Las mercancías se nos presentan como productos acabados y hasta misteriosos. Se nos aparecen en los supermercados y en las tiendas como productos empacados de los cuales no conocemos ni sus componentes ni su procedencia. De algunos sabemos su origen por etiquetas que dicen «made in China», y su composición es descrita en cuadros nutricionales no muy comprensibles, para el caso de los alimentos. Pero, ¿entendemos realmente lo que significa la producción de una mercancía?. En ninguna parte, por ejemplo, se menciona el trabajo invertido en la producción de una, ni las condiciones en que ese trabajo se da.
Si buscamos «Zara» en internet, nos encontramos con imágenes de la afamada marca de ropa. Zara es estilo, es glamour, es buen vestir. Zara representa jóvenes, todos hermosos y delgados con una vida muy feliz, al parecer. Si escribimos en nuestro buscador «zara explotación» nos encontramos con una cara diferente de la moneda. Vemos que la historia de una mercancía, por lo menos las de Zara en este caso, habla de explotación de trabajadores.
Pensemos por un momento en las tecnologías que usamos todos los días. Me refiero a celulares, computadoras y demás dispositivos electrónicos. Esas pantallas negras que son hoy en día nuestra puerta de acceso principal a noticias [falsas], [des]información y [des]conocimiento. Un portátil, por ejemplo, está compuesto por una unidad de procesamiento central (CPU), una tarjeta madre, una memoria RAM, un ratón, un teclado, una pantalla, un cargador, una batería, entre otros. Si hablamos un momento de las baterías de portátiles y celulares nos damos cuenta que su componente principal es el litio, una materia prima que surge de la explotación minera y cuyas principales
reservas se encuentran en el «triángulo de litio», el cual se ubica entre Argentina, Bolivia y Chile. Su principal explotador ha sido este último país. Cabe aclarar que de allí se extrae el mineral de litio, pero su procesamiento se realiza en otros países como EE.UU., Australia y Canadá, es decir, la minería del litio no está en función de la industria Chilena sino que está en función del mercado mundial.
Hablar de Chile y minería no puede más que recordar el dramático «accidente» de la mina San José ocurrido en 2010 en el que 33 mineros quedaron atrapados. ¿Podemos llamar accidente a un acontecimiento ocurrido por las pésimas condiciones en que trabajan los mineros de Chile?. A tres años del «accidente», vemos que poco o nada cambiaron las condiciones, a pesar de lo mediático que fue el suceso.
Toda nuestra tecnología es muy dependiente de la minería. Oro, hierro, silicio, fósforo, azufre, aluminio, plomo, etc. Sumemos a esta lista los minerales de tierras raras, cuyos nombres «rara» vez hemos escuchado. Podemos intuir el porqué de la enorme necesidad que tienen los países desarrollados de realizar minería. Los países latinoamericanos y africanos son ideales ya que no solamente cuentan con grandes reservas a ser explotadas, sino que cuentan con gobiernos burocráticos fuertemente entrelazados y alineados con los intereses de los grandes capitalistas; gobernantes dispuestos a cambiar o crear las leyes necesarias para la explotación de recursos
naturales a costa del bienestar de la gente del pueblo, y a costa también del medio ambiente. A los movimientos sociales que se oponen a los dictámenes del gran capital internacional se les aplica la represión del Estado. Colombia es un triste ejemplo de ello en el que después de la firma de unos acuerdos de «paz», van 217 líderes sociales asesinados, cifra que parece seguirá en aumento luego de la elección del nuevo presidente, tan afín a las posiciones más extremas de la derecha.
Dejando a un lado la minería y siguiendo la linea de producción de mercancías tecnológicas, encontramos que las grandes empresas de tecnología, casi todas con base estadounidense, producen en suelo asiático. Foxconn es el mayor fabricante de componentes electrónicos y también el mayor exportador de China. Sin embargo, el nombre no lo conocía por sus logros como compañía, sino por las noticias de suicidios que ocurrieron en sus fábricas durante los años 2010 y 2011. Las condiciones laborales son tan terribles que 18 trabajadores decidieron suicidarse antes que seguir soportando las extenuantes y mal pagas jornadas de trabajo o las condiciones de súper explotación a las que son sometidos. Varios de los trabajadores se lanzaron desde los edificios de la compañía China. Foxconn, como medida de seguridad, decidió instalar redes anti-suicidio y colocar barras en las ventanas, junto a algunas otras medidas para reducir la depresión extrema de sus operarios.
En las lineas de ensamblaje de Foxconn se producen los iPhone, iPads y demás dispositivos de Apple. También producen los Kindle de Amazon así como las consolas Playstation de Sony y Xbox de Microsoft. Todos los dispositivos electrónicos que alguna vez hemos usado muy seguramente pasaron por las manos de algún trabajador súper explotado de Foxconn. Apple y Amazon han presionado, en apariencia, para que las condiciones laborales cambien. Pero no es mucho lo que pueden hacer, las leyes de producción capitalista dictan que hay que producir reduciendo al mínimo los salarios y extendiendo al máximo las jornadas laborales. Si en China se hacen más rígidas las leyes, la producción migra a países con legislaciones más flexibles. No es extraño que Foxconn posea fábricas en México, Brasil y también en la India.
La situación no ha cambiado. Un artículo de junio del presente año describe las condiciones laborales tan precarias en la compañía China. A los bajos salarios y a las jornadas extendidas de trabajo, se le suma la subcontratación a través de agencias de trabajo. A estos trabajadores se les paga ligeramente más, pero no cuentan con prestaciones. No tienen licencias por enfermedad ni pago de feriados. Durante las épocas de poca producción, se ven arrastrados por las alternaciones del anárquico mercado y son despedidos sin derecho a remuneración y pasan a engrosar las filas del ejército industrial de reserva. Como bien dice el artículo, estos trabajadores son tan desechables como los productos que producen.
Por más que al ideario académico y hasta popular le insistan que hemos avanzado a sociedades «del conocimiento» o de capitalismo «cognitivo», lo cierto es que la base económica de la sociedad sigue descansando en el trabajo de millones y millones de trabajadores, explotados y súper explotados alrededor del mundo. Hace mucho que esas relaciones se hicieron internacionales y por ello el bienestar de unos cuantos depende de la miseria de muchos otros en algún otro lugar del mundo. La esencia de explotación del sistema es invisible a los ojos, que se nos presenta ante nosotros solo como bonitos aparatos de bajo costo, pero de mucho valor.