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Bertolt Brech, Kalendergesschichten, citado por Everett Reimer, en La escuela ha muerto. Barral, Barcelona, 1975)
“Si los tiburones fueran personas”, preguntó al señor K. la hijita de su arrendadora, “¿se portarían mejor con los pececillos?” “Por supuesto” dijo él. “Si los tiburones fueran personas harían construir en el mar unas enormes cajas para los pececillos, con toda clase de alimentos en su interior, tanto vegetales como animales. Se encargarían de que las cajas tuvieran siempre agua fresca y adoptarían toda clase de medidas sanitarias. Si por ejemplo un pez se lastimara su aleta, le pondrían inmediatamente un vendaje de modo que el pececillo se les muriera a los tiburones antes de tiempo. Para que los pececillos no se entristecieran, se celebrarían algunas veces grandes fiestas acuáticas, pues los pececillos alegres son mucho más sabrosos que los tristes. Por supuesto, en las grandes cajas habría también escuelas. Por ellas los pececillos aprenderían a nadar hacia las fauces de los tiburones. Necesitarían, por ejemplo, aprender geografía de modo que pudiesen encontrar fácilmente a los tiburones que andan perezosamente tumbados en alguna parte. La asignatura principal, será naturalmente la educación moral del pececillo. Se les enseñaría que para un pececillo lo más grande y lo más bello es entregarse con alegría, y que todos debían creer en los tiburones, sobre todo cuando estos les dijeran que iban a proveer un bello futuro. A los pececillos se les haría creer que este futuro solo estaría garantizado cuando aprendiesen a ser obedientes. Los pececillos deberían guardarse muy bien de toda inclinación vil, materialista, egoísta y marxista; y cuando alguno de ellos manifestara tales desviaciones, los otros deberían inmediatamente denunciar el hecho a los tiburones.
“…si los tiburones fueran personas, también habría entre ellos un arte, claro esta. Habría hermosos cuadros a todo color, de las dentaduras del tiburón, y sus fauces serian representadas como lugares de recreo donde se podría jugar y dar volteretas. Los teatros del fondo del mar llevarían a escena obras que mostraran a heroicos pececillos nadando entusiastamente en las fauces de los tiburones, y la música sería tan bella que a su son, los pececillos se precipitarían fauces adentro, con la banda de música por delante, llenos de ensueño y arrullados por los pensamientos más agradables. Tampoco faltaría religión. Ella enseñaría que la ‘verdadera vida’ del pececillo comienza verdaderamente en el vientre de los tiburones. Y si los pececillos fueran personas dejarían de ser como hasta ahora, iguales. Algunos obtendrían cargos y serian colocados encima de otros. Se permitiría incluso que los mayores se comieran a los pequeños. Eso sería delicioso para los tiburones, puesto que entonces tendrían más a menudo bocados más grandes y apetitosos que engullir. Y los pececillos más importantes, los que tuvieran cargos, se cuidarían de ordenar a los demás. Y así habría maestros, oficiales, ingenieros de construcción de cajas, etc. EN OTRAS PALABRAS, SI LOS TIBURONES FUERAN PERSONAS, EN EL MAR NO HABRÍA MAS QUE CULTURA.”