Recensión.
El autor de este escrito, Juan Antonio Aguilera M., plantea que sobre el conflicto de la ciencia y las creencias religiosas, su intención es que el lector llegue a sus propias conclusiones. Y la conclusión que él ha alcanzado sobre el tema es: “existen conflictos irresolubles entre la ciencia y algunas creencias religiosas fundamentales”. Hace una comparación entre las características del conocimiento científico y el religioso.
El conocimiento científico:
En esta labor explicativa que supone que el conocimiento y la metodología científicos son comunicables, resalta la búsqueda de coherencia, claridad y precisión. Se rechazan el gusto, la intuición o la conveniencia como criterios de verdad.
En la ciencia se acepta que hay una realidad externa, que nuestros sentidos nos dan una indicación al menos parcialmente aproximada de ella y que esa realidad es inteligible.
Así mismo se asume que el pasado fue real y que podemos confiar un mínimo en la memoria de la mayoría.
Para que algo se califique como ciencia las observaciones deben ser verificables independientemente por otros. La mayor fuerza de la ciencia viene del hecho que sus hallazgos están sujetos a prueba.
Otro rasgo extraordinario de la ciencia, es la asunción de provisionalidad. Los objetivos principales de la ciencia son generar descripciones generales, pero también predicciones y explicaciones, a través de hipótesis, leyes y teorías. Las leyes describen; las teorías explican, revelan las causas.
La fuerza de la ciencia procede también de la conjugación de la creatividad con el rigor de la razón y la exigencia de pruebas. Esta fuera del alcance de la ciencia el emitir juicios de valor u opiniones estéticas.
Conocimiento religioso:
Resumiendo, tenemos de un lado, datos, leyes y teorías científicas muy contrastadas, muy resistentes a los intentos de refutación universales. Y del otro, creencias y dogmas religiosos, no verificados, sin pruebas, múltiples e incompatibles entre sí [se puede leer la transformación del agua en vino en las bodas de Canaán: página 8].
La visión anticientífica, por motivos religiosos, de la especie humana y sus orígenes, tiene a veces consecuencias desgraciadas. Un ejemplo es el caso de la homosexualidad: diversas religiones la consideran “contra natura” sobre la base de asignar a la naturaleza, y especialmente a los humanos, los propósitos divinos. Sin embargo, es evidente que la homosexualidad es natural, se observa en multitud de especies naturales. Otro caso de creencias religiosas anticientíficas con efectos morales graves es la existencia de alma en los zigotos y embriones humanos.
Apelar a un dios creador para explicar el origen del universo, no hace sino retrasar el problema hacia el origen del dios mismo. No deben valer los trucos de asignar a ese dios propiedades físicas, como la eternidad, y negárselas al propio universo físico. En definitiva: ese dios no es que no parezca una explicación satisfactoria, simplemente no parece una explicación.
La ciencia no nos da un sentido de la vida, una moral. Esto no es lo mismo que decir que, siguiendo a la ciencia, la vida carezca necesariamente de sentido, incluido el moral. La moral y el sentido son creaciones humanas que están fuera del ámbito científico, aunque, en mi opinión, tienen que estar muy atentas a la ciencia porque no deben ignorar los conocimientos sobre la realidad material.
Por: Juan Antonio Aguilera Mochón (MIENTRAS TANTO)*.
* Juan Antonio Aguilera Mochón es integrante del departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Granada.