¡Más, no menos feminismo!

Nos sorprende el “librepensador” Alejandro Gaviria con su columna del domingo 29 de enero titulada el feminismo en la práctica, donde arremete en contra de las mujeres y de su importante movimiento de liberación, que ya cumple varios siglos de existencia en el mundo.

Lo que hace el columnista es repetir las tradicionales babosadas y lugares comunes que, con argumentos más ingeniosos, han escrito ya los cruzados de la reacción en otros momentos: los papas y los obispos, los filósofos de la aristocracia, los emperadores de viejo y nuevo cuño, los literatos de levita y de camándula. Y que lamentable espectáculo ofrece el señor Gaviria al llamar al sexo masculino a un contraataque contra el feminismo, supuestamente para salvar a la humanidad de sus graves peligros. Pero, ¿dónde están realmente los peligros y quienes son las víctimas?

La realidad es que el mundo es completamente intolerable, es un espectro colorido de injusticias, donde sobresalen las desiguales relaciones entre los sexos, con una marcada opresión de la mujer en el terreno económico, político, de acceso a la cultura y al conocimiento científico. Eso no lo inventamos las feministas señor Gaviria, es una realidad reconocida por todos los investigadores honestos en el mundo. El movimiento de liberación de la mujer, es parte de un movimiento más grande que ya cumple varios siglos, por parir una nueva humanidad, por zafarla de fardos tan pesados como la opresión nacional, el racismo, el sexismo, el abismo de clases y se necesita aún mucho más cuestionamiento y cambio, no menos como pretende el columnista.

Poniendo la realidad patas arriba, este señor alega que el feminismo puede causar efectos adversos sobre la educación y el desarrollo personal de los niños y jóvenes, cuando es precisamente al contrario: el contenido patriarcal de nuestra educación está arruinando de hecho la vida de millones y millones de mujeres por todo el mundo, reproduciendo “valores” que afianzan el derecho masculino a disponer de la vida y el cuerpo de la mujer, ya sea mediante la violencia directa contra ellas, ya sea discriminándolas en el trabajo o timando su derecho a acceder en un plano de igualdad a los beneficios del progreso. ¿Será que el señor Gaviria, reconocido investigador social, no conoce las montañas de estudios que confirman esta situación de manera aplastante? Tal vez las conozca, en cualquier caso no le importan y asume una actitud muy cínica, tal vez debido al mundo cómodo en que ha vivido y a su visión interesada de la realidad.

En su fanatismo, el columnista afirma que el comportamiento femenino se convirtió en el patrón de oro. Tamaña mentira: basta mirar la realidad cercana (sino la propia, la de las vecinas) para darse cuenta de los pocos cambios de fondo entre las relaciones humanas (incluidas las sexuales). Sí, es cierto que ha habido ciertos progresos en cuanto a escolaridad femenina, acceso al mercado laboral o modernos métodos de planificación familiar, pero este avance cuantitativo no ha significado una ruptura profunda con las relaciones tradicionales sino más bien se ha dado una reproducción de viejas conductas patriarcales, revestidas de un halo de modernidad y progresismo. Por ejemplo, hoy se puede acceder (y comprar) mujeres a través de Internet, de manera rápida y anónima, un privilegio masculino tan antiguo como el profeta Isaac.

Este señor se escandaliza de las desastrosas consecuencias por la ausencia del padre en la educación de los hijos. Ignora que con frecuencia los padres abandonan a sus hijos (el equivalente de un aborto) al negar su paternidad o abandonar a sus parejas, fenómeno masivo que ya constituye el 25% de todos los hogares colombianos. Eso sí, no dijo nada en el caso del aborto femenino, que se castiga en Colombia como el peor de los crímenes, pero que de hecho es una ley criminal que condena a unas 35.000 mujeres a la muerte cada año. Mueren más mujeres por abortos clandestinos, que todas las muertes por violencia callejera, guerra civil, accidentes de tránsito y suicidios, que de por sí ya constituyen una cifra escandalosa. ¿No le parece esto una desastrosa consecuencia señor Gaviria?

El mundo necesita mucha más liberación femenina y no menos. Tod@ aquel que se atreva a ver la realidad tal como es y a sacar las conclusiones pertinentes, debería exhortar a los hombres junto con nosotras, para que contraataquen a favor de un mundo radicalmente diferente, un mundo sin machismo y sin discriminación de ningún tipo.

Grupo ¡De Pie, Mujer!

Pereira, febrero 6 de 2006

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