El gran pensador italiano sacó conclusiones profundamente materialistas de la teoría heliocéntrica de Copérnico. Gracias a un esfuerzo tenaz e independiente se convirtió en uno de los hombres más cultos de su tiempo. Por sus ideas avanzadas fue acusado de “herejía”, excomulgado y quemado por la Iglesia en el año 1600.
Había nacido Bruno en Nola, cerca de Nápoles. Su nombre de pila era Filippo, pero adoptó el de Giordano al ingresar en la Orden de Predicadores; con estos frailes estudió la filosofía aristotélica y la teología tomista. Pensador independiente de espíritu atormentado, abandonó la orden en 1576 para evitar un juicio en el que se le acusaba de desviaciones doctrinales e inició una vida errante que le caracterizaría hasta el final de sus días.
Visitó Génova, Toulouse, París y Londres, donde residió dos años, desde 1583 hasta 1585, bajo la protección del embajador francés y frecuentando el círculo del poeta inglés sir Philip Sidney. Fue el periodo más productivo de su vida ya que durante estos años escribió La cena de las cenizas (1584) y Del Universo infinito y los mundos (1584), así como el diálogo Sobre la causa, el principio y el uno (1584).
En 1585 Bruno volvió a París, y viajó después a Marburgo, Wittenberg, Praga, Helmstedt y Frankfurt, donde pudo arreglárselas para imprimir la mayor parte de sus obras. Por invitación del noble veneciano, Giovanni Moncenigo, que se erigió en su tutor y valedor privado, Bruno volvió a Italia. En 1592, sin embargo, Moncenigo denunció a Bruno ante la Inquisición que le acusó de herejía. Fue llevado ante las autoridades romanas y encarcelado durante más de ocho años mientras se preparaba un proceso donde se le acusaba de blasfemo, de conducta inmoral y de hereje. Pese a las torturas que sufrió, no se retractó de sus convicciones, siendo condenado a muerte. “Tenéis más miedo vosotros al pronunciar mi sentencia que yo al escucharla”, dijo Bruno dirigiéndose a sus verdugos. Fue quemado en una pira levantada en Campo dei Fiori (Roma) el 17 de febrero del año 1600.
Bruno forjó una nueva concepción materialista conforme a la cual el universo es uno, material, infinito y eterno. Más allá de nuestro sistema solar existe una cantidad infinita de mundos y lo que vemos ante nosotros no es más que una parte insignificante del universo.
Este pensador materialista contribuyó considerablemente al desarrollo de la dialéctica; a él debemos la tesis de la “coincidencia de los contrarios” abordando así el conocimiento de la naturaleza: “En resolución: quién quiera conocer los más importantes secretos de la naturaleza contemple y considere en torno a lo mínimo y lo máximo de los contrarios y opuestos”.
Oponiéndose a la autoridad de la iglesia y de los dogmas escolásticos, formuló el principio de la duda, exigiendo que se adoptara una actitud crítica hacia las viejas teorías y hacia las ideas admitidas comúnmente. Solo considerando dos juicios contradictorios y sopesando con todo cuidado, el pro y el contra, solo mediante el choque de dos opiniones opuestas, puede llegarse al descubrimiento de la verdad. A los principios basados en la fe y en la autoridad hay que contraponer la verdad, conocida sobre la base de la experiencia e iluminada por la luz de la razón.
El vigor de su denuncia iracunda contra los pedantes y los escolásticos se manifiesta perfectamente en su obra satírica de carácter antirreligioso, El asno de Killen. Los acusaba de ocuparse de la cáscara de las palabras en vez de ir al grano de las cosas. Sus ataques a los “príncipes de la iglesia” desembocaron en una prédica del ateísmo. Ello explica que las reaccionarias fuerzas feudales se esforzaran por todos los medios para acabar con el gran materialista y ateo.
No obstante, la muerte de Bruno no detuvo la marcha de la historia. A la par con el avance de las relaciones capitalistas - progresivas para aquel tiempo-, fue abriéndose paso el materialismo filosófico, apoyado por el progreso de las ciencias. Bruno puede ser considerado con todo derecho, como uno de los críticos más agudos de la sociedad feudal y uno de los fundadores del racionalismo moderno.
“A una nueva visión del cosmos debe por fuerza corresponder una nueva concepción del hombre.”
“Sí es la tierra la que gira alrededor del sol, así como también los otros planetas giran alrededor del mismo, y existen otros soles, otros sistemas solares esparcidos por el universo, sí eso es verdad -y es la verdad-, entonces Dios no sólo está en lo alto sobre vosotros, sino fuera del mundo, en cada partícula de materia, la materia por muerta o viva que fuere es la materia misma.”
“La naturaleza está gobernada por una profunda armonía. Líneas invisibles conjuntan las pequeñas cosas de la tierra como por ejemplo el poder de los hombres, de los astros, de los infinitos mundos que todavía no conocemos; la luna provoca las mareas y la menstruación de la mujer, el sol provoca la vida y la muerte de las plantas, el paso de las estaciones y la vida y la muerte del hombre”.
“¡Fuera!, fuera estúpidos pedantes que han hecho de La Sorbona una bodega de la ignorancia. Nosotros queremos una filosofía libre, una búsqueda científica libre, mientras que ustedes solo quieren imponernos su voluntad de sofocación. Nosotros queremos la autonomía del pensamiento y de la ciencia en toda su amplitud civil y cultural. ¡Pero no!, ustedes quieren sofocar toda manifestación del espíritu, así pueden ser arrojados de La Sorbona los aduladores y los pedantes”.
“[…] La universidad no abierta para todos no es justa, las cátedras deben ser para los sabios, el recinto debe estar a disposición de aquellos que aman la ciencia, una enseñanza de verdad libre, una sociedad en la cual el trabajo de las manos y del ingenio, sean honradas en igual medida; solamente así nacerá el nuevo hombre, de hominis novus”.