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La realidad y las distorsiones de la realidad--La verdad objetiva y las influencias subjetivas
El filósofo Robert Pennock ha escrito un libro excelente y fácil de leer sobre los problemas científicos y filosófico-metodológicos de los creacionistas de Diseño Inteligente y de otras escuelas. Se llama The Tower of Babel: The Evidence against the New Creationism (La torre de Babel: La evidencia contra el nuevo creacionismo). Dice que los ataques de Diseño Inteligente contra el "naturalismo científico" caen en el error "posmodernista" deconstruccionista clásico de malinterpretar la obra de Thomas Kuhn. Este influyente filósofo e historiador de la ciencia planteó en la década de 1960 que el marco de referencia conceptual y teórico (el "paradigma") que escogen los científicos para investigar rompecabezas científicos está fuertemente influenciado por factores subjetivos, como las normas y las convenciones sociales. Lamentablemente, una interpretación de ese planteamiento fue que no hay verdad científica objetiva, que toda la verdad es por definición subjetiva y por lo tanto cualquier teoría científica es tan buena como la del vecino.
Pennock señala que esa no era la posición de Kuhn y que él mismo indicó que eso no era lo que quería decir pues las verdades científicas son objetivas (no subjetivas) y la verdad no es relativa. Kuhn aclaró que su posición era que los científicos necesariamente reciben influencias subjetivas, incluso al escoger el marco de referencia conceptual y el método para explorar la verdad objetiva. Pero a pesar de eso, la interpretación incorrecta inicial del planteamiento de Kuhn se regó por los círculos académicos e influenció el desarrollo del "deconstruccionismo" en el mundo literario. El deconstruccionismo es un método de leer y analizar textos que enfatiza la multiplicidad de interpretaciones posibles y las influencias subjetivas que cada lector (y cada autor) puede llevar a un texto. Para los deconstruccionistas puede haber muchas interpretaciones "verdaderas" de cualquier texto u obra de arte ("tu verdad" puede ser diferente de "mi verdad").
Los deconstruccionistas "posmodernistas" fueron más lejos y plantean que la verdad "objetiva" de plano no existe porque cada persona aplica sus interpretaciones subjetivas y todo el conocimiento pasa por esa lente distorsionada. Como explica Pennock, los deconstruccionistas posmodernos dicen que "solo pensamos que algo es verdad porque determinado grupo ha logrado imponer su punto de vista debido a su posición, prestigio o poder". Por lo tanto, toda verdad es relativa y las "relaciones de poder" determinan lo que se considera verdad en cualquier momento. (Ver el libro citado de Pennock).
El método del materialismo histórico y dialéctico (el método que aplicamos los comunistas) coincide en que las influencias sociales (los valores sociales, los convencionalismos y las posiciones influenciadas por una clase, especialmente la clase que detenta el poder) alteran las percepciones de la verdad, y en que hay que reconocer e identificar esas distorsiones subjetivas; pero eso no quiere decir que toda la verdad es relativa y que no es posible descubrir la verdad objetiva en la naturaleza y la sociedad.La noción de que toda verdad es relativa es una fórmula que conduce a la parálisis idealista: a renunciar a entender la realidad como es (independientemente de nuestras nociones) y a tratar de cambiarla conscientemente.
Para llegar a la verdad objetiva se necesita aplicar coherente y conscientemente un método científico que analice, ponga a prueba y transforme la realidad objetiva para ver si concuerda con las predicciones que hacemos, y ver cómo cambia. Es cierto que todos hacemos nuestro trabajo con influencias subjetivas; pero la realidad objetiva existe , independientemente de nuestras opiniones subjetivas y de nuestras nociones preconcebidas. Y para llegar a esa verdad objetiva, tenemos que aplicar la ciencia --un método y una cosmovisión científicos-- y no idealismo subjetivo u otras formas de idealismo filosófico (con creencias en un reino sobrenatural situado fuera de la esfera de la realidad material).
Por desgracia, el relativismo posmodernista ve la ciencia en sí como una "actividad narrativa e interpretativa" (como la literatura o el arte) y concluye que las verdades científicas "no son objetivas sino constructos moldeados por relaciones de poder y prejuicios". Esto es una confusión de dos cosas: la realidad de que los seres humanos llevamos interpretaciones subjetivas a todo lo que hacemos, incluso la ciencia, y que es necesario aislarlas conscientemente; y el hecho de que la realidad objetiva existe independientemente de los seres humanos y que al hacernos más conscientes del método científico y de los errores metodológicos que debemos evitar, podemos acercarnos más y más (aunque nunca perfectamente) a esa realidad. ¿Cómo sería posible hacer avances científicos y transformar la realidad conforme a nuestros objetivos (como el descubrimiento de los antibióticos, por dar un ejemplo) si la realidad objetiva no existiera y si fuéramos totalmente impotentes para determinar con un alto grado de confianza la verdad objetiva que corresponde a esa realidad material?
Los "creacionistas científicos" tradicionales dicen que está bien usar los métodos de la investigación científica porque así se obtiene "evidencia" de que la evolución no sucedió, y eso confirma la narración del Génesis de un dios creador. Pero en realidad no aplican métodos científicos ni tienen la menor evidencia científica de su posición (básicamente hacen afirmaciones absurdas, como que el orden de los fósiles en las capas de roca es el orden en que los animales se ahogaron en el diluvio universal). Su método es cuestionar la evolución para hacer creer que no es una teoría científica sólida, con la esperanza de que se les permita presentar su alternativa religiosa en las escuelas. Pero quieren que se crea que el creacionismo es compatible con los métodos científicos modernos.
Por su parte, los nuevos creacionistas de Diseño Inteligente atacan más fundamentalmente la ciencia. Puede que no sea obvio en la superficie, pero si se estudia lo que dicen y escriben (especialmente Philip Johnson y seguidores), ¡es claro que quieren cambiar las prácticas establecidas de la ciencia moderna! Quieren que el conocimiento científico se obtenga "por medio" de la religión; quieren que los métodos científicos incorporen la idea de Dios. La meta explícita del principal ideólogo de Diseño Inteligente, Philip Johnson, es reemplazar la "ciencia naturalista" con una "ciencia teísta" (gobernada por Dios), y quieren entrar a las clases de ciencias de secundaria y de las universidades para hacer ese "cambio de paradigma".
Robert Pennock explica muy claramente que esta nueva escuela de creacionistas tiene una fuerte influencia del relativismo posmodernista. *
Philip Johnson es un profesor de derecho que se describe como un "deconstruccionista posmodernista" y niega que la ciencia natural pueda llegar a la verdad objetiva. Le parece que la teoría de la evolución es una historia de interpretación subjetiva que logró imponerse desde los tiempos de Darwin porque la comunidad científica ha suprimido políticamente la enseñanza de teorías alternativas como la teoría de diseño divino. Exhorta a liberarse de la tiranía de la ciencia naturalista y sus reglas materialistas de evidencia porque no puede llegar a la verdad, ya que eso solo se puede hacer conociendo a Dios. Plantea que la verdad existe, ¡pero que es la verdad de la revelación divina!
Esto es lo que los creacionistas de Diseño Inteligente quieren colar en las clases de ciencias con "el mismo peso" que la teoría de la evolución: una teoría científica que se ha comprobado y verificado (¡vez, tras vez, tras vez!) mediante observaciones científicas y experimentos. ¿Cómo se puede permitir que la teoría religiosa de Diseño Inteligente, que nunca ha presentado un artículo científico en una revista científica, establezca "credenciales" científicas enseñando en las escuelas? ¡Es alucinante!
En las entregas anteriores de esta serie hemos demostrado, desde distintos ángulos, que la evolución es una verdad científica bien establecida que la grandísima mayoría de los científicos del mundo apoya y aplica. Pero la verdad no prevalece siempre, especialmente cuando los grupos que propagan ideas incorrectas tienen a su disposición la maquinaria del estado para regarlas e imponerlas. Esto no lo reconocemos en toda su magnitud. Por ejemplo, en Estados Unidos gente que entiende que la evolución es un hecho comprobado cree que es una pérdida de tiempo preocuparse por los creacionistas porque, a fin de cuentas, no van a cambiar el hecho de que la evolución es verdad. Piensan que en un país como este la sociedad "nunca regresará a la época en que la mayoría no sabía que la vida evolucionó por procesos naturales", ¿así que para qué perder el tiempo refutando los disparates creacionistas? Pero en mi opinión es un serio error dormirnos sobre nuestros laureles en estos aspectos de las "guerras culturales" de Estados Unidos. He oído el mismo razonamiento sobre el movimiento contra el aborto: "No te preocupes, esos tipos son unos chiflados; las mujeres de este país jamás regresarán a los días en que el aborto era ilegal y en que no tenían el derecho de decidir si tener un hijo o cuándo". ¿No? Pues miren bien; paso a paso los fundamentalistas han logrado erosionar el derecho de la mujer a controlar su propia reproducción y en algunas partes del país (especialmente en las zonas rurales) es prácticamente imposible hacerse un aborto. Con respecto a la evolución, la misma cáfila de reaccionarios fundamentalistas ha logrado confundir a mucha gente, meterse en juntas escolares y hacer que los libros de ciencias de secundaria adviertan que la evolución es una "teoría sin comprobar (¡ no es cierto!) muy polémica". Así que no es difícil imaginar que sigan avanzando, especialmente cuando su programa político de ultraderecha predomina en los más altos niveles del gobierno.
Además, hay una fuerte base material para que mucha gente esté confundida y desorientada en esto. En Estados Unidos y en el mundo entero, muchísima gente no ha estudiado los puntos más básicos de la evolución (¡ni ha oído hablar de ella!): la mayoría cree en algún mito o superstición sobre el surgimiento de las plantas y los animales. Además, el movimiento fundamentalista cristiano (que a la fecha está centrado principalmente en Estados Unidos y Australia, pero que seguramente se ampliará) es un movimiento bien financiado y organizado que recibe fuerte apoyo financiero e ideológico de organizaciones políticas conservadoras y reaccionarias. Los movimientos evangélicos y fundamentalistas de Estados Unidos están firmemente aliados con la derecha política y las tendencias fascistas (recordemos el caso de la enmienda Santorum). Gracias a ese apoyo, los creacionistas tienen la puerta abierta en la prensa grande, que presenta sin cuestionar sus puntos de vista y sus opiniones, como si fueran noticias objetivas. Además, ellos mismos tienen o controlan montones de medios de difusión: sus programas de radio y TV, libros, panfletos, exhibiciones de museo, websites de apariencia muy profesional (busquen la palabra "Creationism" o vayan al website del Institute for Creation Research o el Discovery Institute) llegan (y confunden) a millones de personas. Tienen dinero y recursos para mandar conferencistas a dar pláticas a juntas escolares, grupos de padres de familia, universidades, tribunales, el Congreso y otros organismos del gobierno. Y, como señalamos, tienen fuertes lazos con los más altos niveles de la clase dominante.
¿Puede una campaña propagandística bien organizada y financiada "anular" la verdad de la evolución? Por supuesto que no, pero sí puede hacer mucho daño al enseñarle a millones (especialmente a los jóvenes y sin experiencia) a creer fanáticamente ideas completamente falsas y a rechazar la evolución y la ciencia en general como método para conocer y transformar el mundo.
Esto contribuye a las ofensivas políticas reaccionarias de los más altos niveles del gobierno. Obviamente, el gobierno, los militares y las corporaciones tienen que aplicar la ciencia para cumplir sus objetivos (para librar guerras o descubrir nuevos productos farmacéuticos), así que no van a tirar la ciencia por la ventana. Seguirán dejando que un sector aprenda principios y métodos científicos pues de otra forma no podrán seguir funcionando ni dominando el mundo. ¡Pero eso no quiere decir que todos tienen que saber ciencias!
Asimismo, a los reaccionarios les resulta útil presentar como "ciencia" cosas completamente falsas, como las teorías "científicas" de inferioridad racial o de la mujer (que no tienen absolutamente ninguna evidencia científica) para justificar la horrorosa esclavitud de los africanos, el exterminio nazi de los judíos, la coerción de la mujer y demás. Así que el hecho de que una idea sea falsa (y que muchos lo sepan ) no quiere decir que no sirva para fines reaccionarios.*
En resumen, no subestimemos el daño que puede hacer la presentación de ideas falsas, especialmente cuando se dice que son "científicas". Cuando los creacionistas presentan sus creencias religiosas como "ciencia" buscan varias cosas: hacerlas más aceptables a un público educado; meterlas en las escuelas públicas a pesar de que la Constitución dicta que no se enseñe religión en las escuelas; y también minar toda la ciencia, el método científico y la orientación de estudiar el mundo (y cambiarlo) por medio de un proceso de observación sistemática y de interacción con la realidad material.
Si el ataque frontal de los creacionistas triunfara, haría retroceder siglos la ciencia y nos limitaría a entender y transformar el mundo (o aceptarlo pasivamente) por medio de la superstición y la fe en seres sobrenaturales.
¿Qué puede uno hacer, especialmente si no es un científico profesional, para entender mejor los errores y falsedades de la propaganda creacionista?
A nivel filosófico, el enfrentamiento con los creacionistas de Diseño Inteligente se centra en dos puntos: primero, qué es la "verdad" y, segundo, cuáles son los mejores medios ( métodos ) para conocer la verdad. Decimos que una cosa es "verdad" si concuerda rigurosamente con la realidad material (el "mundo real" de la naturaleza y la sociedad) independientemente de las opiniones o interpretaciones humanas. Uno puede estar firmemente convencido de que en la mitad de la calle hay un elefante rosado, pero eso no hace que sea verdad; y la verdad o falsedad de esa idea está sujeta a verificación objetiva. ¿Cómo podemos saber de verdad si algo es verdad? Aplicando los métodos de la ciencia, que son un proceso sistemático para poner al descubierto las características y el modo de acción de los objetos y procesos materiales. Así es cómo hacemos descubrimientos científicos concretos sobre montones de cosas que no conocíamos (por ejemplo, un tratamiento o una cura para una enfermedad) y así es cómo se desarrolla a diario el conocimiento humano. La aplicación de los métodos de la ciencia requiere varias cosas:
El punto de partida obligatorio es reconocer que existe un mundo material concreto y tangible. Algo que no es parte de la realidad material no se puede poner a prueba, verificar ni manipular (aunque uno piense que existe "fuera" de la realidad material detectable, en un mundo sobrenatural desconocido e incognoscible). Si la realidad material objetiva no existiera fuera de nosotros, jamás podríamos tocarla ni cambiarla, ¡y estaríamos en grandes aprietos! Pero la realidad material objetiva sí existe; lo sabemos con certeza porque podemos interaccionar con ella y observar las reacciones y transformaciones que ocurren como resultado de nuestra conducta.
Si un tomate podrido solo existiera en nuestra imaginación, no salpicaría por todas partes cuando cae al suelo. Así pues la "realidad material" no es un sueño o ilusión subjetivo que solo existe en nuestra imaginación, donde tiene infinidad de definiciones e interpretaciones. Esto es obvio para la mayoría, pero hay gente que dice que "no podemos estar seguros de que la realidad material existe": piensan que la "realidad" es "apenas una idea" que existe en la mente humana (o en la mente de alguien o algo) y que por lo tanto debemos aceptar que la realidad "es" lo que piense cada ser humano que es en un momento dado. En filosofía, esa concepción del mundo se llama idealismo subjetivo.2
Por otra parte, la vida, la posición social y las relaciones de los individuos y de los grupos sociales moldean sus percepciones de lo que "es" la realidad, y todo individuo, todo grupo social, puede hacer interpretaciones subjetivas de la "verdad" que no concuerdan con la realidad material: mejor dicho, ¡se pueden equivocar! Asimismo, como sostienen los "deconstruccionistas posmodernistas", la gente que tiene posiciones de poder e influencia en la sociedad en general tiene una oportunidad desproporcionada de imponer al público sus percepciones e interpretaciones subjetivas de la realidad y (consciente o inconscientemente) le da un énfasis desproporcionado a las percepciones e interpretaciones de la realidad que coinciden con las suyas y con sus objetivos.
Pero el hecho de que seamos capaces de ser "subjetivos" y de tergiversar la verdad no quiere decir que la verdad (lo que concuerda con la realidad material) no exista. Los que siguen la corriente filosófica del idealismo y el relativismo creen que nunca podemos estar seguros de una verdad y afirman que lo máximo que podemos lograr es percibir en la mente un reflejo distorsionado de la realidad, si es que existe. Pero a nuestro alrededor hay pruebas concretas de que la realidad material existe "objetivamente", es decir, que existe independientemente de los seres humanos y de sus concepciones imaginativas subjetivas (y distorsiones) de ella. Cuando interaccionamos con la realidad externa, algo sucede y algo cambia, y a nosotros el proceso nos afecta y nos cambia. Esto no podría darse si la "realidad" fuera producto de la imaginación. 3
3 A fines del siglo 19, cuando se dio una "crisis en la física" parecida a las confusiones filosóficas y científicas de hoy, Lenin polemizó contra el paralizante relativismo e idealismo subjetivo que estaba de moda en los círculos intelectuales con la obra Materialismo y empirio-criticismo (basado en el Anti-Dhuring de Engels). Las dos obras todavía son de interés sobre el tema. Un punto central de Lenin es que la realidad material objetiva se puede confirmar (y analizar) por medio del proceso de interaccionar con ella y transformarla.
El hecho mismo de que la realidad se puede transformar, y las formas específicas de transformarla, revelarán que es lo que es.Lenin da el ejemplo del tinte rojo alizarina , que se acababa de extraer por primera vez del alquitrán de hulla; comenta que los componentes de la alizarina existían en el alquitrán de hulla aunque nadie lo sabía, y que el proceso de interaccionar con la realidad y transformarla (destilando el alquitrán) permitió sacar a la luz esa realidad hasta ese momento desconocida.
La realidad objetiva es testaruda y no desaparece porque uno no crea en ella. Además, podemos "sacarla a la luz" y ver "qué es" interaccionando con ella, manipulándola para que se destaquen sus propiedades. Eso es lo que hacen los científicos (por ejemplo los biólogos evolutivos) cuando observan, reúnen datos y realizan experimentos científicos. Cuando tienen una teoría sobre las propiedades de un objeto o proceso del mundo real, hacen predicciones de lo que esperan encontrar en el mundo real (y de lo que no esperan) si la teoría es correcta. Después interaccionan sistemáticamente con la realidad (realizan investigaciones o experimentos) y evalúan si se cumplieron las predicciones. Así es como se amplía y se desarrolla el conocimiento científico (en las ciencias naturales y sociales), en el crisol de la práctica científica, que pone a prueba y verifica si las predicciones que hacemos sobre la realidad material concuerdan rigurosamente con ella. ¡O sea que sí se puede llegar a la verdad!
Lo difícil no es determinar que la realidad material existe, sino idear y aplicar métodos de investigación científica que reduzcan al mínimo nuestras distorsiones subjetivas y que saquen a la luz sistemáticamente lo que es real.
Por contraste, los métodos y la concepción del mundo de los creacionistas de Diseño Inteligente socavan la metodología científica más básica. Al proclamar que existe un poder sobrenatural (un "diseñador o artífice inteligente" que supuestamente existe fuera de la realidad material detectable y que no es parte de la materia), nos condenan a un estado perpetuo de ignorancia; es decir, afirman que hay otra esfera de realidad no material que influencia toda nuestra vida pero que nunca podremos conocer con los métodos de la ciencia, pues por definición los seres sobrenaturales están fuera del alcance de la ciencia natural (que solo explora e investiga objetos y procesos tangibles materiales). Asimismo, nos condenan a una incertidumbre permanente pues nunca podríamos estar seguros de nada ya que a las míseras exploraciones de la realidad material que realizamos con los métodos de la ciencia natural les "falta" esa otra dimensión crucial intangible. Si eso fuera cierto, básicamente tendríamos que poner en tela de juicio o rechazar todo lo que hemos aprendido por medio de la ciencia porque, a fin de cuentas, ¿qué validez puede tener nada si ha faltado un aspecto tan importante y si, por definición, los métodos de la ciencia no se pueden usar para explorar e investigar nada que no sea parte de la realidad material? Si lo que dice la escuela de Diseño Inteligente fuera verdad, ¿no sería inútil la ciencia moderna?
Esa es la conclusión lógica de las ideas que presenta Philip Johnson, el principal teórico de la escuela de Diseño Inteligente. ¡De fondo afirma que los métodos actuales de la ciencia (la "ciencia naturalista") no sirven y que hay que abandonarlos! ¿Qué los debe reemplazar? Una nueva ciencia teísta que incorpore a los métodos de investigación de la ciencia la idea de que existe un "diseñador" sobrenatural, o por lo menos el supuesto de que puede existir e influenciar los procesos naturales y toda la vida.
Pero eso no es ciencia, es religión, y es una religión que tiene el fin de minar la ciencia.
Para conocer la realidad no basta con pensar en ella (¡aunque el pensamiento es una parte importante del proceso!). Para estudiar un objeto (y para verificar si una idea sobre la realidad es correcta), los científicos interaccionan con aspectos de la realidad: los manipulan, los hurgan, los husmean, por así decirlo. Eso no se puede hacer con algo que los creacionistas suponen que existe pero que no tiene presencia material tangible. A fin de cuentas, lo que Johnson propone es echar por tierra toda la ciencia que conocemos y reemplazarla con fe ciega.
No todos los creacionistas de Diseño Inteligente van tan lejos. Unos, como el bioquímico Michael Behe, dicen que "Dios es algo personal", no se proponen la meta de demoler los métodos de la ciencia y se limitan a proclamar que han encontrado "evidencia" concreta de la existencia e influencia de un diseñador inteligente en las características de los organismos. Como hemos visto en otras partes de esta serie, Behe sostiene que la complejidad de ciertas reacciones bioquímicas de las células es "evidencia" convincente de que un diseñador inteligente participó en algún momento en el desarrollo de la vida. Como Behe trabaja con un aspecto de la realidad material que se puede detectar con los métodos científicos usuales (reacciones bioquímicas), se podría pensar que él y otros de la escuela de Diseño Inteligente están siguiendo los métodos y los principios de la ciencia. Pero no es así.
(...)
Mao Testung decía que para "conocer el sabor de una pera hay que morderla". Mejor dicho, no basta con tener "creencias", "convicciones" ni "expectativas" sobre cómo es la realidad (o cómo ha sido o cómo será). Si queremos saber cómo es algo (o cómo fue o será) no lo vamos a aprender mirándonos el ombligo: tenemos que investigarlo sistemáticamente; tenemos que observar, manipular y experimentar la realidad de distintas formas. Nos podemos formar una idea teórica de cómo es la realidad (y este es un paso importante del proceso), pero después tenemos que ponerla a prueba una y otra vez. El primer paso para investigar la realidad es centrar la atención en el conocimiento acumulado y verificado (por ejemplo, el conocimiento científico que llamamos la teoría de la evolución)que pueda iluminar y aclarar un nuevo problema o pregunta; después se hacen predicciones verificables sobre lo que debemos encontrar (y lo que no debemos encontrar) en el mundo si esa idea o teoría sobre un aspecto de la realidad es correcta y concuerda con la realidad.
Mejor dicho, no hay que empezar desde cero cada vez que abordamos un problema, ¡como si no se hubiera demostrado que nada de la naturaleza o la sociedad fuera verdad!Pero como toda la materia está en continuo movimiento (cambiando constantemente), no podemos conocerla haciendo predicciones desde la barrera: hay que interaccionar conscientemente con ella ("morder la pera"), ver qué pasa y aprender de eso.
La investigación humana directa y bien pensada (en la naturaleza o en la sociedad humana) es un proceso que cambia algunos rasgos de la realidad (querámoslo o no); pero una de las mejores formas de aprender y confirmar la verdad es examinar repetidamente si esos cambios concuerdan con las predicciones que hicimos.
¿Captan lo perjudicial que sería para el avance de la ciencia y del conocimiento humano que los creacionistas de Diseño Inteligente que proponen reemplazar la "ciencia naturalista" con una "ciencia teísta" lograran sus objetivos y pudieran imponer cómo se va a practicar y enseñar la ciencia?
Es importante reflexionar sobre cómo sabemos si algo es verdadero o falso. ¿Cuáles son los métodos yenfoques que permiten acercarse a la verdad y distinguirla de la falsedad? Sin entender esos métodos y enfoques es fácil caer en el error de aceptar cualquier mentira o falsedad, especialmente si la presentan con convicción personas que tienen posiciones de poder e influencia (gobiernos, autoridades religiosas, personalidades de TV, etc.).
Es bueno ser críticos y cuestionarlo todo. Pero también es importante reconocer cuando una verdad se ha establecido claramente. Si los seres humanos pensáramos siempre que "no hay nada seguro", ¿cómo podríamos vivir o hacer algo? ¿Nos paramos frente a un carro porque "nunca se sabe con seguridad" si nos va a atropellar? ¿No ponemos el despertador porque "nunca se sabe con seguridad" si sonará, o si en realidad existe, o si nosotros existimos y vale la pena que nos levantemos? Estos ejemplos parecen tontos, pero demuestran que hasta para funcionar de día en día necesitamos un método y un enfoque que nos ayude a establecer si una cosa es verdadera o falsa.
Desde luego nunca sabremos la verdad absoluta (en el sentido de que nunca sabremos todo lo que se puede saber de todo), pero tenemos métodos para llegar al punto en que podemos decir con un alto grado de seguridad que algo es verdadero, es decir, que concuerda con un aspecto de la realidad material.
Repito que es bueno e importante cuestionarlo todo, pero también es bueno e importante reconocer que no todo está siempre en el aire: a veces sabemos lo suficiente sobre un aspecto para aceptarlo como verdad, dejar de darles vueltas y seguir adelante. Esa es la situación con la teoría de la evolución.
Sin embargo, en este país mucha gente todavía no sabe que tenemos ese grado de seguridad y certeza sobre la evolución. Los creacionistas, con sus ataques a la evolución y a la ciencia, han sembrado mucha confusión sobre esto desde fines del siglo 19; y, por lo general, dichos ataques son más fuertes y agresivos en épocas de torbellino social, cuando se cuestiona y debate la dirección general de la sociedad. En tales momentos, especialmente, los reaccionarios se resisten a toda forma de progreso social y exhortan a "volver a los valores y tradiciones". Este momento no es una excepción.
Los creacionistas han librado campañas tan agresivas contra la evolución y la ciencia en los últimos años que a las universidades les preocupa el creciente analfabetismo científico en todo el país: cada año llegan más y más estudiantes creyendo que "la comunidad científica está dividida sobre la evolución" y que la "evolución es una teoría sin verificar". Repito una vez más: esas dos nociones son completamente falsas.La comunidad científica (en Estados Unidos y en el mundo, y en todos los campos de la ciencia) no está "dividida" sobre los principios básicos de la evolución. Hay un consenso abrumador de que a) la vida definitivamente ha evolucionado y b) los mecanismos de la evolución (pasada y presente), como la selección natural, se conocen bastante a fondo hoy.
Lo de que la "evolución es una teoría sin verificar" también es falso. Como he señalado a lo largo de esta serie, hay una cantidad increíble de evidencia acumulada, que se refuerza mutuamente, a favor de la evolución; el consenso científico general es que la teoría de la evolución es una de las teorías mejor probadas y documentadas de la ciencia. Pero uno de los métodos favoritos de los creacionistas es sembrar confusión con juegos de palabras. En el idioma diario, "teoría" quiere decir "una idea que no se ha comprobado". Atizando la ignorancia, los creacionistas esperan que cuando oigamos decir "teoría de la evolución" pensemos que es algo sin comprobar. Pero en los círculos científicos "teoría" tiene un significado muy distinto: una "teoría científica" es un conjunto complejo de leyes o principios que relacionan diferentes ideas y propuestas que explican (desde distintos angulos) los principios y mecanismos básicos de un proceso natural, como el origen, cambio y desarrollo de una parte de la realidad material. Por ejemplo, los científicos hablan de la "teoría de la gravedad" o de la "teoría de Copérnico" (del movimiento de la Tierra y los otros planetas alrededor del Sol), pero eso no quiere decir que se "imaginan" que los objetos caen hacia el suelo debido a la fuerza de gravedad ni que "suponen" que la Tierra gira alrededor del Sol y no al revés. La teoría de la gravedad y la teoría de Copérnico actualmente están bien documentadas y cuentan con sólida evidencia científica, y lo mismo se puede decir de la teoría de la evolución.
Por otra parte, las teorías científicas pasan por un proceso de desarrollo y profundización a medida que el conocimiento humano crece y explica cosas que antes no se entendían. Con el avance del conocimiento es inevitable que se compruebe que algunas ideas son incorrectas y se descarten. La ciencia avanza cuestionando y examinando críticamente nociones científicas establecidas. Siempre habrá más que aprender y descubrir sobre todo. Pero eso no significa que no podamos decir en un momento dado que algo es verdadero. Los que dicen que "nunca se sabe" caen en un método incorrecto llamado relativismo filosófico.(Por otro lado, como el conocimiento humano nunca es completo y perfecto, y siempre se está desarrollando, los que creen que poseen la "verdad absoluta" sobre todo, o todo lo importante, caen en el método incorrecto llamado dogmatismo, que es el "reverso" del relativismo). Cuando decimos que algo es "verdad", significa que hay suficiente evidencia concreta convincente (preferiblemente de varias fuentes y direcciones, que se refuerzan mutuamente ) de que nuestro conocimiento de un fenómeno concuerda rigurosamente con ese aspecto de la realidad objetiva, es decir, del mundo material (que abarca todo el mundo natural y la organización social humana).
Probar que una teoría científica (ya sea del mundo natural o de la sociedad humana) es "verdad" no ocurre de la noche a la mañana. Para decir con confianza que una gran idea o un conjunto de ideas es "verdad", tiene que pasar por el crisol científico: hay que hurgarlas, criticarlas, cuestionarlas y ponerlas a prueba una y otra vez desde muchísimas direcciones. Una buena teoría científica hace una serie de predicciones que se deben cumplir en el mundo real si la teoría es verdad; también hace predicciones que no se deben cumplir si la teoría es verdad. Esto se llama el principio de "falsabilidad científica": por definición, para decir que una teoría científica es verdadera, tiene que haber hechos que la puedan refutar (que si se descubren demostrarían que la teoría es falsa). La teoría de la evolución se puede refutar si, por ejemplo, se encontraran huellas fosilizadas de dinosaurios y de seres humanos en las mismas capas de rocas, porque eso significaría que los dinosaurios y los seres humanos vivieron al mismo tiempo, y contradiría completamente todo lo que sabemos sobre la secuencia de evolución de distintas especies. Los biólogos pueden dar muchos ejemplos de cosas que (si se descubrieran) echarían por tierra la teoría de la evolución. Mejor dicho, como toda buena teoría científica, la teoría de la evolución cumple el principio de falsabilidad; pero, en la práctica, la ciencia nunca ha encontrado nada (ni una sola cosa) que la refute. Por el contrario, sí ha encontrado muchas, muchas cosas que la respaldan.
La teoría de la creación divina es una creencia religiosa, no una teoría científica. Una prueba es que, por naturaleza y definición, es imposible de refutar. Los creacionistas jamás dan ejemplos de descubrimientos científicos que aceptarían como prueba de que la teoría de la creación divina es incorrecta. Para ellos es cuestión de fe religiosa absoluta. Pero si uno dice que es imposible que se descubra información que pruebe que su teoría es incorrecta, por definición no está siguiendo los principios de la ciencia y su teoría no tiene nada que ver con la ciencia.
Por el contrario, repito, la teoría de la evolución ha respetado el principio de falsabilidad desde sus orígenes. Pero toda la evidencia científica que se ha acumulado en el siglo y medio desde que Darwin la propuso la ha apoyado, y nada la ha refutado. Por esto, más que nada, es que existe un consenso científico tan amplio y sólido sobre la teoría de la evolución.
noviembre 22, 2013 4:54 pm
Ferney Yesyd Rodríguez, licenciado en biología, estudiante de maestría en enseñanza de las ciencias exactas y naturales, y presidente de la Asociación de Ateos y Agnósticos de Bogotá, escribe sobre cómo el creacionismo y la ciencia se distancian, con motivo del aniversario de la publicación de "El Origen de las Especies", de Charles Darwin.
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Este 24 de noviembre es una fecha muy importante para la ciencia. Es el aniversario de la publicación del Origen de las Especies de Charles Darwin (1859) y el descubrimiento de Lucy, un fósil de Australopithecus que nos dio luces sobre los orígenes de la humanidad (1974). Eso ha llevado a que varios grupos de racionalistas en el mundo hispano celebren esta fecha como "El Día del Orgullo Primate" o "Día Primate y del orgullo evolucionista". Yo aprovecharé esta fecha para hacer algunas reflexiones.
Con frecuencia ciertos vídeos se hacen virales en Internet. Uno ellos muestra a un niño peruano de cinco años llamado Nezareth Casti Rey predicando. Muchos cristianos evangélicos se maravillaron con el joven predicador y veían en él una remembranza del preadolescente Jesús predicando en Jerusalén a corta edad.
En el vídeo, que aparece en la página web de YouTube como "Niño Predicador", se encuentra el fragmento de un sermón que me llamó poderosamente la atención porque se despachó contra la biología evolutiva. En sus palabras:
"Algunos teólogos y científicos modernos han tratado de despojar a Dios de su calor, de su afecto personal por la humanidad y su simpatía por sus criaturas. Especialmente por el hombre, que es la perfecta creación de Dios. [...] Bueno, lo dicen porque unos cuantos hombrecitos, mentirosos, sabelotodo, inventores de falacias se lo han dicho a ese gente y ellos se lo han creído que son del mono. Pero quiero decirles a todas esas personas que están pensando así, o que están diciendo así, que el mono y la mona producen monitos hasta hoy, y el gallo y la gallina, pollitos [...] ¡Yo no soy de la Evolución! ¡Yo no soy pariente del mono! ¡A mí me creó Dios en el vientre de mi madre!.. Nos creó a su imagen y semejanza."
En una columna reciente, la teóloga Isabel Corpas de Posada nos decía a los ateos de Bogotá que los conflictos entre ciencia y religión son cosa del pasado. Quizás para algunos teólogos modernos que acoplan su fe de manera selectiva a los descubrimientos de la ciencia, para que esta no la afecte, no hay problema alguno. Infortunadamente los grupos religiosos que más crecen en Latinoamérica y el África Subsahariana son los fundamentalistas bíblicos, como al que Nezareth pertenece. Esto arroja un panorama oscuro en cuanto a la alfabetización científica y el conocimiento real de nuestro lugar en la naturaleza.
En el sermón de Nezareth se presentan algunos de los errores típicos que se pueden encontrar en las argumentaciones creacionistas. El primer error es considerar que los hechos de la naturaleza son necesariamente obvios y cercanos al sentido común. No lo es así en muchísimos casos: En el vacío una roca y un martillo caerán al tiempo; un objeto en el espacio que lleve X velocidad la mantendrá indefinidamente a menos que una fuerza externa se interponga; la Tierra se mueve alrededor del Sol y no al contrario; las montañas pareciera que siempre han estado en el mismo sitio; los continentes no parecen moverse, pero lo hacen. Lo mismo sucede con el cambio de las especies. Es algo que no parece obvio, pero ocurre. De hecho la humanidad tuvo que esperar hasta el 1809 para plantearse la evolución como hipótesis científica y sólo hasta 1859 con Darwin se llegó a tener un buen cúmulo de evidencia independiente que la sustenta.
El cambio en los linajes de grandes organismos es algo que no se puede observar en una vida humana o en nuestra historia. Aunque con microorganismos Richard Lenski ha hecho un experimento controlado por años que muestra la evolución en acción. La vastedad del tiempo geológico es tal, que si comprimiésemos la historia del Universo en un año, la historia de nuestra especie comprendería tan solo los últimos diez minutos del último día. Las personas saben que los monos y las monas siempre tienen monitos, pero eso no significa que en el tiempo profundo las especies sean entes fijos. Si se pudiera retroceder en el tiempo unas 250.000 generaciones (hace unos seis millones de años) nuestro ancestro no sería un humano, tampoco sería una especie de simio actual, pero si algo que cabe dentro de lo que coloquialmente llamaríamos "un simio". Lo sabemos gracias a dos poderosas herramientas: el registro fósil y la genética comparada. Estas son como las pruebas del forense que permiten reconstruir un caso sin que nadie hubiese estado presente.
El segundo error común de los creacionistas es no se comprender lo que es la evolución biológica. Este error no es sólo de los creacionistas sino también de la mayoría de las personas. Como consecuencia de ello muchos consideran que la evolución biológica tiene como obligación, meta o propósito desembocar en el ser humano. Otra manifestación de este error se manifiesta cuando se nos pregunta ¿si provenimos de los simios por qué todavía existen simios?
Es importante aclarar que los humanos no descendemos de los simios modernos. Los humanos y los chimpancés modernos, un tipo de simio, tenemos un ancestro en común, que según la biología molecular se remonta a unos seis millones de años aproximadamente. Los chimpancés son nuestros parientes más cercanos, no nuestros ancestros. La razón por la que aún existen simios, es porque estos organismos están adaptados a las selvas húmedas y estos ambientes aún perviven. La evolución no es una larga cadena de especies cada vez más perfectas o que el ser humano sea la meta obligada del proceso. La evolución adapta a los organismos a unas condiciones particulares, de forma que si estas condiciones cambian abruptamente la especie se extingue. En este sentido se afirma que la evolución no tiene teleología o finalidad alguna.
He dicho qué no es evolución biológica. Ahora diré lo que es: "Es el cambio de las frecuencias de las variantes de genes (alelos) en una población al transcurrir el tiempo". Esta definición nos permite mostrar que la estructura genética de las poblaciones (nunca de un individuo) varía y entonces decimos que ha ocurrido evolución biológica. Esto se observado y documentado, como lo hizo el ya famoso experimento de Richard Lenski.
Es interesante notar que los creacionistas no se indisponen tanto por el hecho de que los burros y las cebras tengan un ancestro común. De hecho algunos líderes creacionistas se muestran flexibles al origen común para otros linajes. Pero en el momento de llegar a la especie humana se prenden las alarmas. Para los fundamentalistas bíblicos el relato del Génesis que pone al dios Yavhé creando al hombre del barro, no del maíz como los dioses mayas, es un hecho real e incuestionable que no admite una explicación diferente.
Los creacionistas consideran los hechos científicos como un buffet al que se pueden acercar y tomar sólo las explicaciones que no riñen con sus dogmas. Y aquí viene el tercer error del sermón de Nezareth: La ciencia no es sólo un conjunto de explicaciones, es más que eso, es una manera de pensar lógica y ordenadamente basándose en la búsqueda de evidencias que sustenten hipótesis y que sobrevivan al más riguroso análisis escéptico. La misma metodología de pensamiento que permite explicar la periodicidad de las propiedades de los elementos químicos es la misma que nos revela que las especies cambian con el tiempo y que tenemos un ancestro común más próximo con los chimpancés que con los eucaliptos, pero, en últimas todas las especies están emparentadas.
Nadie se opone a aceptar la teoría de la gravedad porque no hay un credo religioso que así lo dictamine. Pero, con la evolución biológica es diferente. Esta se condena, se ataca y se tergiversa. En la mente de los creacionistas se levantan muros que hace que se acepten algunas conclusiones de la ciencia, pero no todas, a pesar de que el método sea el mismo. Por eso es posible encontrar que un adventista, bautista o un testigo de Jehová acepte que los análisis de ADN pueden revelar una paternidad responsable, pero no que la comparación de secuencias de ADN demuestra que tenemos un ancestro común más próximo con los chimpancés que con los conejos.
Muchos creacionistas podrán gritar ¡Yo no soy de la Evolución! ¡Yo no soy pariente del mono! pero eso no hará desaparecer las características mamíferas y primates de su anatomía. Podrán negarlo con todas sus fuerzas pero su genoma, similar al de los grandes simios en más de un 90%, seguirá residiendo en sus células como un testigo silencioso del periplo de la vida en la Tierra a través de millones de años. Es como predicar: "¡No me afecta la gravedad!" Hacerlo no te hará flotar en la Tierra como los padrinos mágicos.
Un cuarto error común es considerar que la especie humana es perfecta. La selección natural hace órganos muy buenos, óptimos, pero lejos de "la perfección". Precisamente nuestros dolores de espalda, por ejemplo, se dan porque nuestra zona lumbar no fue diseñada en una mesa sobre planos. De haber sido así tendría discos intervertebrales más robustas. Nuestra zona lumbar es la de un simio que pasó de ser cuadrúpedo a ser bípedo. Quienes hayan conocido las complicaciones de una apendicitis tienen otro ejemplo.
La razón por la que los creacionistas pierden la cabeza con la evolución humana, bien la mencionó el niño predicador. La idea de que el hombre es producto de un proceso natural le quita el carácter especial que el hombre desea para sí. Deja al ser humano en una especie de orfandad cósmica, que la teología ha querido eliminar con la hipótesis de dios.
La Iglesia Católica ha optado por aceptar la evolución biológica. Pero ha puesto una salvaguarda. En algún momento el dios cristiano decidió dotar de alma a un homínido. La aparición de un alma, la cual se supone inmortal, no se la quieran dejar a la fuerza ciega de la selección natural. No obstante, esta elegante o acomodaticia explicación plantea muchas preguntas ¿Cuándo ocurrió? ¿Fue cuándo nuestros antepasados eran Homo ergaster u Homo habilis? ¿Qué de ético hay de dotar de alma a un homínido que tendría que ver a sus progenitores sin esta cualidad? El problema del alma ya lo está solucionando la neurobiología. El neurobiólogo bogotano Rodolfo Llinás resume así la enorme respuesta al problema del alma:
"El sistema tálamo-cortical es casi una esfera isocrónica cerrada que relaciona sincrónicamente las propiedades del mundo exterior referidas por los sentidos con las memorias generadas internamente. Este evento [...] es lo que llamamos el "sí mismo" [...] ¡Unifica, luego existo!"
Así pues la evolución del cerebro en los homínidos es la evolución de la mente, o de lo que llaman el alma. El ser conscientes de nuestro entorno y de nosotros mismos en algún momento se hizo importante para la sobrevivencia de un linaje de homínidos. La selección natural favoreció todo cambio genético que permitía construir en los embriones cerebros más ágiles y capaces de predecir y moldear el ambiente. Esto conllevó a la conciencia humana. Así pues, el mismo mecanismo de la selección natural que moldeó a las bellas orquídeas, a los tiernos koalas, y a los letales venenos de las víboras, también forjó en últimas y sin proponérselo nuestro sistema tálamo-cortical.
Por muchos siglos y en cada cultura se hicieron intentos para explicar desde el mito los orígenes humanos. Esas narraciones ponen a los dioses creando al hombre de la hierba (zulúes), del maíz (mayas), surgiendo de las aguas (muiscas), o del barro (hebreos), etc. Pero, la humanidad contó con una explicación racional y satisfactoria cuando un hombre llamado Charles Darwin descubrió que todas las especies estamos hermanadas, así como uno de los mecanismos que ha permitido que la vida florezca y se diversifique. Desde entonces las pruebas se han seguido acumulando. Por eso los racionalistas estamos celebrando este 24 de noviembre otro Orgullo evolucionista, otro Día Primate. ¡Felicidades!
Bibliografía consultada:
Arsuaga, Juan Luis. La especie elegida, Madrid. Ediciones Temas de Hoy, S.A. 1998
Dawkins, Richard. La magia de la realidad. Barcelona, Espasa Libros. 2011
Llinás, Rodolfo R. El Cerebro y el Mito del Yo, Bogotá, Grupo editorial Norma. 2003
Olshansky Jay, et al. Anatomía de larga vida, Investigación y ciencia, Mayo de 2001
Sadava David. Vida, La ciencia de la Biología. Buenos Aires, Editorial médica Panamericana. 2009.
Tomado de:
http://blogs.eltiempo.com/confesiones/2013/11/22/darwin-el-chango-y-los-creacionistas/
Vídeo del niño predicador:
ASTURIAS, 22/05/2002
SOCIEDAD
Autor de una veintena de libros, muchos de ellos dedicados a la paleontología, fue uno de los grandes divulgadores de la ciencia
Oviedo, A. M. F.
Stephen Jay Gould, paleontólogo que rompió con la línea clásica del evolucionismo y uno de los mayores divulgadores científicos de las últimas décadas, murió el lunes pasado en su casa de Nueva York. Profesor de Harvard, hombre de ciencia de gran popularidad, tenía 60 años y en los últimos veinte luchaba contra un cáncer raro e incurable, al que desafió con su proclividad a detectar las fisuras del conocimiento establecido.
Jay Gould rompió en los años setenta, junto con Niles Eldrege, con la idea de la evolución lenta y continua acuñada por Darwin. En su lugar sostuvo que los cambios no eran lineales, a menudo se producían en varias especies a la vez y muchos estaban precedidos de grandes catástrofes. Esta visión, conocida como «equilibrio puntuado», llevaba también aparejada la noción de que no todos lo cambios morfológicos que se registran en la evolución tienen un cometido funcional claro. «En la evolución no existe el progreso», afirmaba, e insistía en la importancia de las pruebas materiales del cambio: los fósiles. «El registro geológico constituye de hecho una crítica del carácter uniformista del pensamiento de Darwin», afirmaba. Y añadía que «Darwin creía que las grandes extinciones eran una deducción errónea debida al carácter incompleto del registro fósil. Ahora sabemos que son bien reales. La historia de la vida estuvo jalonada por varias extinciones brutales».
Cuando en 1982 se le descubrió el cáncer, el tiempo medio de vida de los afectados por su mal era de ocho meses. Su muerte llegó a anunciarse en una reunión de colegas y contaba que estuvo a punto de tener el privilegio de leer su propia necrológica. Sin embargo, superó los malos presagios y dispuso de una amplia prórroga vital que aprovechó para convertirse en uno de los grandes divulgadores de la ciencia.
Autor de una veintena de libros sobre paleontología, en sus escritos mezcla una erudición inusual entre las gentes de su gremio, un humor que alivia la aridez de ciertas materias y un rigor que le da fiabilidad ante los lectores sin menguar la estima intelectual de sus iguales. Como divulgador su criterio es claro: «Eliminar la jerga pero no sacrificar las ideas. Cualquier complejidad intelectual puede ser transmitida en el lenguaje corriente». Entre sus libros destacan «El pulgar del panda», «La vida maravillosa» o «La sonrisa del flamenco».
Alardeaba de una temprana vocación científica. Fascinado desde niño por los fósiles, quiso ser paleontólogo desde que con 5 años contempló el Tyrannosaurus del Museo de Historia Natural de Nueva York. Su compromiso con la ciencia iba más allá de la tarea divulgadora y fue uno de los más firmes combatientes del creacionismo que enseñorea los planes de estudios en algunos estados americanos, una batalla que libró incluso ante los tribunales.
www.lanuevaespana.com
En esta edición del Boletín Con-ciencia se aborda la cuestión la discusión entre Ciencia y Religión, que sigue muy vigente ante la arremetida que han realizado los fundamentalistas religiosos en contra de la Ciencia de la Evolución. Se presenta un artículo de Ardea Skybreak, autora del libro "La Ciencia de la Evolución y el Mito del Creacionismo" sobre la importancia de la Ciencia de la Evolución y de la defensa de la ciencia.