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Les compartimos este interesante articulo sobre un ejemplo de un científico crítico y al servicio del Pueblo:
El 19 de agosto el pueblo perdió un amigo y aliado. Linus Pauling, destacado químico, firme activista antibélico y franco partidario de la terapia de vitaminas, murió a la edad de 93 años.
Durante 7 décadas como científico y 40 años como activista político, Pauling se ganó el respeto y cariño de gente por todo el planeta: en la comunidad científica, en los movimientos contra la guerra nuclear y la destrucción del medio ambiente, de muchos trabajadores médicos y de salud pública, y de los muchos que se beneficiaron con sus avances científicos.
Pauling recibió una larga lista de condecoraciones científicas y humanísticas y fue autor de más de 600 informes científicos y del libro de texto de ciencias más citado en la historia. Fue un experto de expertos, en esta época capitalista en la que las ciencias y la investigación científica son casi exclusivamente propiedad de los expertos.
Pero Pauling no se limitó a desarrollar el papel que la sociedad les asigna a los científicos. Sentía gran cariño por las masas y creía que la meta de las ciencias debe ser mejorar la vida de los seres humanos. No restringió sus investigaciones al estrecho campo de problemas que más le interesa a la clase dominante. Abrió nuevos caminos científicos, y nunca le asustó enfurecer a los peces gordos del mundo científico, corporativo y político.
En cuestiones de política Pauling fue valiente. Opinaba que los científicos debían criticar a las autoridades, tanto en la esfera científica como social. En la época macartista de los años 50, cuando el disentimiento político era bastante peligroso, Pauling condenó la prepotencia de Estados Unidos ante los demás países con su arsenal de armas nucleares. Se opuso a las investigaciones para desarrollar nuevas armas nucleares y declaró que los preparativos del gobierno para “librar y ganar” una guerra nuclear eran una locura.
A pesar de su posición social destacada, estaba dispuesto a arriesgarlo todo. Por eso durante 40 años se encontró en medio de montones de controversias científicas y políticas. Poderosas fuerzas de la sociedad lo atacaron y ridiculizaron por “ir demasiado lejos” y hablar de “temas fuera de su esfera de conocimiento”.
Pero esta actitud de “rebasar los límites” de las ideas e instituciones anticuadas y reaccionarias es precisamente lo que recordamos más afectuosamente de Linus Pauling.
PIONERO CIENTÍFICO
Pauling inició sus experimentos químicos de adolescente. En los años 20 y 30, se unió a un grupo de jóvenes científicos y juntos desarrollaron una nueva rama de la física: la mecánica cuántica, o sea, el estudio del funcionamiento de la materia en el interior del átomo. Combinó sus conocimientos de las sustancias químicas y la mecánica cuántica para investigar cómo se vinculan los átomos para formar las moléculas de los distintos elementos químicos. Pauling y sus colegas emplearon nuevas formas de experimentación para analizar cristales, minerales y otras sustancias, y para entender los enlaces químicos, o sea, las fuerzas que vinculan los átomos en el interior de las moléculas o que vinculan una molécula a otra.
A partir de la década del 40, Pauling concentró sus estudios más y más en problemas biológicos y médicos. Junto con sus equipos de investigación, analizó las sustancias de carbono del interior de los seres vivientes llamadas moléculas orgánicas.
El trabajo de sus equipos de investigación reveló como se pueden separar y recombinar las moléculas. Ese descubrimiento causó una revolución en la química, la biología molecular, la genética, la medicina y otros campos, y permitió a los seres humanos crear y manipular muchas clases de sustancias químicas. En 1939 salió su famoso libro The Nature of the Chemical Bond (la naturaleza del enlace químico).
Una de esas sustancias fue la hemoglobina, el componente de la sangre que transporta el oxígeno por todo el cuerpo. Pauling quería mejorar la situación de los negros en este país, así que estudió en particular la anemia de la célula falciforme, una enfermedad genética que afecta a muchas personas de ascendencia africana occidental y que causa una anormalidad en la hemoglobina. Sus investigaciones llevaron a un tratamiento más eficaz para esa enfermedad.
Pauling elaboró teorías sobre los anticuerpos y la anestesia, y contribuyó a entender la estructura del material genético, el ácido dioxirribonucleico (ADN).
Por sus logros científicos, le dieron el premio Nóbel en química en 1954, pero casi no pudo viajar a Europa a recibirlo por los ataques macartistas. Pauling se había metido en campos políticos que el gobierno consideraba (y todavía considera) fuera de los límites aceptables para los científicos destacados.
FUERA DEL LABORATORIO PARA PLANTÁRSELE A LA MÁQUINA DE GUERRA
Durante la segunda guerra mundial a comienzos de los años 40, el gobierno canalizó todos los recursos científicos posibles hacia la guerra: a crear nuevas armas para salir victorioso y dominar el mundo de la posguerra. Como resultado de los descubrimientos en física antes de la guerra y durante ella, el gobierno obtuvo una nueva arma de destrucción masiva: la bomba atómica.
Durante la guerra, Pauling trabajó en el campo de las investigaciones militares, aunque no participó directamente en el proyecto para construir la bomba atómica. Como muchos científicos progresistas, justificaba su participación en las investigaciones de la máquina de guerra estadounidense con el argumento de que la máquina de guerra alemana era un enemigo más peligroso de la humanidad.
Pero poco después de la guerra, a Pauling le inquietó ver como Washington usaba sus nuevas armas atómicas para intimidar el resto del mundo. A él y a otros científicos destacados les asustó la destructividad de las armas que su labor había creado. Por eso y con la influencia de su esposa, Eva Helen Miller, una firme activista, Pauling entró a la vida política.
Durante los años 50, Pauling llegó a ser un conocido oponente del macartismo: la reaccionaria campaña anticomunista que lanzó la clase dominante con el fin de preparar al país para la nueva guerra mundial contra la Unión Soviética (que en ese entonces todavía era un país socialista).
Junto con otros científicos progresistas, como Albert Einstein y Barry Commoner, Pauling advirtió de los peligros de las armas nucleares y estudió sus consecuencias sociales, médicas y ambientales. Ayudó a forjar un movimiento internacional de oposición a las pruebas nucleares y al desarrollo de armas nucleares. Se negó a participar en la cruzada anticomunista contra la URSS (incluso cuando ciertos filósofos soviéticos criticaron su propio trabajo teórico).
A raíz de esas actividades, el gobierno lo acusó de ser simpatizante del comunismo e intentó callarlo. Sus inquisidores le exigieron que les entregara el nombre de los demás organizadores de una campaña para recolectar firmas contra las armas nucleares. Se negó a hacerlo diciendo: “mi conciencia no me permite protegerme sacrificando a esos jóvenes idealistas. ¡No lo haré!”
El gobierno le quitó su pasaporte para que no pudiera viajar al extranjero, aunque tuvo que reconocerlo nuevamente en 1954 cuando le dieron el Premio Nóbel. Hubiera sido un gran escándalo internacional prohibir a un destacado científico ir a Suecia a aceptarlo.
Los cagatintas de los medios de comunicación atacaban constantemente sus actividades contra las armas nucleares; afirmaban que los científicos no debían meterse en política. Años atrás, Pauling dijo lo que pensaba de ese argumento: “he afirmado que los científicos tienen las mismas responsabilidades que los ciudadanos comunes y corrientes, pero que además tienen una responsabilidad por su conocimiento científico y de los problemas de la sociedad en que impactan las ciencias... Año tras año me han dicho que quizá sepa mucho de química pero eso no quiere decir que entienda los asuntos mundiales o los problemas económicos o sociales, así que debo callarme. He contestado: primero, no voy a seguir sus consejos, pero segundo hay muchas otras personas, abogados y políticos, igual de ignorantes que yo en esas esferas, pero nadie les dice que se callen”.
En 1956 los seguidores del camino capitalista (dirigidos por Nikita Jruschov) tomaron el poder en la URSS y derrotaron el socialismo. A mediados de los años 60, los imperialistas yanquis hicieron las paces con los nuevos zares, por el momento el peligro de una confrontación militar entre Estados Unidos y la URSS disminuyó y los nuevos gobernantes soviéticos exhortaron a los pueblos del mundo a parar sus luchas revolucionarias en nombre de la “paz”.
Durante ese período, la clase dominante estadounidense suspendió las pruebas nucleares en la superficie. Pauling recibió un segundo Premio Nóbel, esta vez el de la paz, por sus actividades contra las armas nucleares.
Pauling opinaba que con el desarrollo de las armas nucleares la guerra había pasado a ser un método anticuado de resolver los conflictos sociales. Este punto de vista pacifista lo compartían muchos activistas contra la guerra. Pero a diferencia de muchos otros, Pauling siempre excluía de su pacifismo las “guerras de liberación”. Al cumplir 90 años le preguntaron si la violencia se puede justificar en algún caso. Respondió que en algunos casos es necesario para que el pueblo se deshaga de sus opresores. Las luchas mundiales de liberación de los años 60 influenciaron mucho a Pauling y lo empujaron más a la izquierda. A su vez, él ejerció gran influencia en muchos investigadores y activistas jóvenes. Bajo la presión de sus colegas conservadores, renunció a su cargo en el instituto de Tecnología de California, donde trabajó más de 35 años.
En 1968 Pauling habló de los partidos demócrata y republicano: “no pienso que los partidos, incluso si cambian... puedan abolir el viejo sistema del que forman parte... Soy partidario de la no violencia. El problema es que el sistema es partidario de la violencia, la fuerza, el Napalm, el poder policial, los bombardeos aéreos, los B-52 y B-58, las armas nucleares, la guerra. Mientras el sistema siga siendo el factor determinante, nuestra esperanza de que la revolución que viene sea no violenta no concuerda con la realidad.”
Junto con Eva Miller, Pauling se opuso activamente a la guerra de Vietnam, condenó al capitalismo y defendió el socialismo.
En medio de los tumultos políticos de fines de los años 60, empezó a investigar un campo científico muy polémico: el uso de las vitaminas para curar las enfermedades.
EN BUSCA DE UN A MEDICINA PREVENTIVA POPULAR
A Pauling le interesaba la medicina ortomolecular, una rama de la medicina que aprovecha las sustancias químicas que se producen naturalmente en el cuerpo para proteger la salud y curar las enfermedades. Creía que esas sustancias, como por ejemplo las vitaminas, pueden fortalecer en gran medida el sistema de defensas del cuerpo.
Sus investigaciones se centraron en la terapia de megavitaminas, o sea, tomar dosis de vitaminas muchas veces más grandes que la dosis diaria mínima que recomendaban las autoridades médicas. Cuando Pauling y sus colegas publicaron los resultados de sus investigaciones sobre el tratamiento de enfermedades mentales con vitaminas en 1973, la Asociación Psiquiátrica Americana los atacó y calumnió. Afirmó que las terapias de megavitaminas no tenían ningún valor y que sus partidarios eran impostores.
No es difícil entender por qué el método que adoptó Pauling enfurecía tanto a las autoridades médicas: en el capitalismo, la medicina es una empresa cuyo propósito es sacar ganancias. La manufactura de las drogas, la cirugía y otros procedimientos de alta tecnología producen miles de millones de dólares. Pero Pauling proponía que muchas enfermedades se pueden prevenir y curar sin drogas ni costosas operaciones, cambiando la alimentación y tomando vitaminas. Sus ideas fueron un desafío a los intereses creados de la medicina capitalista y las ganancias de las poderosas corporaciones de productos médicos, pero han sido de beneficio para el pueblo.
PAULING Y LA VITAMINA C.
A raíz de sus estudios en el campo de la medicina, la farmacología y la evolución, Pauling centró sus investigaciones en la vitamina C. Propuso que en el curso de su desarrollo el cuerpo de ciertos animales, entre ellos los seres humanos, perdió la capacidad de manufacturar vitamina C, así que necesita ingerir grandes dosis de esa sustancia. Oficialmente el gobierno recomienda ingerir entre 45 y 50 miligramos al día, lo suficiente para impedir el escorbuto, una enfermedad que se debe a la falta de vitamina C. Pero Pauling opinaba que se requiere una dosis mucho más grande (de 5 a 200 veces más, según el individuo) para proteger la salud física y mental.
Pauling citó varios estudios que indicaban que grandes dosis de vitamina C podían impedir el resfriado común o reducir significativamente su duración y severidad. Su libro La Vitamina C y el Resfriado, que salió en 1970, llegó a ser un best-seller y Pauling ganó fama por todas partes. El público compró grandes cantidades de vitamina C.
Las autoridades médicas y las compañías de drogas atacaron sus investigaciones. Dijeron que se había salido de su campo una vez más, que “no era experto en nutrición”. (¡qué hipocresía, dado que debido a esas mismas autoridades pocas escuelas de medicina en Estados Unidos ofrecen cursos en nutrición!) Pauling respondió que esa hostilidad se debía en parte a la “falta de interés de las compañías de drogas en una sustancia natural que está a la venta a bajo precio y que no se puede patentar”. Trabajando en el Instituto Linus Pauling en Menlo Park, California, Pauling expandió el campo de sus investigaciones del uso de la vitamina C y otras sustancias naturales. Sin grandes becas y a pesar de las calumnias oficiales, estudió la prevención y el tratamiento de muchas enfermedades del corazón y el cáncer.
Para los especialistas en medicina occidental, es difícil creer que una sustancia pueda fortalecer y regular los sistemas del cuerpo (como el sistema inmunológico) y contribuir de esa manera a la salud general y a la prevención de muchas enfermedades. Pauling dijo: “es increíble que alguien sostenga que una sustancia es buena para la salud, no importa de que enfermedad uno sufre. Sin embargo existen muchas pruebas de que esa sustancia es la vitamina C”. En 1979, publicó un libro titulado El Cáncer y la Vitamina C, junto con Ewar Cameron. Decía que se necesitaban nuevos tratamientos para el cáncer dado que los métodos convencionales solo curaban a uno de cada tres pacientes y que “un método práctico para prevenir el cáncer... requiere abordarlo desde dos direcciones, o sea, reducir los agentes cancerígenos (los productos químicos que causan cáncer) en el ambiente humano y adoptar medidas para hacer que la población humana sea más resistente”. Pauling y Cameron afirmaron que muchos experimentos controlados con megadosis de vitamina C prolongaron la vida de los pacientes. Opinaban que la vitamina C puede retardar la difusión de las células cancerosas, fortaleciendo el cemento intercelular (el material que se encuentra entre las células) y el sistema inmunológico.
Varias autoridades médicas, como la prestigiosa Clínica Mayo, afirmaron que realizaron experimentos con vitamina C que refutaban las teorías de Pauling. Desde esa fecha esos estudios se han citado ampliamente para ridiculizar las investigaciones de Pauling y la terapia de megavitaminas.
Pauling respondió a los experimentos de la Clínica Mayo señalando que utilizaron dosis demasiado bajas de la vitamina y pacientes cuyo sistema inmunológico estaba gravemente afectado por los tratamientos profesionales como la quimioterapia. Recomendó hacer más investigaciones.
Hasta la fecha, las autoridades médicas no han investigado de una manera sistemática o imparcial la terapia de las megavitaminas, a pesar de que sus terapias para el resfriado, las enfermedades del corazón y el cáncer no son satisfactorias. Los medios de comunicación tratan la terapia de vitaminas como si fuera un fraude y una y otra vez han pintado a Pauling como un genio a quien se le “ablandó” el cerebro con la edad.
Pero a pesar de esa oposición, hoy miles son partidarios de la terapia de megavitaminas. Muchos usan la vitamina C para prevenir y curar el resfriado, y los trabajadores de la salud mental progresistas toman muy en serio otras sustancias nutritivas.
EL PARTIDARIO INCANSABLE
El capitalismo crea una enorme brecha entre las masas y la investigación científica. Aísla a los científicos de la vida de los oprimidos y canaliza sus investigaciones hacia las metas de aumentar las ganancias y preparar la guerra, en vez de servir al pueblo. Linus Pauling trató de llenar la brecha y romper las cadenas que aceptan tantos científicos. Cuestionó los dogmas establecidos y los intereses creados. Corrió riesgos cuando las autoridades científicas rechazaron sus conclusiones, Pauling llevó sus teorías directamente al pueblo, ya fuera el peligro de la guerra nuclear, la necesidad del cambio social o la terapia de megavitaminas. Aprovechó su posición de científico de renombre para decir la verdad, tal como la entendía, y para luchar en beneficio del pueblo.
Durante décadas Linus Pauling luchó para poner la ciencia, la salud y la medicina en las manos del pueblo y a su servicio. Condenó y atacó la naturaleza belicista de ese sistema capitalista. En nuestra lucha en pos de estas mismas tareas, la visión, el rigor científico, el valor y la compasión de Linus Pauling, nos inspiran.
1 Tomado del periódico Obrero Revolucionario, voz del PCR-EU.