado en los últimos tiempos) con los códigos narrativos del género cómico– y, en este caso, con la extraordinaria labor de los actores (Javier Bardem y Luis Tosar, por fin actores españoles en un estado de forma fenomenal).
No obstante, las altas aspiraciones sociales del cine de Fernando León de Aranoa se encuentran –me temo– a la altura de las aspiraciones culturales, sociales e intelectuales (y todas mezcladas) de su propio público. De esta manera, no se puede evitar que la hipotética carga de demagogia que achacarán al film los sectores más conservadores se encuentre más en los ojos del que mira que en la propia película. Podemos remitirnos a los hechos. “Los lunes al sol” se presentó en la sección oficial a concurso del Festival de cine de San Sebastián y, en la concurridísima rueda de prensa posterior al pase oficial de la misma, no pocos acreditados hacían públicas sus dudas –ostensiblemente contrariados– acerca del hecho de que los personajes (ni las excelentes actuaciones les convencían) retratados en el film pudieran tener equivalentes en la vida real, en la sociedad española de la economía emergente. El productor Elías Querejeta no daba crédito a lo que le preguntaban.
Evidentemente, no había en esa edición del festival ningún despedido de una empresa naval ejerciendo las labores de crítico especializado que pudiera dar fe de lo que Querejeta, y la película “Los lunes al sol”, quieren testimoniar. Es decir, que la España de la economía emergente –afirmación rutinaria que se mantiene a pesar de que los correspondientes ministros de economía corrijan su pronóstico de IPC anual cada mes– quizá se logre gracias a apretar siempre un poco más el cinturón del que no tiene cinturón, quizá se logre aprovechando la necesidad de unos inmigrantes que –como dice un personaje de la película– vienen a trabajar a España y consiguen trabajo –y que no están dispuestos a embarcarse en cruzadas sindicalistas o reivindicativas–, quizá se logre facilitando los despidos, quizá se logre desinformando a la masa social –la misma que ve la tele, vota al Partido Popular y al que se le recortan derechos “de tercera generación”–, quizá se logre favoreciendo que las empresas puedan hacer uso de mano de obra no barata sino gratuita. Querejeta no podía mostrar nada de esto a esos periodistas incrédulos, que viven una existencia asegurada (incluso van al festival de cine de San Sebastián a ver películas cobrando), que dilapidan su existencia creyendo a pies juntillas su crédito dudando de la realidad y persiguiendo los paraísos artificiales –drogas, cine-clubes, fetichismo, diseño, viajes instantáneos, gastronomía, moda, clases de alemán o plataformas digitales de televisión– que alguien sujeta desde el palo, mordisqueando el fragmento de zanahoria que interesa que mordamos. Georges Pérec ya escribió “Las cosas” hace algunos años y, sin embargo, algunos todavía no la hemos leído, o no la hemos comprendido. O, lo que es peor, nos parece arte, el mismo arte de “Los lunes al sol”.
Y la rabia de este discurso, el enfado que provoca sentir las risas de los espectadores de “Todo o nada” (All or nothing, Mike Leigh, 2002) sólo corrobora el éxito de una mayoría que nos lleva en una espiral –sí, de silencio– hacia el “progreso”, hacia la anulación de los individuos y hacia la esclerotización de pensamientos, esquemas sociales o el concepto de progreso (que ahora es, exclusivamente, económico, y no es el de usted ni el mío). Y la rabia de “Los lunes al sol”, la validez del discurso se acaba en cuanto se abandona la sala. Magro resultado: que sólo la decepción de los resentidos que no logramos reírnos ante determinadas situaciones de “Los lunes al sol” o de “Full Monty”, sea la que continúe. Porque estaba allí antes de entrar en la sala.
Director: Fernando León de Aranoa
Género: Crítica, Comedia
Imagen tomada de la wikipedia en inglés.