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CONCiencia No. 11 - En el camino de la ciencia

La onceava edición del boletín CONCiencia comparte dos artículos -uno de creación de la Corriente-, dedicados a realizar una crítica a las seudociencias, y a comprender y conocer el método que diferencia a la ciencia de todo lo demás.

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Investigación científica con fines de lucro

Asa Cristina Laurell - La Jornada

La incontenible privatización de todas las actividades que pueden generar ganancias hace surgir nuevos dilemas éticos y riesgos para los ciudadanos. La investigación científica se está incorporando velozmente al capital y con ello surge una contradicción básica. Se supone que la comunidad científica busca nuevos conocimientos y comparte sus descubrimientos. La ciencia y sus resultados serían así un bien público a disposición de la humanidad para resolver problemas de la colectividad.

El propósito de la empresa privada, en contraste, es generar la máxima ganancia. Si invierte en investigación científica es para lucrar con sus resultados y para ello se protege patentando los descubrimientos. La defensa de la privatización de la investigación es que no hay dinero público que alcance y es justo que las empresas puedan recuperar su inversión en investigación y desarrollo de productos por medio de la propiedad intelectual.

El problema está en que el fin de lucro altera la investigación científica y subvierte su esencia. Cuando está implicada la ganancia surgen el financiamiento interesado y los conflictos de interés que afectan el bienestar y seguridad de la población.

La industria farmacéutica transnacional –la gran farma– es icono de esta problemática. Varias revisiones sistemáticas demuestran que los estudios que financia tienen, con más frecuencia, sesgos en su diseño, resultados favorables al fármaco investigado y ocultamiento de efectos adversos graves. La gran farma invierte dos veces más en comercialización y administración, 33 por ciento de sus costos, que en investigación y desarrollo, 17 por ciento. Los frutos de sus investigaciones son decrecientes; sólo nueve de las 22 moléculas y biológicos nuevos, registrados en 2006, habían sido desarrollados por estas compañías. Incluso 90 por ciento de sus ganancias provienen de fármacos que han estado en el mercado durante más de cinco años, según PriceWaterHouse.

Las patentes de muchos productos están por expirar y tendrán que competir con los fármacos genéricos con la habitual caída de precios o erosión por genéricos. Y tiene razón en preocuparse. Cuando Brasil e India ignoraron la patente del antirretroviral combinado para tratar el VIH/sida, el precio del tratamiento anual cayó de 11 mil a 295 dólares. Esto ilustra cómo la big pharma condena a muerte a los que no pueden pagar y daña los sistemas de salud con sus precios monopólicos. Su estrategia de cabildeo con los gobiernos y los legisladores se enfoca actualmente a modificar la legislación sobre patentes para prolongarlas y a impedir que se adopten protocolos de atención con el uso racional de fármacos o que se facilite la venta de éstos sin receta.

Otra actuación con daños a las personas está relacionada con la manipulación de los resultados de los ensayos clínicos de sus medicamentos, sea por ocultamiento de efectos secundarios o por proponer usos del medicamento no investigados.

En la actualidad se debaten varios casos muy célebres. Uno es Avandia de GSK, antidiabético que tiene ventas por 2.2 mil millones de dólares. En 2007 se descubrió que este medicamento estaba asociado al incremento en cerca de 50 por ciento de ataques cardiacos. La empresa lo sabía, pero no lo había advertido en la caja. Este hecho llevó al Senado de Estados Unidos a formar un comité de investigación cuyos resultados, presentados en febrero de 2010, confirman este hecho y en julio se determinará si se retira del mercado. Circula en México donde sólo alerta contra su uso en personas con insuficiencia cardiaca, pero no sobre el aumento del riesgo de infarto.

Otro caso es el medicamento Seroquel, de Astra Zeneca, cuyo uso aprobado es en el tratamiento de esquizofrenia. Posteriormente, la empresa lo promovió como tratar el trastorno bipolar, sin haber hecho nuevos ensayos clínicos. O sea, no está probado su efecto y la falta de tratamiento eficaz puede llevar el paciente al suicidio. Con esta ampliación sus ventas llegaron a 4.9 mil millones de dólares en 2009. Recientemente la empresa fue multada con 520 millones de dólares por este fraude contra el sistema de salud. Las autoridades mexicanas no han tomado ninguna medida.

La revisión de las investigaciones sobre Tamiflu que publicó el British Medical Journal en 2009 demostró el mismo comportamiento engañoso de Roche con información parcial, estudios de efectos adversos ocultados, etcétera, que llegó a concluir que no se puede garantizar que tenga utilidad ni que sea inocuo. Y, sin embargo, la Ssa hizo una compra de este medicamento por 325 millones en febrero, 2010. ¿Dónde está la autoridad sanitaria que debe proteger nuestra salud y el dinero destinado a ello?

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/06/04/index.php?section=opinion&article=a03a1cie

LA CIENCIA EN LA HISTORIA Y SU IMPACTO EN LA SOCIEDAD.

Lo que distingue a la historia humana de la historia del resto de la naturaleza, incluyendo la de los animales y las plantas, es que el hombre ha aprendido a producir y reproducir sus propios medios de existencia. Al actuar sobre la naturaleza, el hombre modifica el mundo natural y el propio mundo humano. Por medio del trabajo, con la ayuda de la ciencia y la técnica, se sostiene y profundiza la existencia material de la sociedad. Sin el trabajo y sin la ciencia, sería imposible el florecimiento del espíritu humano, el arte, la educación y la cultura.

No obstante, en sus orígenes, el saber científico no tenía el impacto que tiene en la época moderna. Los grandes adelantos tecnológicos de etapas anteriores, fueron más producto del ingenio de gente sencilla y no patrimonio de científicos o altos centros del pensamiento y la técnica. El fuego, la agricultura, el pastoreo, la rueda, la fundición de los metales, el arco y la flecha, el barco y la vela, fueron todos desarrollos que se dieron al margen de centros especializados del conocimiento y asimismo se difundieron.

Posteriormente, dichos saberes fueron formalizados en las distintas disciplinas científicas y en las academias y universidades, estableciendo una división del trabajo entre los que piensan y los que hacen, los que trabajan con su cabeza y los que trabajan con sus manos. Esta división, si bien necesaria en un comienzo, impide ahora a inmensas mayorías acceder al conocimiento científico, así como tomar control de sus beneficios.

El desarrollo de la ciencia no ha sido uniforme, ha tenido febriles períodos de auge, largos períodos de estancamiento, e incluso, algunos de retroceso. Se dice que más del 90% de los científicos de todas las épocas están vivos en la actualidad, lo cual dice mucho del crecimiento exponencial de la industria científica en nuestras sociedades.

Durante el renacimiento y los siglos subsiguientes, la ciencia se volcó al estudio de las cosas particulares, olvidándose de la visión abarcadora de la antigüedad, volviéndose concreta y analítica. El científico moderno reunificó la ciencia y la técnica. Por lo menos desde Galileo, la ciencia ha venido enfocándose hacia el experimento, a actuar sobre el mundo para controlarlo y darle utilidad. El impacto sobre la sociedad fue directo e inmediato, alterando la estructura toda de la sociedad humana.

Hoy nuestra civilización no podría sostenerse sin el apoyo de la ciencia y la técnica y lo será aún más en el futuro. La aldea global se ha hecho realidad con la revolución de los transportes, la informática y las telecomunicaciones. El estudio del genoma ha puesto de presente la unidad orgánica de toda la vida terrestre, de modo que hoy sabemos que no hay “razas” humanas y que todos provenimos de un antecesor común que vivió en África unos seis millones de años atrás.

La ciencia ha sido una fuerza civilizadora, una fuerza propulsora del desarrollo liberando a la humanidad de las garras de la superstición y la escasez. La ciencia sirve para crear nuevos objetos, nuevas ideas, nuevas tecnologías y nuevas formas sociales. Hoy en día la ciencia es una fuerza directa de producción. No podemos seguir considerando la ciencia, la investigación, el trabajo y la vida social como cosas separadas.

No obstante, tenemos que estar alertas frente a la tendencia a convertir la ciencia en un factor de dominación. La ciencia misma puede ser utilizada para concentrar el poder económico, ejercer dominación política y controlar a las personas. Hoy, la devaluación del mundo de los hombres, está en proporción directa con el creciente valor del mundo de las cosas. Y la ciencia parece estar contribuyendo a profundizar este fenómeno.

La ciencia es vital para la supervivencia de la especie, al tiempo que una amenaza de continuar realizándose y utilizándose como se hace. No es la racionalidad científica la que regula la economía y la política: es la racionalidad económica y política la que regula la ciencia y la somete. La sociedad actual nos han suministrado algunas cosas magnificas, pero al mismo tiempo, nos han enseñado muy malas maneras de utilizarlas. El uso del petróleo y sus derivados -con sus secuelas de calentamiento global y desastres ambientales- es una clara muestra de ello.

Estas reflexiones apuntan a entender que el ejercicio de la ciencia no está separado del entorno social y estructura de poder determinados. Y que dicho entorno social puede favorecer u obstaculizar el quehacer de los científicos y mejorar o estropear la sociedad humana. Los científicos tienen que reflexionar sobre esto y ojalá asumir una postura.

Extracto de obra de Bertolt Brecht: La Inquisición ratifica que la Tierra, inmóvil, es el centro del universo

El 16 de febrero de 1616, Galileo Galilei, considerado como el padre de la astronomía moderna, fue convocado por el Santo Oficio por oponerse a la teoría aristotélica del universo. Ésta establecía que la Tierra permanecía inmóvil en el centro del universo y todos los astros giraban en torno suyo.

Contrariando la teoría geocéntrica, Galileo retomó las ideas de Copérnico y desarrolló una teoría heliocéntrica, que sostenía que el sol era el verdadero centro del sistema y los demás planetas, incluida la Tierra, debían girar en torno suyo. Esto supuso un enconado enfrentamiento con la Iglesia, ya que las teorías sostenidas por Galilei contradecían las enseñanzas bíblicas de la Tierra como centro del universo.

A finales de febrero de 1616, la Inquisición condenó el sistema copernicano como “falso y opuesto a las Sagradas Escrituras” y a Galilei se le dio instrucciones de abandonar la defensa de esas ideas. Galilei guardo silencio, pero años más tarde, tras la publicación en 1632 del libro Diálogo sobre los sistemas máximos, fue convocado a Roma por la Inquisición acusado de “sospecha grave de herejía”. En 1633 Galilei fue obligado a abjurar de sus creencias y condenado a prisión perpetua. Más tarde se le permitiría cumplir su condena en su quinta de Arcetri.

En 1992, una comisión papal reconoció el error del Vaticano y Galileo Galilei es hoy un símbolo de la lucha contra el oscurantismo y de la libertad en la investigación científica.

A continuación incluimos un fragmento de la obra Galileo Galilei, escrita entre 1938 y 1939 por el dramaturgo alemán Bertolt Brecht.

Capítulo VIII: Un diálogo.

(En el palacio de la Legación florentina, en Roma, escucha GALILEI al PEQUEÑO MONJE, que, luego de la sesión del Colegio Romano, le había comunicado furtivamente el veredicto del Astrónomo Pontificio.)

GALILEI. — ¡Hable, continúe! La vestimenta que usted lleva le da siempre derecho a decir lo que se le ocurra. 

EL PEQUEÑO MONJE. — Señor Galilei, desde hace tres noches no puedo conciliar el sueño. No sabía cómo hacer compatible el decreto que he leído con los satélites de Júpiter que he visto. Por eso me decidí a decir misa bien temprano para venir a verlo.
 
Se me han revelado los peligros que traería para la Humanidad un afán desenfrenado de investigar, y por eso he decidido renunciar a la astronomía. Pero quisiera hacer conocer a usted los motivos que pueden llevar a un astrónomo a abstenerse de continuar trabajando en la elaboración de cierta teoría. 

GALILEI. — Me permito decirle que esos motivos son ya de mi conocimiento.
 

EL PEQUEÑO MONJE. — Comprendo su amargura. Usted piensa en ciertos y extraordinarios poderes de la Iglesia. Pero yo quisiera nombrarle otros. Permítame que le hable de mí. Yo he crecido en el campo, soy hijo de campesinos, de gente sencilla. Ellos saben todo lo que se puede saber sobre el olivo, pero de otra cosa muy poco saben. Mientras observo las fases de Venus veo delante de mí a mis padres, sentados con mi hermana cerca del hogar, comiendo sus sopas de queso. Veo sobre ellos las vigas del techo que el humo de siglos han ennegrecido, y veo claramente sus viejas y rudas manos y la cucharilla que ellas sostienen.
 A ellos no les va bien, pero aun en su desdicha se oculta un cierto orden. Ahí están esos ciclos que se repiten eternamente, desde la limpieza del suelo a través de las estaciones que indican los olivares hasta el pago de los impuestos. Las desgracias se van precipitando con regularidad sobre ellos. Las espaldas de mi padre no son aplastadas de una sola vez sino un poco todas las primaveras en los olivares, lo mismo que los nacimientos que se producen regularmente y van dejando a mi madre cada vez más como un ser sin sexo. De la intuición de la continuidad y  necesidad sacan ellos sus fuerzas para transportar, bañados en sudor, sus cestos por las sendas de piedra, para dar a luz a sus hijos, sí, hasta para comer. Intuición que recogen al mirar el suelo, al ver reverdecer los árboles todos los años, al contemplar la capilla y al escuchar todos los domingos el Sagrado Texto. Se les ha asegurado que el ojo de la divinidad está posado en ellos, escrutador y hasta angustiado, que todo el teatro humano está construido en torno a ellos, para que ellos, los actores, puedan probar su eficacia en los pequeños y grandes papeles de la vida. ¿Qué dirían si supieran por mí que están viviendo en una pequeña masa de piedra que gira sin cesar en un espacio vacío alrededor de otro astro? Una entre muchas, casi insignificante. ¿Para qué entonces sería ya necesaria y buena esa paciencia, esa conformidad con su miseria? ¿Para qué servirían ya las Sagradas Escrituras, que todo lo explican y todo lo declaran como necesario: el sudor, la paciencia, el hambre, la resignación, si ahora se encontraran llenas de errores? No, veo sus miradas llenarse de espanto, veo cómo dejan caer sus cucharas en la losa del hogar, y veo cómo se sienten traicionados y defraudados. ¿Entonces no nos mira nadie?, se preguntan. ¿Debemos ahora velar por nosotros mismos, ignorantes, viejos y gastados como somos? ¡Nadie ha pensado otro papel para nosotros fuera de esta terrena y lastimosa vida! Papel que representamos en un minúsculo astro, que depende totalmente de otros y alrededor del cual nada gira. En nuestra miseria no hay, pues, ningún sentido. Hambre significa sólo no haber comido y no es una prueba a que nos somete el Señor; la fatiga significa sólo agacharse y llevar cargas, pero con ella no se ganan méritos. ¿Comprende usted que yo vea en el decreto de la Sagrada Congregación una piedad maternal y noble, una profunda bondad espiritual? 

GALILEI. — ¡Bondad espiritual! Tal vez usted quiera decir que ahí no queda nada, que el vino se lo han vendido todo, que sus labios están resecos, ¡que se pongan entonces a besar sotanas! ¿Y por qué no hay nada? ¿Porque el orden en este país es sólo el orden de un arca vacía? ¿Porque la llamada necesidad significa trabajar hasta reventar? ¡Y todo esto entre viñedos rebosantes, al borde de los trigales!
 Sus campesinos son los que pagan las guerras que libra en España y Alemania el representante del dulce Jesús. ¿Por qué sitúa él la Tierra en el centro del Universo? Para que la silla de Pedro pueda ser el centro de la Humanidad. Eso es todo. ¡Usted tiene razón cuando me dice que no se trata de planetas sino de los campesinos! Y no me venga con la belleza de fenómenos que el tiempo ha adornado. ¿Sabe usted cómo produce sus perlas la ostra margaritífera? Encerrando con peligro de muerte un insoportable cuerpo extraño, un grano de arena, por ejemplo, rodeándolo con su mucosa. La ostra da casi su vida en el proceso. ¡Al diablo con la perla! Yo prefiero las ostras sanas. Las virtudes no tienen por qué estar unidas a la miseria, mi amigo. Si su gente viviera feliz y cómoda podrían  desarrollar las virtudes de la felicidad y del bienestar. Ahora, en cambio, las virtudes de esos exhaustos provienen de exhaustas campiñas y yo no las acepto. 

EL PEQUEÑO MONJE (con gran emoción).
 — ¡Los más sagrados motivos son los que nos obligan a callarnos! ¡Es la tranquilidad espiritual de los desdichados! 

GALILEI. — ¿Quiere usted ver un reloj labrado por Cellini que esta mañana entregó aquí el cochero del Cardenal Belarmino? Amigo mío, en recompensa de que yo, por ejemplo, deje a sus padres la tranquilidad espiritual, las autoridades me ofrecen el vino de las uvas que sus padres pisan en los lagares, con sudorosos rostros, creados a imagen y semejanza de Dios. Si yo aceptara callarme sería, sin duda alguna, por motivos bien bajos: vida holgada, sin persecuciones, etcétera.
 

EL PEQUEÑO MONJE. — Señor Galilei, yo soy sacerdote.
 

GALILEI. — Pero también es físico. Y, por consiguiente, ve que Venus tiene fases.
 
La suma de los ángulos del triángulo no puede ser cambiada según las necesidades de la curia. No puedo calcular la trayectoria de los cuerpos estelares y al mismo tiempo justificar las cabalgatas de las brujas sobre sus escobas. 

EL PEQUEÑO MONJE. — ¿Y usted no cree que la verdad, si es tal, se impone también sin nosotros?
 

GALILEI. — No, no y no.
 Se impone tanta verdad en la medida en que nosotros la impongamos. La victoria de la razón sólo puede ser la victoria de los que razonan. Vosotros pintáis a vuestros campesinos como el musgo que crece sobre sus chozas. ¡Quién puede suponer que la suma de los  ángulos del triángulo puede contradecir las necesidades de esos desgraciados! Eso sí, que si de una vez por todas no despiertan y aprenden a pensar, ni las mejores obras de regadío les van a servir de algo. ¡Qué diablos!, yo veo su divina paciencia, pero, ¿qué se ha hecho de su divino furor?

Ciencia y religión en los albores del nuevo milenio

Recensión.

El autor de este escrito, Juan Antonio Aguilera M., plantea que sobre el conflicto de la ciencia y las creencias religiosas, su intención es que el lector llegue a sus propias conclusiones. Y la conclusión que él ha alcanzado sobre el tema es: “existen conflictos irresolubles entre la ciencia y algunas creencias religiosas fundamentales”. Hace una comparación entre las características del conocimiento científico y el religioso.

El conocimiento científico:

  • La ciencia trata de fenómenos y hechos de la realidad empírica, que podemos percibir directa o indirectamente por los sentidos, se basa en la razón y no en sensaciones, opiniones infundadas o dogmas, es sistemática e intenta ser explicativa, no solo descriptiva.
  • En esta labor explicativa que supone que el conocimiento y la metodología científicos son comunicables, resalta la búsqueda de coherencia, claridad y precisión. Se rechazan el gusto, la intuición o la conveniencia como criterios de verdad.

  • En la ciencia se acepta que hay una realidad externa, que nuestros sentidos nos dan una indicación al menos parcialmente aproximada de ella y que esa realidad es inteligible.

  • Así mismo se asume que el pasado fue real y que podemos confiar un mínimo en la memoria de la mayoría.

  • Para que algo se califique como ciencia las observaciones deben ser verificables independientemente por otros. La mayor fuerza de la ciencia viene del hecho que sus hallazgos están sujetos a prueba.

  • Otro rasgo extraordinario de la ciencia, es la asunción de provisionalidad. Los objetivos principales de la ciencia son generar descripciones generales, pero también predicciones y explicaciones, a través de hipótesis, leyes y teorías. Las leyes describen; las teorías explican, revelan las causas.

  • La fuerza de la ciencia procede también de la conjugación de la creatividad con el rigor de la razón y la exigencia de pruebas. Esta fuera del alcance de la ciencia el emitir juicios de valor u opiniones estéticas.

Conocimiento religioso:

  • Las religiones suelen hacer afirmaciones dogmáticas y pretendidamente inmutables. Por la fe religiosa, no solo se deben creer cosas sin prueba, sino que en ocasiones, hay que creerlas aunque haya pruebas en contra: se considera que esto precisamente pone a prueba y refuerza la fe. No es que se rechace abiertamente la razón, sino que, como dice en la encíclica Fides Et Ratio, la razón esta iluminada por la fe.
  • La diferencia con el conocimiento científico está con el procedimiento que se sigue para alcanzar las verdades. En las religiones, este procedimiento se basa en la tradición y en la autoridad. Por la tradición, la gente suele creer ciertas cosas nada evidentes porque los antepasados del lugar han creído lo mismo durante siglos. Además las creencias se sostienen en que las sostienen personas importantes (autoridades). La tradición y la autoridad confluyen en la familia, en los padres. Cuando los niños crecen, otras autoridades toman el relevo de los padres: en la religión católica, curas, maestros y catequistas, bajo el control doctrinal de los obispos, y por encima de todos, el papa. En otras religiones encontramos autoridades como imanes, ayatolas, rabinos, pastores, gurus, diversos tipos de sacerdotes. En la inmensa mayoría de los casos las autoridades son masculinas, no pueden ser mujeres.

Resumiendo, tenemos de un lado, datos, leyes y teorías científicas muy contrastadas, muy resistentes a los intentos de refutación universales. Y del otro, creencias y dogmas religiosos, no verificados, sin pruebas, múltiples e incompatibles entre sí [se puede leer la transformación del agua en vino en las bodas de Canaán: página 8].

La visión anticientífica, por motivos religiosos, de la especie humana y sus orígenes, tiene a veces consecuencias desgraciadas. Un ejemplo es el caso de la homosexualidad: diversas religiones la consideran “contra natura” sobre la base de asignar a la naturaleza, y especialmente a los humanos, los propósitos divinos. Sin embargo, es evidente que la homosexualidad es natural, se observa en multitud de especies naturales. Otro caso de creencias religiosas anticientíficas con efectos morales graves es la existencia de alma en los zigotos y embriones humanos.

Apelar a un dios creador para explicar el origen del universo, no hace sino retrasar el problema hacia el origen del dios mismo. No deben valer los trucos de asignar a ese dios propiedades físicas, como la eternidad, y negárselas al propio universo físico. En definitiva: ese dios no es que no parezca una explicación satisfactoria, simplemente no parece una explicación.

La ciencia no nos da un sentido de la vida, una moral. Esto no es lo mismo que decir que, siguiendo a la ciencia, la vida carezca necesariamente de sentido, incluido el moral. La moral y el sentido son creaciones humanas que están fuera del ámbito científico, aunque, en mi opinión, tienen que estar muy atentas a la ciencia porque no deben ignorar los conocimientos sobre la realidad material.

Por: Juan Antonio Aguilera Mochón (MIENTRAS TANTO)*.

* Juan Antonio Aguilera Mochón es integrante del departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Granada.