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La (indigesta) sopa de Wuhan

Uno de los problemas de los filósofos del post-post-modernismo actual, es que continúan la larga y nociva tradición de enemistar la filosofía con la ciencia y profundizar la especulación al margen de cualquier evidencia. La crítica de Jursich en ese sentido es justa, pero tiene, como se dice coloquialmente "unas de cal y otras de arena". Tiene razón en su repudio a tantas sandeces especulativas que se dan de bruces de inmediato contra la realidad misma. Pero se le siente un tono derechoso que incomoda. Por ej.: que los ricos que viajan a sus anchas por el mundo fueran los mayores difusores planetarios del virus, es también una realidad empírica, no una paranoia clasista producto de mentes alucinadas. Que las estúpidas profecías de Zizek fracasaran de inmediato, no justifican el horror y la continuidad de la normalidad capitalista y el llamado a buscar posibles salidas o soluciones, por dificil que parezca. El autor dice mucho al no decir nada sobre este punto que es tal vez lo más interesante de la pandemia: "el problema no es volver a la normalidad pues la normalidad es el problema". Que lavarse las manos no fuera un sumiso acatamiento de un proyecto de autocontrol fascista, no le quita mérito al análisis del control biopolitico (un importante aporte de Foucault) que cada vez es menos una pesadilla y más una realidad amenazante.
Y bueno. Si estos filósofos de ahora no aportan mayor cosa: ¿cuál es el "aporte" de Jursich? La simpleza de detectar un gran conflicto en el seno de la democracia burguesa entre centralistas y federalistas, algo tan manido e irrelevante para el poder establecido como lo fue desde los tiempos de la "patria boba", conflicto que no amenaza para nada al poder del capital y antes, por el contrario, lo apuntala. Se trata de diferencias menores en el seno de una misma clase en cuanto a la forma de gobernar, más no en cómo y para quién se gobierna.
En síntesis, una crítica conservadora y firmemente plantada en el statu quo, como casi todo lo de los "bienpensantes" colombianos.

Enlace: https://razonpublica.com/la-indigesta-sopa-wuhan/
Descarga de sopa de Wuhan: https://www.elextremosur.com/files/content/23/23684/sopa-de-wuhan.pdf

“Laissez-faire” a la peste

Don Benja es un señor muy mayor que vive solitario por temporadas en su pequeña cabaña de barro y guadua de un resguardo indígena clavado entre las montañas. Apenas cursó pocos años de primaria, pero es un hombre sabio, dueño del conocimiento que le legaron la vida y sus luchas continuas. Es, sobre todo, un hombre comprometido, que sigue luchando por los derechos de su pueblo, que sigue enseñando a luchar a los jóvenes. Lo recuerdo en estos días en que los ancianos se han convertido en las principales víctimas del virus que se propaga con la velocidad frenética de las ofertas comerciales y los vuelos transplanetarios, como si los ancianos pobres de mi país no fueran ya las primeras víctimas de otra epidemia de abandono, miseria e inexistencia total de servicios sociales, el legado de tres décadas de neoliberalismo furioso.

Y entonces repaso algunos de los titulares de los últimos días: “Israel anuncia que sacará a ancianos de hospitales para dejar sitio a infectados con COVID” anota La Vanguardia. “Italia: confirman las declaraciones de un médico sobre la masacre de ancianos” dice El Clarín. “El horror que se vive en algunas residencias de ancianos de España por la crisis del COVID-19” titula luego la BBC. ¿Merece existir un orden social que sacrifica y desecha a los más viejos, con todo lo que significan, con todo lo que representan?

Hay un hilo conductor entre la política (neo) liberal, el control demográfico y la eugenesia social, un discurso que ha experimentado un repentino y epidémico brote casi al mismo tiempo que el COVID-19. Ese hilo común es el “dejar hacer, dejar pasar”, la fórmula elegida por los poderes mundiales hace ya cuatro décadas para superar la crisis de acumulación del capital y, de paso, la debacle social que la acompaña, especialmente en el tercer mundo. Aunque la fórmula se aplica principalmente a la no intervención del Estado en la economía y proviene del siglo XVIII, su influencia se extiende hasta nuestros días y se expresa en todas las esferas de la vida social.

Robert Malthus fue un influyente pensador inglés de principios del siglo XIX. En su libro “Ensayo sobre el principio de la población”, Malthus esbozó métodos brutales y muy crueles de control demográfico, en un lenguaje desparpajado que parece evocar al de políticos como Donald Trump o Jair Bolsonaro. Aunque era clérigo, no lo motivaba la preocupación por el prójimo, sino los intereses de su propia clase que sentía amenazada su riqueza ante el explosivo crecimiento de los trabajadores. Explícitamente planteaba:

“El hambre parece ser el último y el más terrible recurso de la naturaleza. La fuerza de crecimiento de la población es tan superior a la capacidad de la tierra de producir el alimento que necesita el hombre para subsistir, que la muerte prematura en una u otra forma debe necesariamente visitar a la raza humana. Los vicios humanos son agentes activos y eficaces de despoblación. Son la vanguardia del gran ejército de destrucción; y muchas veces ellos solos terminan esta horrible tarea. Pero si fracasan en su labor exterminadora, son las enfermedades, las epidemias y la pestilencia quienes avanzan en terrorífica formación segando miles y aún decenas de miles de vidas humanas. Si el éxito no es aún completo, queda todavía en la retaguardia como reserva el hambre: ese gigante ineludible que de un solo golpe nivela la población con la capacidad alimenticia del mundo” (1).

Desde aquellos tiempos, las guerras, el hambre y las pestes han estado cumpliendo su terrible labor, no siempre con éxito, pues la población no cesa de crecer. Esto, por supuesto, no ha impedido que las ideas de Malthus se reciclen en los trabajos de distintas entidades internacionales, desde Naciones Unidas y el Banco Mundial, hasta el Club de Roma con documentos tan influyentes como “Los límites del crecimiento”, un informe de 1972 que vuelve sobre la vieja idea maltusiana del desfase entre el crecimiento de la población y la limitación de los recursos del planeta, discurso presentado como “científico” para apuntalar programas de control social y demográfico muy regresivos. Aunque ahora no se defienden públicamente soluciones al estilo Malthus, si se aplican políticas de control natal y esterilización forzada en países del tercer mundo, especialmente hacia minorías étnicas, como ha ocurrido en Centroamérica, o como ocurrió en Perú en décadas pasadas.

Políticas de control demográfico fueron, por ejemplo, las que propuso el premier británico Boris Johnson el 12 de marzo, cuando afirmó que era conveniente permitir un contagio controlado de la población, antes de recurrir a medidas más radicales como el aislamiento social, el cierre de fronteras o la paralización de la economía. Incluso, su asesor científico sir Patrick Vallance, sugirió que parte de la estrategia consistiría en gestionar el contagio de la infección para hacer inmune a la población. La llamada “inmunidad del rebaño” permitiría que el 80% de la población se contagie para crear una autoinmunidad que supuestamente iba a proteger al 20% más vulnerable. Pero los expertos de la OMS consideran que este experimento de no intervencionismo se traduciría en unos 510.000 muertos sólo en el Reino Unido (2).

El gobierno norteamericano ha seguido una estrategia muy similar. Se ha negado a trazar una política unificada en todo el país, dejando que cada Estado actúe por su cuenta. Incluso, después de haber ordenado el aislamiento de las ciudades más afectadas, Donald Trump declaró que “el remedio no puede ser peor que la enfermedad” y que pronto relajaría las medidas, en una clara defensa de los negocios por encima de la vida de las personas. El vicegobernador de Texas, Dan Patrick -republicano acérrimo- lo dijo más claro: “como adulto mayor, estoy dispuesto a arriesgar la vida a cambio de mantener el Estados Unidos en el que yo crecí… sí ese es el intercambio, yo estoy dispuesto" (3).

En la misma tónica anticientífica, se está dejando avanzar a la epidemia en países como Brasil, Suecia o Bielorusia. Así, Bolsonaro minimizó la enfermedad llamándola una “gripiña”, S. Loften le dijo al pueblo que “había que sacrificarse” por la economía y el autoritario Lukashenko afirmó que “estas cosas pasan”, negándose a tomar medidas efectivas. Esto implica no solo “dejar hacer” al virus y “dejar pasar” la pandemia en aras de salvar la economía, sino cobrar la vida de millones de personas por todo el mundo. ¿Qué ideologías fomentan una infamia tan grande?

Francis Galton, primo de Charles Darwin y padre de la teoría eugenésica, propuso a mediados del siglo XIX la mejora de los rasgos hereditarios mediante diversas formas de selección humana. Buscando garantizar la continuidad de los más fuertes, sanos e inteligentes (según criterios muy sesgados), Galton defendió la no reproducción y hasta la muerte de personas que no encajaban en dichos estereotipos. Según su lógica, proteger a los minusválidos, los enfermos o los tarados, era ir contra la ley natural de la “supervivencia del más apto”, fomentando la continuidad de las enfermedades y llevando a la decadencia de “la especie”. Por eso se opuso al tratamiento de estos enfermos dejando que la “ley natural” de la enfermedad los eliminara, considerando esto como un “ahorro” de recursos para el Estado y la sociedad. El reverso de la eugenesia derivó, es bien sabido, hacia los campos de exterminio masivo de los nazis.

Los sistemas de asistencia social y de aseguramiento en salud cumplen precisamente la función de prolongar la vida de la gente y hacerla más llevadera. En parte, gracias a ellos, se ha logrado una esperanza de vida de 72 años en promedio mundial, cifra que para mediados del siglo pasado llegaba apenas a los 50 años. Está claro que la pandemia de coronavirus atacará con más fuerza a las masas urbanas y especialmente a mayores de edad, enfermos crónicos, inmigrantes, desplazados, desempleados, habitantes de calle y adictos a las drogas. Esta es la población que políticos de derecha como Nicolás Zarkozy llamaron “la racaille”, la escoria, al igual que Trump cataloga a los inmigrantes de “plaga” y Bolsonaro de “peste” a los delincuentes.

De modo que siguiendo aquel concejo de W. Churchill de “nunca desaprovechar una buena crisis”, estos políticos de la derecha están aprovechando la pandemia para aplicar un programa eugenésico de dimensiones planetarias. Regidos por su fanatismo político y religioso, consideran que es el momento de deshacerse de millones de personas por improductivas, que son una onerosa “carga” para el Estado. La “masacre de ancianos” de la que se hablaba hace unas semanas en Italia, será en los hechos un fabuloso incremento en la rentabilidad de los fondos privados de pensiones. Incluso atacan a aquellos trabajadores productivos como los inmigrantes, considerándolos “parásitos”, al estilo de una perversa película coreana, invirtiendo completamente la realidad de quién alimenta a quién en esta sociedad. Este odio y desprecio se extiende a las minorías nacionales de afroamericanos, amerindios, asiáticos, gitanos, considerados ciudadanos de tercera clase, vidas que no valen, gente que no duele, carne de cañón para las guerras, las fábricas o los prostíbulos. Desde hace siglos se experimenta con ellas y se les somete a exterminio.

Aunque en apariencia el virus no diferencia clases sociales, en realidad veremos que cuando se complete el ciclo del desastre y aparezcan las grandes estadísticas, el pueblo será quién ponga la mayoría de los muertos. En parte porque el acceso a los sistemas de salud y a las medidas de prevención del virus como auto aislarse y confinarse también acaban sujetas a condicionamientos de cada clase social. Ahí están la educación, la ciencia, la cultura, la posibilidad de reservar comida para uno o dos meses, el acceso a un grifo con agua potable para lavarse las manos, cuestiones que faltan a media humanidad. Así funciona este sistema en su base, reproduciendo la segregación, la marginación, la opresión, en cada ciclo, en cada crisis, en cada generación.

Adam Smith se hizo célebre al plantear que la búsqueda de los intereses egoístas de los distintos agentes económicos conlleva de manera inconsciente el máximo bienestar social para el conjunto. Adujo que una “mano invisible” –el mercado- conducía todo el proceso hacia sus nobles objetivos. No intervenir, no regular, no colocar barreras; permitir que el mercado se desenvolviera como un orden natural, que se limita y se regula a sí mismo. Pero el discurso del libre mercado esconde la necesidad de rotación del capital, vital para su supervivencia. Sus “nobles objetivos” hoy están a la vista: hambre, pestes, guerras, degradación social, debacle ambiental. La quietud o el enlentecimiento de su incesante ciclo, significan la muerte del capital. No importa que haya que sacrificar a millones para acelerarlo.

¡Dejen pasar a la peste, dejen hacer a la epidemia! El futuro del capital está en juego.

CORRIENTE PROGRESISTA DE INTELECTUALES
EJE CAFETERO

NOTAS.
(1). Malthus, Robert. Primer ensayo sobre la población. Altaya editores, 1993, Barcelona, página 128.
(2). https://www.bbc.com/mundo/noticias-51930745
(3). https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52043274

Imagen: La ronda de los presos - Vincent Van Gogh (tomada de Wikipedia)

La Minería en Colombia y las consecuencias para el pueblo

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¿Qué es la locomotora minero-energética?

Es una política del gobierno que tiene como fin poner a toda marcha la explotación de los recursos minerales que se encuentran en el suelo y que son necesarios para la generación de energía y para la fabricación de equipos, instrumentos, máquinas y productos en general que una vez elaborados en los países que tienen el poder y la tecnología para hacerlos, los venden a los países dependientes y oprimidos como el nuestro. De este modo los países oprimidos o "tercermundistas" como se les llama, se caracterizan por proveer de materia prima a los países imperialistas o industrializados, y por consumir los productos que con ellos éstos producen. De esta manera unos países -los opresores- se enriquecen a costillas de la miseria de otros -los oprimidos-.

Para que dicha locomotora funcione, el gobierno abre las puertas de nuestro territorio a monopolios imperialistas llamados trasnacionales, enormes empresas que se disputan los recursos naturales que les permitirán acumular más riqueza y poder del que ya poseen, y en este proceso el gobierno adjudica títulos mineros y permisos de explotación por largos años, los necesarios para que saquen todo el mineral que existe, en enormes zonas de nuestra geografía. Desde la Guajira hasta el Amazonas y desde el Chocó hasta el Guainía, trasnacionales como AngloGold Ashanti, Greystar, BHP Billiton, Drummond, Glencore, etc., se reparten nuestros recursos prometiendo empleo, bienestar social, progreso... todo ello bajo el lema de la "responsabilidad social".

¿Progreso para quién?

Lo que estas grandes compañías bajo el amparo del gobierno no dicen, es que el progreso del que hablan y el beneficio que pregonan no es para el pueblo sino para ellas mismas y para todos los funcionarios del gobierno que se lucran gracias al saqueo de nuestros recursos naturales. Es decir, la ganancia se va o se queda en bolsillos particulares pero al pueblo le dejan la miseria. No hay ningún proyecto energético o minero que haya traído bienestar o progreso a los pobladores de las zonas en que tales empresas se asentaron pero sí enormes ganancias para éstas. Hoy como en el pasado, se pretende seguir cambiando oro por espejitos. El impacto ambiental tampoco les importa. Si para  extraer los recursos tienen que desviar ríos, arrasar con la capa vegetal, deforestar, desplazar poblaciones enteras, contaminar ríos, acabar con páramos y reservas, no importa, para eso está el gobierno, su incondicional aliado, que legisla a la medida de sus necesidades.

Así, para garantizar que estas compañías puedan adueñarse de nuestro territorio, arrasar con las comunidades y el medio ambiente, y hacer lo que necesitan para que su negocio sea el más rentable, el gobierno reforma a su gusto el "Código minero" que no es otra cosa que un conjunto de leyes hechas a la medida de lo que las trasnacionales requieren y exigen. De este modo la minería tradicional que ha existido durante muchos años en nuestro país, actividad de la que han derivado su sustento por generaciones comunidades enteras, es ahora declarada criminal y por tanto se persigue. Es decir, para "limpiar" de obstáculos los territorios donde existe mineral y riqueza, para dejarlos libre a la rapiña de estos monopolios, el gobierno criminaliza a toda la minería que no es "legal", la cual no está todavía bajo el control del gobierno o las grandes compañías.

Uno de los perseguidos: los areneros

La extracción de arena y grava, materiales necesarios para la construcción y por tanto, vital para el desarrollo de la infraestructura: construcción de vías, puentes, edificios, casas... está ubicado en el sector minero y es realizada en grandes ríos por empresas que utilizan dragas, o en canteras mediante el uso de maquinarias y explosivos, y de manera artesanal o tradicional, sobre todo en pequeños ríos y quebradas.


A este último grupo pertenecen alrededor de 100 areneros que de manera artesanal vienen extrayendo material de las quebradas del municipio de Dosquebradas, en sectores que denominan "playas" ubicadas en los barrios Santa Isabel, Santa Teresita y El Carbonero principalmente, desde mediados del siglo pasado; trabajo que ha pasado de generación en generación y que ha dado sustento a numerosas familias. En este trabajo que realizan por parejas de manera organizada y con utensilios rudimentarios muchas veces elaborados por ellos mismos, deben pasar toda una jornada de  aproximadamente 8 horas metidos en el rio extrayendo y seleccionando material que luego ellos mismos venden a quienes se acercan a comprarlo.

Pues bien, trabajadores como estos que solo en contadas ocasiones alcanzan a obtener el  equivalente a un salario mínimo, resulta que hoy son perseguidos como criminales por pertenecer a un sector minero declarado ilegal, lo cual pone en riesgo su sobrevivencia y en muchos casos, su única forma de trabajo pues su escasa formación y su bajísimo ingreso, no les ofrece ninguna otra posibilidad de conseguir su manutención lo que los convierte en un sector de los más oprimidos dentro de los oprimidos.


Estos "criminales" son además acusados de ser los causantes de los daños ambientales que están destruyendo los ríos y poniendo en riesgo a la población que los circunda, lo que tampoco es cierto porque el impacto que ellos generan con sus prácticas artesanales jamás se compara con los que ocasiona la extracción de material con dragas que sí tienen un verdadero poder de destrucción o la explotación a cielo abierto y a gran escala que ocasionan un impacto de proporciones gigantescas tampoco comparable con el ocasionado por la pequeña minería. Los criminales y los destructores del medio ambiente no son los mineros artesanales, son los monopolios, brazos hambrientos de un capitalismo que amenaza con devorarlo todo en su carrera por acumular más riqueza, empezando por  los millones de oprimidos que para éstos no son más que obstáculos fáciles de arrasar, y continuando con los recursos que necesitan para seguir obteniendo más poder.

Por todo lo anterior creemos necesaria y justa la lucha de la pequeña y mediana minería, lucha que  debemos acompañar como parte de la resistencia general frente al saqueo de los recursos naturales, a la destrucción del planeta, a la opresión de los pueblos y a un sistema que se alimenta de la miseria de los pobres. Solo unidos y organizados podemos luchar por la dignidad de los pueblos y por un mundo libre de opresión.

"Ni la sociedad en su conjunto, ni la nación, ni todas las sociedades que coexistan en un momento dado, son propietarias de la tierra. Sólo son sus poseedoras, sus usufructuarias y deben legarla mejorada a las generaciones venideras".

Carlos Marx

Sinaltrainal Dosquebradas - ¡De Pie, Mujer! - Comité Femenino Popular - Sindibalastreros -
Corriente Progresista de Intelectuales (Eje Cafetero).


 

Conferencia: Recesión Económica Mundial

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