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Giordano Bruno - (1548-1600)

Tomado de Wikimedia Commons

El gran pensador italiano sacó conclusiones profundamente materialistas de la teoría heliocéntrica de Copérnico. Gracias a un esfuerzo tenaz e independiente se convirtió en uno de los hombres más cultos de su tiempo. Por sus ideas avanzadas fue acusado de “herejía”, excomulgado y quemado por la Iglesia en el año 1600.


Había nacido Bruno en Nola, cerca de Nápoles. Su nombre de pila era Filippo, pero adoptó el de Giordano al ingresar en la Orden de Predicadores; con estos frailes estudió la filosofía aristotélica y la teología tomista. Pensador independiente de espíritu atormentado, abandonó la orden en 1576 para evitar un juicio en el que se le acusaba de desviaciones doctrinales e inició una vida errante que le caracterizaría hasta el final de sus días.

Visitó Génova, Toulouse, París y Londres, donde residió dos años, desde 1583 hasta 1585, bajo la protección del embajador francés y frecuentando el círculo del poeta inglés sir Philip Sidney. Fue el periodo más productivo de su vida ya que durante estos años escribió La cena de las cenizas (1584) y Del Universo infinito y los mundos (1584), así como el diálogo Sobre la causa, el principio y el uno (1584).

En 1585 Bruno volvió a París, y viajó después a Marburgo, Wittenberg, Praga, Helmstedt y Frankfurt, donde pudo arreglárselas para imprimir la mayor parte de sus obras. Por invitación del noble veneciano, Giovanni Moncenigo, que se erigió en su tutor y valedor privado, Bruno volvió a Italia. En 1592, sin embargo, Moncenigo denunció a Bruno ante la Inquisición que le acusó de herejía. Fue llevado ante las autoridades romanas y encarcelado durante más de ocho años mientras se preparaba un proceso donde se le acusaba de blasfemo, de conducta inmoral y de hereje. Pese a las torturas que sufrió, no se retractó de sus convicciones, siendo condenado a muerte. “Tenéis más miedo vosotros al pronunciar mi sentencia que yo al escucharla”, dijo Bruno dirigiéndose a sus verdugos. Fue quemado en una pira levantada en Campo dei Fiori (Roma) el 17 de febrero del año 1600.

Bruno forjó una nueva concepción materialista conforme a la cual el universo es uno, material, infinito y eterno. Más allá de nuestro sistema solar existe una cantidad infinita de mundos y lo que vemos ante nosotros no es más que una parte insignificante del universo.

Este pensador materialista contribuyó considerablemente al desarrollo de la dialéctica; a él debemos la tesis de la “coincidencia de los contrarios” abordando así el conocimiento de la naturaleza: “En resolución: quién quiera conocer los más importantes secretos de la naturaleza contemple y considere en torno a lo mínimo y lo máximo de los contrarios y opuestos”.

Oponiéndose a la autoridad de la iglesia y de los dogmas escolásticos, formuló el principio de la duda, exigiendo que se adoptara una actitud crítica hacia las viejas teorías y hacia las ideas admitidas comúnmente. Solo considerando dos juicios contradictorios y sopesando con todo cuidado, el pro y el contra, solo mediante el choque de dos opiniones opuestas, puede llegarse al descubrimiento de la verdad. A los principios basados en la fe y en la autoridad hay que contraponer la verdad, conocida sobre la base de la experiencia e iluminada por la luz de la razón.

El vigor de su denuncia iracunda contra los pedantes y los escolásticos se manifiesta perfectamente en su obra satírica de carácter antirreligioso, El asno de Killen. Los acusaba de ocuparse de la cáscara de las palabras en vez de ir al grano de las cosas. Sus ataques a los “príncipes de la iglesia” desembocaron en una prédica del ateísmo. Ello explica que las reaccionarias fuerzas feudales se esforzaran por todos los medios para acabar con el gran materialista y ateo.

No obstante, la muerte de Bruno no detuvo la marcha de la historia. A la par con el avance de las relaciones capitalistas - progresivas para aquel tiempo-, fue abriéndose paso el materialismo filosófico, apoyado por el progreso de las ciencias. Bruno puede ser considerado con todo derecho, como uno de los críticos más agudos de la sociedad feudal y uno de los fundadores del racionalismo moderno.

"El Hereje" - Película sobre la vida de Giordano Bruno


“A una nueva visión del cosmos debe por fuerza corresponder una nueva concepción del hombre.”

“Sí es la tierra la que gira alrededor del sol, así como también los otros planetas giran alrededor del mismo, y existen otros soles, otros sistemas solares esparcidos por el universo, sí eso es verdad -y es la verdad-, entonces Dios no sólo está en lo alto sobre vosotros, sino fuera del mundo, en cada partícula de materia, la materia por muerta o viva que fuere es la materia misma.”

“La naturaleza está gobernada por una profunda armonía. Líneas invisibles conjuntan las pequeñas cosas de la tierra como por ejemplo el poder de los hombres, de los astros, de los infinitos mundos que todavía no conocemos; la luna provoca las mareas y la menstruación de la mujer, el sol provoca la vida y la muerte de las plantas, el paso de las estaciones y la vida y la muerte del hombre”.

“¡Fuera!, fuera estúpidos pedantes que han hecho de La Sorbona una bodega de la ignorancia. Nosotros queremos una filosofía libre, una búsqueda científica libre, mientras que ustedes solo quieren imponernos su voluntad de sofocación. Nosotros queremos la autonomía del pensamiento y de la ciencia en toda su amplitud civil y cultural. ¡Pero no!, ustedes quieren sofocar toda manifestación del espíritu, así pueden ser arrojados de La Sorbona los aduladores y los pedantes”.

“[…] La universidad no abierta para todos no es justa, las cátedras deben ser para los sabios, el recinto debe estar a disposición de aquellos que aman la ciencia, una enseñanza de verdad libre, una sociedad en la cual el trabajo de las manos y del ingenio, sean honradas en igual medida; solamente así nacerá el nuevo hombre, de hominis novus”.

Muere Stephen Jay Gould, innovador del evolucionismo

ASTURIAS, 22/05/2002

SOCIEDAD

Autor de una veintena de libros, muchos de ellos dedicados a la paleontología, fue uno de los grandes divulgadores de la ciencia

Oviedo, A. M. F.

Stephen Jay Gould, paleontólogo que rompió con la línea clásica del evolucionismo y uno de los mayores divulgadores científicos de las últimas décadas, murió el lunes pasado en su casa de Nueva York. Profesor de Harvard, hombre de ciencia de gran popularidad, tenía 60 años y en los últimos veinte luchaba contra un cáncer raro e incurable, al que desafió con su proclividad a detectar las fisuras del conocimiento establecido.

Jay Gould rompió en los años setenta, junto con Niles Eldrege, con la idea de la evolución lenta y continua acuñada por Darwin. En su lugar sostuvo que los cambios no eran lineales, a menudo se producían en varias especies a la vez y muchos estaban precedidos de grandes catástrofes. Esta visión, conocida como «equilibrio puntuado», llevaba también aparejada la noción de que no todos lo cambios morfológicos que se registran en la evolución tienen un cometido funcional claro. «En la evolución no existe el progreso», afirmaba, e insistía en la importancia de las pruebas materiales del cambio: los fósiles. «El registro geológico constituye de hecho una crítica del carácter uniformista del pensamiento de Darwin», afirmaba. Y añadía que «Darwin creía que las grandes extinciones eran una deducción errónea debida al carácter incompleto del registro fósil. Ahora sabemos que son bien reales. La historia de la vida estuvo jalonada por varias extinciones brutales».

Cuando en 1982 se le descubrió el cáncer, el tiempo medio de vida de los afectados por su mal era de ocho meses. Su muerte llegó a anunciarse en una reunión de colegas y contaba que estuvo a punto de tener el privilegio de leer su propia necrológica. Sin embargo, superó los malos presagios y dispuso de una amplia prórroga vital que aprovechó para convertirse en uno de los grandes divulgadores de la ciencia.

Autor de una veintena de libros sobre paleontología, en sus escritos mezcla una erudición inusual entre las gentes de su gremio, un humor que alivia la aridez de ciertas materias y un rigor que le da fiabilidad ante los lectores sin menguar la estima intelectual de sus iguales. Como divulgador su criterio es claro: «Eliminar la jerga pero no sacrificar las ideas. Cualquier complejidad intelectual puede ser transmitida en el lenguaje corriente». Entre sus libros destacan «El pulgar del panda», «La vida maravillosa» o «La sonrisa del flamenco».

Alardeaba de una temprana vocación científica. Fascinado desde niño por los fósiles, quiso ser paleontólogo desde que con 5 años contempló el Tyrannosaurus del Museo de Historia Natural de Nueva York. Su compromiso con la ciencia iba más allá de la tarea divulgadora y fue uno de los más firmes combatientes del creacionismo que enseñorea los planes de estudios en algunos estados americanos, una batalla que libró incluso ante los tribunales.

www.lanuevaespana.com

Salvador de Madariaga y la CIA

Por: José Sant Roz

Fecha de publicación: 11/03/05


"La inteligencia sin carácter es, en definitiva, mucho peor que la muy ingenua imbecilidad"

Albert Camus

Ya existe un premio para periodistas con este nombre “Salvador de Madariaga”. Tratándose de periodistas y de medios de comunicación, no es difícil darse cuenta porqué se recurre a este nombre para tal premio. En el porte, en su fisonomía de personaje tieso y de levita negra, todo un gran diplomático que viajaba por el mundo con fondos de la Fundación Rockefeller, Ford o Farfield o de la Fundación Kaplan (todas tapaderas de la CIA), se puede apreciar la elocuencia del hombre que tratará de “desmitificar a Bolívar”. Ya hoy se sabe con la enorme documentación de la escritora Frances Stonor Saunders que en los planes de la CIA estaba ganarle la guerra, en el plano intelectual, a la izquierda, y para ello era necesario infiltrar ateneos, comprar periodistas, hacerse con revistas, periódicos, universidades, centro de investigación científica y humanística, y con una buena camada de vacas sagradas de las letras en el mundo.

La lista es como para provocar un infarto: Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Salvador de Madariaga, Maritain, Bertrand Russel, Albert Camus, Igor Stravinsky, Benedetto Croce, T.S. Elliot, Karl Jaspers, André Malraux, Ignacio Silone, Jean Cocteau, Isaiah Berlin, Ezra Pound, Ernest Reuter, Arthur Koestler, Arthur Schlesinger Jr., Sydney Hook (ex izquierdista radical), James T. Farrel, Jules Romain, Raymond Aron, Günther Grass, Jorge Luis Borges, Hanna Arendt, Mary Mc Carthy y Tenesse Williams, Robert Montgomery, David Lilienthal, Sol Levitas (editor de New Leader), George Schuyler (negro, editor del Pittsburg Courier), Max Yergan (periodista, también negro), Hugh Trevor-Roper (que resultó crítico y desde el principio sospechó la injerencia CIA), Julian Amery, A.J. Ayer, Herbert Read, Harold Davis, Christopher Hollis, Peter de Mendessohn, David Rousset, Rèmy Roure, Ander Phillip, Claude Mauriac y George Altman, Ignacio Silone, Guido Piovene, Altiero Spinelli, Franco Lombardi, Muzzio Mazzochi, Bonaventura Tecchi, Willy Brand, Langston Hughes, Roger Caillois, Woly Soyinka, Cleant Brooks, Robie Macauley, Roberet Penn, Warren James Merrill, John Thompson, Ted Hughes, Herbert Read, Peter Russel, Stephen Spender, Pierre Emmanuel, Derek Walcott, Alberto Moravia, John Dos Passos, Julian Huxley, Mircea Eliade, Thornton Wilder, Guido Piovene, Gerbert Read, Lionel Trilling, Robert Pen Warren, Stephen Spender, Isak Dinesen, Naum Gabo, Martha Graham, Robert Lowell, Robert Richman, Franco Venturi, Iris Murdoch, Daniel Bell, Armand Gaspard, Anthony Hartley, Richard Hoggart, el indio Jaya Praksash Narayan y muchos otros.

A Salvador de Madariaga, esta agencia de inteligencia, la CIA, lo convirtió en nada más y nada menos que en el Presidente del famoso Congreso por la Libertad de la Cultura. Como Presidente de este Congreso, Madariaga le hizo excelentes trabajos al Departamento de Estado, entre ellos sabotear por todos los medios posibles la posibilidad de que se le concediera el Premio Nobel de Literatura en 1964 a Pablo Neruda. Cuando Michael Joselsson recurrió a la influencia de Madariaga para sabotearle este galardón a Neruda, don Salvador expresó: "Estocolmo sabrá dar una respuesta sencilla e impecable: ya se ha concedido el Nóbel a la poesía chilena en la persona de Gabriela Mistral. Eso es lo importante. Y la política no tiene nada que ver".

Un orgulloso pequeño burgués era este don Salvador, que se emocionaba y le saltaban las musas por los poros cuando se topaba con algún banquero de esos mecenas multimillonarios que después que expolian, diezman pueblos y saquean naciones se dedican en EE UU al bello arte de la filantropía. Cuando en sus “Memorias” habla del judío neoyorquino Herbert Smith, escribe: “es uno de los seres más justos y generosos que he conocido”. También trató muy de cerca al monstruoso asesino Allen Dulles, (quien fuera presidente de la United Fruit Company (UFCO), director de la CIA, Subsecretario de Estado, íntimo del alcohólico senador Joseph McCArthy y el degenerado Roy Cohn (abogado), y quienes pusieron de moda en Washington la persecución anticomunista), “el mismo que años más tarde iba a dirigir con talento y distinción la famosa CIA. Era entonces Secretario General y animador de la delegación yanqui, y como tal vino a verme, por serlo yo de la conferencia... Claro es que Dulles prefería discutir conmigo que con Burton... ”.

Viajó Madiariaga, además, por el interior de EE UU, financiado por la Foreign Policy Association de Nueva York y la League of Nations. Trabó en el Norte fuerte relación de amistad con el potentado Thomas Lamont, banquero, “era uno de esos norteamericanos cuyo rostro inteligente y abierto se me presenta siempre que oigo alguna crítica excesiva o malévola contra sus compatriotas, porque era hombre que habría honrado a cualquier país por el mero hecho de pertenecer a él. Pronto me había dado cuenta de sus dotes de corazón y de cerebro y nos hicimos buenos amigos. Su situación de primera en el Banco J. P. Morgan, le permitía consagrar sumas considerables a fines públicos, sobre todo de caridad y cultura”. No olvidemos que la CIA fue creada para proteger a los banqueros yanquis en el mundo, y que en particular gente del J. P. Morgan fue de la primera en ser enrolada.

Es muy significativa esa afirmación sobre el banquero Thomas Lamont, relativa a recordarlo cuando alguien criticaba a los gringos, porque al fin la CIA había conseguido hacer con Madariaga lo que siempre ha buscado con todos los intelectuales: INSPIRAR POR MEDIO DE SUS ACTIVIDADES A QUE ACABEN ACEPTANDO POR MEDIO DE SUS PROPIOS RAZONAMIENTOS Y CONVICCIONES, DE QUE TODO CUANTO ESTADOS UNIDOS HACE EN EL MUNDO ES LO CORRECTO.

Entre los notables jeques de la cultura que andaba creando viveros de enemigos del comunismo en Europa y con los que don Salvador hizo buenas migas (y quienes le llevaron a elevado sitial como Presidente del Congreso por la Libertad de la Cultura) se encuentran los agentes: el banquero William (Wild Bill) Donovan, quien perteneció a OSS (Oficina de Servicio Estratégico, predecesora de la poderosa CIA, y que fue disuelta por Harry Truman), y Michael Joselsson. La OSS comenzó a reclutar espías en las clases dirigentes, en las empresas, en la política, en la universidad y en el mundo cultural. Donovan reunió la elite, y los hijos de J. P. Morgan formaban parte de la OSS, igual que los Vanderbirlt, DuPont, Archbold, Weil. Madariaga había llegado hasta Thomas Lamont, a través de sus contactos con Donovan. Téngase también en cuenta que Allen Dulles formó parte de las operaciones que dirigía Donovan, y era su mano derecha, muy amigo también de Madariaga. Donovan murió loco en 1959 cuando avistó desde la ventana de su apartamento tropas rusas avanzando sobre Manhattan, cruzando el puente de la calle 59. Donovan fue quien reclutó para la CIA al ex comunista Arthur Koestler.

Por su parte, Michael Joselsson se encargó de engolosinar, con parte del Plan Marshall para Europa, a todo aquel gran pensador, filósofo, poeta, ensayista y líder que quisiese enrolarse en la guerra contra el comunismo. Madariaga fue uno de los primeros en dar un paso al frente cuando se enteró que el Congreso por la Libertad de la Cultura recibiría 200.000 dólares, un equivalente a dos millones de dólares en los momentos actuales. Llovían cheques para cuanto desease aquella central del crimen, y Madariaga se portaban muy bien al lado de los agentes culturales de Nabokov, Lasky, Bondy y Malcolm Muggeridge. El ayudante de Allen Dulles, Tom Braden, dijo que Joselsson fue quien armó todo el frenético trabajo con los intelectuales de Europa, para fortalecer el Congreso por la Libertad de la Cultura, bajo el mando de Madariaga. Como todo lo que rodeaba a estos agentes, la primera esposa de Joselsson, Colette Joubert, murió asesinada y violada en su apartamento: la encontraron atada y muerta por asfixia con una mordaza, después de ser violada. Una de las bases principales del Congreso por la Libertad de la Cultura, además de super agente de la CIA, fue Charles Douglas Jackson quien estudió en Princeton, formó parte del imperio Time-Life, y fue de los principales especialistas en la guerra psicológica (en realidad director de PWD, la División de Guerra Psicológica que estuvo también bajo la jefatura de Nelson Rockefeller).

SU OBSESIÓN: ACABAR CON EL “MITO BOLÍVAR.”

Madariaga acogerá como pruebas irrefutables la vesánica ambición del Libertador que trasmiten los miserables de Ducoudray Holstein, José Domingo Díaz y Hippisley. Este godo sostendrá que Bolívar quería hacerse personalmente rey y emperador. Madariaga es el prototipo del contumaz, del cazurro y del terco español que no se cansará de ir acumulando pruebas sobre los planes monárquicos del Padre de la Patria, todo para desconceptuarle ante los pueblos de Latinoamérica, como digo, por órdenes de la CIA.

Es así, por todo lo anterior, como se puede entender el por qué de ese cargo de confianza dado al nieto de don Salvador, Javier Solana de Madariaga, de Secretario General de la OTAN (desde 1999, y con el apoyo irrestricto de EE UU). Salvador de Madariaga desde muy joven pasó al servicio diplomático de su país, casó con una escocesa también diplomática y escritora, y luego pasó a ser profesor de la universidad de Oxford. Convertido ya en toda una eminencia gris del pensamiento hispano, se dio a la tarea de recorrer el mundo, escribiendo sesudas obras que ponían por las nubes a los señores conquistadores que llegaron a América, Cristóbal Colón y Hernán Cortes.

Pero Madariaga no era del tipo terco a lo don Miguel de Unamuno, sino a lo voluble y falso de un Márquez Casa León, de su estirpe diplomática (quien traiciona a los realistas y se une a la causa de los patriotas, luego traiciona a Miranda, y otra vez se adecua a lo que deciden los patriotas cuando éstos vuelven a reconquistar Caracas) que mira hacia dónde se dora mejor la píldora para pillar de allí.

Cuando alguien como Madariaga se dedica toda la vida a la carrera diplomática, compartiendo con los dueños del mundo las decisiones que deben mantener a la Tierra en permanente caos, guerras, conflictos, miserias de pobreza y degradación política, se adquiere esa visión de que el mundo debe apoyarse sobre una irreparable camada de ladrones (en la que mandan el sionismo y la más degradante mafia internacional: negociantes de armas, traficantes de esclavos y de droga...), y que ni la moral ni la conciencia sirven para remediar nada. De modo que da lo mismo ser peón de la CIA que de la KGB, y que bueno, nada se pierde vendiéndose al mejor postor.

En su libro sobre Bolívar, hasta la gloria de haber independizado este continente americano pretende arrebatársela Madariaga, cuando escribe: “habrá pues que considerar la emancipación de la América española como una de las obras históricas de más fuste que llevó a cabo Napoleón. Pero es una obra que jamás entró en sus planes”. Quisiera saber uno, si tal empresa hubiera sido posible, con esa carga tan dramática de lucha y de creación política, de dolor, de tragedia y de lírica pasión soberana, sin Bolívar. Pasarán mil años, y España no conocerá entre sus políticos, entre sus estadistas, un hombre como Bolívar, y por el contrario le sobrarán Godoys, Fernando VII, y doñas veleidosas como la reina María Luisa. Madariaga va poco a poco clavando la espina de la supuesta inferioridad moral de los parientes del Libertador, y sostiene que don Juan Vicente Bolívar era un español americano resentido.

Sabemos del papel nefasto que introdujeron los curas en la justificación de la dominación de los indígenas y la introducción de los esclavos en este continente, pero Madariaga sostiene cínicamente que la Iglesia española aportó al Nuevo Mundo el principio de la libertad de los indios y el de la igualdad cristiana, cuando pasaron a cuchillo a millones de indefensos seres que poblaban estas tierras. En el capítulo “El Hombre” de su libro “Bolívar”, se extiende sobremanera en este punto, dándole soporte a esa columna básica de la dominación de nuestros pueblos (junto con lo militar y la oligarquía mercantilista): la religión católica, todo en un perfecto acuerdo con la CIA. Hoy sabemos que casi todos los obispos de América Latina, desde Argentina, Uruguay, Paraguay, pasando por Chile, Perú, Bolivia, Ecuador, Brasil, Colombia, todo el Caribe y Centroamérica, han trabajado codo a codo con el Departamento de Estado norteamericano para mantener en jaque y hundir, o ahogar en sangre si es posible, cualquier gobierno que intente dirigir su destino soberanamente. Es para sublevarse, conociendo la pavorosa falta de instrucción que padeció y padece nuestra América, cuando Madariaga estampa: “La Iglesia fundó las más de las instituciones de enseñanza y de caridad que pronto cubrieron todo el continente, y en general actuó siempre como la abogada del débil y del indefenso, sin prejuicio alguno de color”.

Cuando Bolívar ataca a los españoles con el verbo de sus clarividencias inapelables, entonces Madariaga se abalanza sobre él y dice que lo deberían encerrar en un manicomio o es que acaso pesa sobre su locura la sangre india que lleva en sus venas. Sobre todo cuando Bolívar dice: “Un continente separado de la España por mares inmensos, más poblado y más rico que ella, sometido tres siglos a una dependencia degradante y tiránica... Tres siglos gimió la América bajo esta tiranía, la más dura que ha afligido a la especie humana. El español feroz, vomitando sobre las costas de Colombia, para convertir la porción más bella de la naturaleza en un vasto y odioso imperio de crueldad y rapiña... Señaló su entrada en el Nuevo Mundo con la muerte y la desolación: hizo desaparecer de la tierra su casta primitiva, y cuando su saña rabiosa no halló más seres que destruir, se volvió contra los propios hijos que tenía en el suelo que había usurpado”.

SUS GUSTOS POR EL COLONIALISMO.

Además de racista, colonialista y de godo, Salvador de Madariaga estaba impregnado hasta más allá de la médula de esa brutal manera de llevar “la civilización occidental”, a sangre y fuego, a América Latina y al continente africano. La escritora Julia Elena Rial dice que “las masacres que hasta ayer azotaban a nuestro mundo latinoamericano, no sólo en el sentido de destrucción del hombre sino como delito social y transgresión de los derechos humanos, hoy son causa de preocupación universal. La ortodoxia sobre ellas supone una doctrina básica dominante (colonialismo, positivismo, liberalismo, neoliberalismo, neocolonialismo) en los momentos históricos durante los cuales se produjeron y donde, por lo general, prevalecían concepciones deterministas. Las masacres se realizan para no interrumpir el encadenamiento ascendente en el cual se considera que la etapa histórica presente debe ser superior a la precedente, sin que nada la enturbie”. Y añade que sobre los fusilamientos en Cholula, Salvador de Madariaga los justificó en su historia sobre Hernán Cortés, tomando una cita del historiador inglés Munro, a quien atribuye estas palabras: “La matanza de Cholula fue una necesidad militar para un hombre que guerreaba como Cortés” (Madariaga.1951, p. 290). Agrega la escritora Rial que el inglés le “sirve a Madariaga para apoyar su tesis colonialista y para referirnos el porqué de una masacre con un bi-discurso que describe un Cortés pedante y altanero, que se sentía con derecho para atacar cualquier aldea desarmada, pero también era “valiente y legalista”. La distorsión que muestra el lenguaje y la prepotencia histórica se entremezclan para desvirtuar los hechos. Es oportuno recordar aquí a José Carlos Mariátegui quien pensaba que sin sensibilidad política y clarividencia histórica no puede haber profunda interpretación del espíritu literario”.

Esa manera sin sensibilidad humana y política y ahistórica, le brota por los poros cuando escribe que los pueblos de las Indias amaban a Fernando VII, porque “la Corona de España había sostenido tradicionalmente los derechos de los pueblos frente a los excesos de los encomenderos y en general de las clases altas criollas”. Esta barbaridad no se la cree absolutamente nadie, que aún en el 2005, en una encuesta que se hizo en Madrid, casi un 80% de españoles no sabe ni siquiera si América estuvo colonizada por España, mucho menos iban a saber nuestros pueblos de entonces que provenía de la Corona española toda “aquella gracia y bienestar, seguridad y protección de sus derechos de los que ampliamente disfrutaban”. Cuando las querellas tardaban siglos en llegar a la Península para que luego estos informes fuesen desechados y olvidados. Y otra vez Madariaga atribuye esta noble virtud realista a la influencia de la Iglesia, en particular de los frailes.

http://www.aporrea.org/tiburon/a12565.html


 

Un recuerdo de Edward Said, extraordinario ciudadano del mundo

J.S. OR #1220, 23 de noviembre, 2003.

Tomado de la Wikipedia en Inglés

Edward Said, destacado intelectual público, defensor elocuente del pueblo palestino, teórico y erudito, murió el 24 de septiembre a los 67 años de edad. Incluso los representantes de las autoridades, quienes lo atacaron abierta o disimuladamente durante su vida tuvieron que escribir obituarios prominentes. Por nuestro lado, los pueblos oprimidos, especialmente los palestinos y árabes, lo conmemoraron con cálidos recuerdos de lo mucho que significaba para ellos.

Nació en Jerusalén, hijo de una familia acomodada que tuvo que exiliarse permanentemente, como cientos de miles de palestinos, por al-Nakbah , "la catástrofe" de opresión, terror y expulsión que acompañó la fundación del estado israelí en 1948. Después de estudiar en Estados Unidos en los años 50, se quedó a vivir aquí, , como muchos estudiantes del tercer mundo. Con un doctorado de Harvard y la cátedra de literatura comparada en la Universidad Columbia, gozaba de seguridad y prestigio en el mundo académico, que arriesgó muchas veces para condenar la opresión imperialista y sionista, y para desmentir el discurso que la defiende.

Un ejemplo de ese compromiso es el famoso "incidente de las piedras" hace tres años. Durante un viaje al sur del Líbano, aventó "piedras de celebración" hacia una caseta de la guardia israelí en la frontera, , poco después de que Israel tuvo que levantar la ocupación del sur del Líbano. Fue un acto muy apropiado de desafío al poderío armado israelí, y por lo mismo enfureció a los reaccionarios estadounidenses, quienes clamaron que Columbia despidiera a este distinguido hombre de letras y catedrático. (Said también recibió muchas amenazas de muerte durante su carrera.) Pero siguió enseñando hasta su muerte.

Este acto sorprendente en una persona de su posición, un saludo a los jóvenes palestinos que tiran piedras a los soldados israelíes, demuestra sus profundos lazos con las nuevas generaciones. Conocido por su erudición y su crítica literaria de escritores como Jane Austen, Joseph Conrad y Albert Camus, Said se interesaba en muchas esferas. Por ejemplo, hace poco escribió la introducción a la novela gráfica Palestine, de Joe Sacco, en la cual explica el valor subversivo de las tiras cómicas que van en contra de "los procesos ordinarios del pensamiento".

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Edward Said era un intelectual público comprometido y activo. Su vida es un ejemplo de lo que son capaces los intelectuales que toman posición contra las autoridades y al lado de los pueblos del mundo. El proletariado aprecia y valora mucho este papel.

En su libro más famoso e innovador, Orientalism, Said traza la formación de las ideas occidentales sobre el Oriente y la carrera de "orientalista", el intelectual que "conoce" el Medio y Lejano Oriente y sus pueblos. Demuestra que esos conceptos nacieron de las conquistas imperialistas europeas de la época moderna. Por ejemplo, cuando Napoleón invadió Egipto en 1798 con 3,400 soldados, también llevó mil administradores civiles, topógrafos, economistas, biólogos, y hasta poetas y artistas.

Los imperialistas tenían que estudiar las tierras y pueblos para controlarlos, pero ese fin contagió sus conocimientos. Consideraron a los pueblos e instituciones del Oriente un vasto Otro, pasivo, sensual e ignorante, en contraste con el Occidente activo, cerebral e informado. Así se desarrolló la imagen del nativo "flojo e ignorante", al que hay que guiar y dominar, y de sus costumbres y supersticiones "exóticas", que el Occidente superior y científico debe estudiar y clasificar.

Esta representación de los pueblos del Oriente es un conocimiento falso con un propósito: no solo, ni principalmente, para darle al imperialista una sensación de superioridad, sino para construir todo un discurso de dominación, y entrelazar el conocimiento con las estructuras de poder. Como Said señaló, "El dominio de estos instrumentos sobre la mente lo aseguran las instituciones que se construyen sobre ellos. Cada orientalista tiene, sin exagerar, un sistema de apoyo de inmenso poder que llega hasta las instituciones del estado. Escribir sobre el mundo oriental árabe, por lo tanto, carga toda la autoridad de la nación; no les hace falta estridencia ideológica porque gozan de la seguridad incondicional de la verdad absoluta, con el apoyo de la fuerza absoluta".

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A partir de finales de los últimos 60, Said se concentró como teórico literario y cultural en la relación del conocimiento y la autoridad. Al mismo tiempo se ligó más a la lucha y el liderazgo político del movimiento palestino. Lo que lo metió a la política fue el ataque israelí contra Cisjordania en 1967 (la "guerra de seis días"). Su siguiente libro fue The Question of Palestine. (La cuestión de Palestina), y en la década de los 70 se sumó al Consejo Nacional Palestino, llamado el "parlamento en el exilio". Durante los siguientes 30 años, escribió y habló sobre la lucha palestina en innumerables ocasiones, y llegó a ser uno de sus defensores públicos más elocuentes y reconocidos. También era columnista del semanario egipcio Al Ahram, que se distribuía en todo el mundo árabe.

La lucha palestina ha pasado por varias etapas; una de las más importantes se inauguró en 1988 con la primera intifada, es decir, rebelión en masa contra la ocupación, dominación y desposeimiento, bajo las armas israelíes. Dio alegría a las masas por todo el mundo y produjo tanta consternación en las autoridades de Israel y Estados Unidos que abrieron negociaciones con Yasser Arafat y la Organización de Liberación Palestina (OLP), cosa que se habían negado a hacer. En el curso de las negociaciones, Edward Said se dio cuenta de que Arafat estaba capitulando a Estados Unidos y en 1991 renunció a su cargo en el Consejo Nacional Palestino.

Dos años más tarde se firmó el Acuerdo de Oslo, que estableció la Autoridad Palestina como pantalla de gobierno en zonas limitadas de Cisjordania y Gaza; Said correctamente lo denunció como "un instrumento de rendición palestina", que convirtió "un movimiento de liberación nacional en una autoridad pueblerina". Said siguió abogando por la autodeterminación nacional palestina.

Los escritos de Edward Said se destacan por su posición e igualmente por una combinación característica de comentario político y crítica literaria-cultural, expresada en un estilo directo y personal. Su visión era la del hombre de letras humanista, para quien nada de lo humano es extraño y la mente humana es un instrumento minuciosamente afinado para entender y analizar con precisión. Es el polo opuesto a los intelectuales dentro o fuera de las universidades que venden el cerebro al que les ofrezca más, se retiran a una esfera restringida o ponen la mente al servicio de las autoridades y los reaccionarios.

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Said se calificaba a sí mismo de humanista, e interpretaba este amplio punto de vista filosófico de una manera particular. "Por humanismo entiendo antes que todo disolver las esposas de la mente del [poeta William] Blake, para usar la mente histórica y racionalmente con fines de conocimiento reflexivo. Es más, al humanismo lo sostiene una dimensión de comunidad con otros intérpretes, y otras sociedades y períodos.... Es decir, toda esfera está ligada con las demás esferas, y nada de lo que ocurre en nuestro mundo ha sido aislado.... Tenemos que tratar cuestiones de injusticia y sufrimiento dentro de un contexto situado ampliamente en la historia, la cultura y la realidad socioeconómica".

Said esgrimió el humanismo contra la ortodoxia religiosa; abogaba firmemente por el secularismo. Se oponía a todo movimiento, sociedad o estado teocrático o religioso, fuera sionista, islámico o cristiano, y a todo dogma que sofocara la comunicación y la crítica abierta. También estaba en contra de las varias filosofías "posmodernistas" que declaran que la verdad, la libertad y la moral son conceptos puramente relativos y condicionales sin ningún significado o valor universal, porque creía que el pensamiento crítico y la ciencia pueden hacernos entender el mundo más profundamente, y que el papel del intelectual es elevar la libertad y el conocimiento humanos.

Su libro Representations of the Intellectual (Representaciones del intelectual) aborda la responsabilidad social, política y moral del intelectual, y lo pinta como una figura de oposición. Al intelectual le pone este desafío: "Nadie puede tomar posición pública en todo momento respecto a toda cuestión. Sin embargo, creo que existe una responsabilidad especial de dirigirse a las autoridades constituidas de la propia sociedad de uno, las cuales son responsables ante los ciudadanos, especialmente cuando dichas autoridades están librando una guerra manifiestamente desproporcionada e inmoral, o un programa deliberado de discriminación, represión y crueldad colectiva".

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 Esas nobles inquietudes y una rabia ardiente contra la injusticia caracterizaron a Edward Said durante toda su vida, incluso los últimos 12 años, cuando luchó contra el cáncer. Hace dos años, cuando el gobierno estadounidense inició una guerra contra el mundo y un programa interno de estado policial, un grupo de activistas, intelectuales y artistas prepararon una respuesta, la Declaración de Conciencia No en Nuestro Nombre, que afirma: "Que no se diga que en Estados Unidos nos quedamos callados cuando el gobierno declaró una guerra sin límites e instituyó severas medidas represivas" Said la firmó desde el principio con entusiasmo, e instó a a firmarla.

Un hombre culto con variados intereses, lo apasionaban la ópera y la música clásica. Era un pianista consumado, escribía musicología y crítica musical. Junto con Daniel Barenboim, destacado pianista y director de orquesta, formó el West-East Divan, un foro para músicos árabes e israelíes. Escribieron conjuntamente un libro de música, uno de los últimos de Said. Después de su muerte, Barenboim le hizo este tributo: "Se desenvolvía con soltura en las esferas de la música, la literatura y la filosofía, y era una de esas contadas personas que reconocen los vínculos y los paralelos entre diferentes disciplinas.... En la música no veía solamente una combinación de sonidos sino el hecho de que cada obra maestra es una visión del mundo".

De igual manera, celebramos su amplia perspectiva y su profunda percepción de las interrelaciones del mundo.

Un intelectual público sobresaliente que investigaba profundamente la teoría y la cultura, y al mismo tiempo militaba y abogaba por el pueblo, con una inteligencia crítica coherente: el proletariado le rinde honor a Edward Said.

Recordando a Linus Pauling - Científico del Pueblo

Les compartimos este interesante articulo sobre un ejemplo de un científico crítico y al servicio del Pueblo:

El 19 de agosto el pueblo perdió un amigo y aliado. Linus Pauling, destacado químico, firme activista  antibélico y franco partidario de la terapia de vitaminas, murió a la edad de 93 años.

Durante 7 décadas como científico y 40 años como activista político, Pauling se ganó el respeto y cariño de gente  por todo el planeta:  en la comunidad científica, en los movimientos contra la guerra nuclear y la destrucción del medio ambiente, de muchos trabajadores  médicos y de salud pública, y de los muchos que se beneficiaron  con sus avances científicos.

Pauling recibió una larga lista de condecoraciones  científicas y humanísticas y fue autor de más de 600 informes científicos y del libro de texto de ciencias más citado en la historia. Fue un experto de expertos, en esta época capitalista en la que las ciencias y la investigación científica son casi exclusivamente propiedad de los expertos.

Pero Pauling no se limitó a desarrollar el papel que la sociedad  les asigna a los científicos. Sentía gran cariño por las masas  y creía que la meta  de las ciencias debe ser mejorar la vida de los seres  humanos. No restringió sus investigaciones al estrecho campo de problemas que más le interesa a la clase dominante. Abrió nuevos caminos científicos, y nunca le asustó enfurecer a los peces gordos del mundo científico, corporativo y político.

En cuestiones de política Pauling fue valiente. Opinaba que los científicos debían criticar a las  autoridades, tanto en la esfera científica como social.  En la época  macartista de los años 50,  cuando el disentimiento político era bastante peligroso, Pauling condenó la prepotencia de Estados Unidos ante los demás países con su arsenal de armas  nucleares. Se opuso a las investigaciones para desarrollar nuevas armas nucleares y declaró que los preparativos del gobierno para “librar y ganar” una guerra nuclear eran una locura.

A pesar de su posición social  destacada, estaba dispuesto a arriesgarlo todo. Por eso durante 40 años se encontró en medio de montones de controversias científicas y políticas. Poderosas fuerzas de la sociedad lo atacaron y ridiculizaron por “ir demasiado lejos”  y hablar de “temas fuera de su esfera de conocimiento”.

Pero esta actitud de “rebasar los límites” de las ideas e instituciones anticuadas y reaccionarias es precisamente lo que  recordamos más  afectuosamente de Linus Pauling.

PIONERO CIENTÍFICO

Pauling inició sus experimentos químicos de adolescente.  En los años 20 y 30, se unió a un grupo de jóvenes científicos y juntos desarrollaron una nueva rama de la física: la mecánica cuántica, o sea, el estudio del funcionamiento de la materia en el interior del átomo. Combinó sus conocimientos  de las sustancias químicas y la mecánica cuántica para investigar cómo se vinculan  los átomos para formar  las moléculas de los distintos elementos químicos. Pauling y sus colegas emplearon  nuevas formas de experimentación para analizar cristales, minerales y otras sustancias, y para entender los enlaces químicos, o sea, las fuerzas que vinculan los átomos en el interior de las moléculas o que vinculan  una molécula a otra.

A partir de la década del 40, Pauling concentró sus estudios más y más en problemas biológicos y médicos. Junto con sus equipos de investigación, analizó las sustancias de carbono del interior de los seres vivientes llamadas moléculas orgánicas.

El trabajo de sus equipos de investigación reveló como se pueden separar y recombinar las  moléculas.   Ese descubrimiento causó una revolución en la química, la biología molecular, la genética, la medicina y otros campos, y permitió a los seres humanos crear y manipular muchas clases de sustancias químicas.  En 1939 salió su famoso libro  The  Nature of the Chemical Bond  (la  naturaleza del enlace químico).

Una de esas sustancias  fue la hemoglobina, el componente de la sangre que transporta  el oxígeno por todo el cuerpo. Pauling quería mejorar la situación de los negros en este país, así que estudió en particular la anemia de la célula falciforme, una enfermedad genética que afecta a muchas personas de ascendencia africana occidental y que causa una anormalidad  en la hemoglobina.  Sus investigaciones llevaron a un tratamiento más eficaz para esa enfermedad.

Pauling elaboró teorías sobre los anticuerpos y la anestesia, y contribuyó a entender la estructura del material genético, el ácido dioxirribonucleico (ADN).

Por sus logros científicos, le dieron el premio Nóbel en química en 1954, pero casi no pudo viajar a Europa a recibirlo por los ataques macartistas. Pauling se había metido en campos políticos que el gobierno consideraba (y todavía considera) fuera de los límites aceptables para los científicos destacados.

FUERA DEL LABORATORIO PARA PLANTÁRSELE A LA MÁQUINA DE GUERRA

Durante la segunda guerra mundial a comienzos de los años 40,  el gobierno canalizó todos los recursos científicos posibles  hacia la guerra: a crear nuevas armas para salir victorioso y dominar el mundo de la posguerra. Como resultado de los descubrimientos en física antes de la guerra y durante ella, el gobierno obtuvo una nueva arma  de destrucción  masiva: la bomba atómica.

Durante la guerra, Pauling trabajó en el campo de las investigaciones militares, aunque no participó directamente en el proyecto  para construir la bomba atómica. Como  muchos científicos progresistas,  justificaba su participación en las investigaciones de la máquina de guerra estadounidense con el argumento de que la máquina de guerra  alemana era un enemigo más peligroso de la humanidad.

Pero poco después de la guerra, a Pauling  le inquietó ver como  Washington usaba sus nuevas armas atómicas para intimidar el resto del mundo. A él y a otros científicos destacados les asustó la destructividad de las armas que su labor había creado.  Por eso y con la influencia de su esposa, Eva Helen Miller, una firme activista,  Pauling entró a la  vida política.

Durante los años 50, Pauling llegó a ser  un conocido oponente del macartismo: la reaccionaria  campaña anticomunista que lanzó la clase dominante con el fin de preparar al país para la nueva guerra mundial contra la Unión Soviética (que en ese entonces todavía era un país socialista).

Junto con otros científicos  progresistas, como Albert Einstein y Barry Commoner, Pauling advirtió de los peligros de las armas nucleares y estudió sus consecuencias sociales, médicas y ambientales.  Ayudó a forjar un movimiento internacional  de oposición a las pruebas  nucleares y al desarrollo de armas nucleares. Se negó a participar en la cruzada anticomunista contra la URSS (incluso cuando ciertos filósofos soviéticos criticaron su propio trabajo teórico).

A raíz de esas actividades, el gobierno lo acusó  de ser simpatizante del comunismo e intentó callarlo.  Sus inquisidores le exigieron que les entregara el nombre de los demás organizadores de una  campaña para recolectar firmas contra las armas nucleares. Se  negó a hacerlo diciendo: “mi conciencia no me permite protegerme  sacrificando  a esos jóvenes idealistas. ¡No lo haré!”

El gobierno le quitó su pasaporte para que no pudiera viajar al extranjero, aunque tuvo que reconocerlo nuevamente en 1954 cuando le dieron el Premio Nóbel. Hubiera sido un gran escándalo internacional prohibir a un destacado científico ir a Suecia a aceptarlo.

Los cagatintas de los medios de comunicación atacaban constantemente sus actividades contra las armas nucleares; afirmaban que los científicos no debían  meterse en política.  Años atrás, Pauling dijo lo que pensaba  de ese argumento: “he afirmado que los científicos tienen las mismas responsabilidades que los ciudadanos comunes y corrientes, pero que además tienen una responsabilidad por su conocimiento científico y de los problemas de la sociedad  en que impactan las ciencias... Año tras año me han dicho que quizá sepa mucho de química pero eso no quiere decir que entienda los asuntos mundiales o los problemas  económicos o sociales,  así que debo callarme. He contestado: primero, no voy a seguir sus consejos, pero segundo hay muchas otras personas, abogados y políticos, igual de ignorantes que yo en esas esferas, pero nadie les dice que se callen”.

En 1956 los seguidores del camino capitalista (dirigidos por Nikita Jruschov) tomaron el poder en la URSS y derrotaron el socialismo. A mediados de los años 60, los imperialistas yanquis  hicieron las paces con los nuevos zares, por el momento el peligro de una confrontación militar entre Estados Unidos y la URSS disminuyó y los nuevos gobernantes soviéticos exhortaron a los pueblos del mundo a parar sus luchas revolucionarias en nombre de la “paz”.

Durante ese período, la clase dominante estadounidense suspendió las pruebas nucleares en la superficie. Pauling recibió un segundo Premio Nóbel, esta vez el de la paz, por sus actividades contra las armas nucleares.

Pauling opinaba que con el desarrollo de las armas nucleares la guerra había pasado a ser un método anticuado de resolver los conflictos sociales. Este punto de vista pacifista lo compartían muchos activistas contra la guerra. Pero a diferencia de muchos otros, Pauling siempre excluía de su pacifismo las “guerras de liberación”. Al cumplir 90 años le preguntaron si la violencia se puede justificar en algún caso. Respondió que en algunos casos es necesario para que el pueblo se deshaga de sus opresores. Las luchas mundiales de liberación de los años 60 influenciaron mucho a Pauling y lo empujaron más a la izquierda. A su vez, él ejerció gran influencia en muchos investigadores y activistas jóvenes. Bajo la presión de sus colegas conservadores, renunció a su cargo en el instituto de Tecnología de California, donde trabajó  más de 35 años.

En 1968 Pauling habló de los partidos demócrata y republicano: “no pienso que los partidos, incluso si cambian...  puedan abolir el viejo sistema del que forman parte... Soy partidario de la no violencia. El problema es que el sistema es partidario de la violencia, la fuerza, el Napalm, el poder policial, los bombardeos aéreos, los B-52 y B-58, las armas nucleares, la guerra. Mientras el sistema siga siendo el factor determinante,  nuestra esperanza de que la revolución que viene sea no violenta no concuerda  con la  realidad.”

Junto con Eva Miller, Pauling se opuso activamente a la guerra de Vietnam, condenó al capitalismo y defendió el socialismo.

En medio de los tumultos políticos de fines de los años 60, empezó a investigar un campo científico  muy polémico: el uso de las vitaminas para curar las enfermedades.

EN BUSCA DE UN A MEDICINA PREVENTIVA POPULAR

A Pauling le interesaba la medicina ortomolecular, una rama de la medicina que aprovecha las sustancias químicas que se producen naturalmente en el cuerpo para proteger la salud y curar las enfermedades. Creía que esas sustancias, como por ejemplo las vitaminas, pueden fortalecer en gran medida el sistema de defensas del cuerpo.

Sus investigaciones se centraron en la  terapia de megavitaminas, o sea, tomar dosis de vitaminas muchas veces más grandes que  la dosis diaria mínima que recomendaban las autoridades médicas. Cuando Pauling y sus colegas publicaron los resultados de sus  investigaciones sobre el tratamiento de  enfermedades mentales con vitaminas en 1973, la Asociación Psiquiátrica Americana los atacó y calumnió. Afirmó que las terapias de megavitaminas no tenían  ningún valor y que sus  partidarios eran  impostores.

No es difícil  entender  por qué el método que adoptó Pauling  enfurecía tanto a las  autoridades médicas: en el capitalismo, la medicina es una empresa cuyo propósito es sacar  ganancias. La manufactura de las drogas, la cirugía y otros procedimientos de alta tecnología producen miles de millones  de dólares.  Pero Pauling  proponía   que muchas enfermedades se pueden prevenir y curar sin drogas ni costosas operaciones, cambiando la alimentación  y tomando vitaminas.  Sus ideas fueron un desafío a los intereses creados de la medicina capitalista y las ganancias de las poderosas corporaciones de productos médicos, pero han sido de beneficio para el pueblo.

PAULING Y LA VITAMINA C.

A raíz de sus estudios en el campo  de la medicina,  la farmacología y la evolución, Pauling centró  sus investigaciones en la vitamina C. Propuso que en el curso de su  desarrollo el cuerpo de ciertos animales, entre ellos los seres humanos, perdió la  capacidad de manufacturar vitamina C, así que necesita ingerir grandes dosis de esa sustancia.  Oficialmente el gobierno  recomienda ingerir entre 45 y 50 miligramos al día, lo suficiente para  impedir el escorbuto, una enfermedad que se debe a la falta   de vitamina C. Pero Pauling opinaba que se requiere una dosis mucho más grande (de 5 a 200 veces más, según el individuo) para proteger la salud física y mental.

Pauling citó varios estudios que indicaban que grandes dosis de vitamina C podían impedir el resfriado común o reducir  significativamente su duración y severidad.  Su libro  La Vitamina C y  el Resfriado,  que salió en 1970, llegó  a ser un best-seller y Pauling ganó fama por todas partes. El público compró grandes cantidades de vitamina C.

Las autoridades médicas y las compañías  de drogas atacaron sus investigaciones.  Dijeron que se había salido de su campo una vez más,  que “no era experto en nutrición”. (¡qué hipocresía, dado que debido a esas mismas autoridades pocas escuelas de medicina en Estados Unidos ofrecen cursos en nutrición!) Pauling respondió que esa hostilidad se debía en parte a la “falta de interés de las  compañías de drogas en  una sustancia natural que está a la venta a bajo precio y que no se puede patentar”.  Trabajando en el Instituto Linus Pauling en Menlo Park, California,  Pauling  expandió el campo de sus investigaciones del uso de la vitamina C y otras sustancias naturales. Sin grandes becas y a pesar  de las  calumnias oficiales, estudió la prevención y el tratamiento de muchas enfermedades del corazón y el cáncer.

Para los especialistas en medicina occidental, es difícil creer que una sustancia pueda fortalecer y regular los sistemas del cuerpo (como el sistema inmunológico) y contribuir de esa manera a la salud general y a la prevención de muchas enfermedades.  Pauling dijo: “es increíble que alguien sostenga que una sustancia es buena para la salud, no importa de que enfermedad uno sufre. Sin embargo existen muchas pruebas de que esa sustancia es la vitamina C”. En 1979, publicó un libro titulado El Cáncer y la Vitamina C, junto con Ewar Cameron. Decía que se necesitaban  nuevos tratamientos para el cáncer dado que los métodos convencionales solo curaban a uno de cada tres pacientes y que “un método práctico  para prevenir el cáncer... requiere abordarlo desde dos direcciones, o sea, reducir los agentes cancerígenos (los  productos químicos que causan cáncer) en el ambiente humano y adoptar medidas para hacer que la población  humana sea más resistente”.  Pauling y Cameron  afirmaron  que muchos experimentos controlados  con megadosis de vitamina C prolongaron la vida de los pacientes. Opinaban que la vitamina C puede retardar la difusión de las células cancerosas, fortaleciendo el cemento intercelular (el material que se encuentra entre las células) y el sistema inmunológico.

Varias autoridades médicas, como la prestigiosa Clínica Mayo, afirmaron que realizaron experimentos con vitamina C que refutaban las teorías de Pauling. Desde esa fecha esos estudios se han citado  ampliamente para ridiculizar las investigaciones de Pauling y la terapia de megavitaminas.

Pauling respondió a los experimentos de la Clínica Mayo señalando que utilizaron dosis demasiado bajas de la vitamina y pacientes cuyo sistema inmunológico estaba gravemente afectado por los tratamientos profesionales como la quimioterapia. Recomendó hacer más investigaciones.

Hasta la fecha,  las autoridades médicas  no han investigado de una manera sistemática  o imparcial la terapia de las megavitaminas, a pesar de que sus terapias para el resfriado, las enfermedades del corazón y el cáncer no son satisfactorias. Los medios de comunicación tratan la terapia de vitaminas como si fuera un fraude y una y otra vez han pintado a Pauling como un genio a quien se le “ablandó” el  cerebro con  la edad.

Pero a pesar de esa oposición, hoy miles son partidarios de la terapia de megavitaminas. Muchos usan la vitamina C para prevenir y curar el resfriado, y los trabajadores de la salud mental progresistas toman muy en serio otras sustancias nutritivas.

EL PARTIDARIO INCANSABLE

El capitalismo crea una enorme brecha entre las masas y la investigación científica. Aísla a los científicos de la vida de los oprimidos y canaliza sus investigaciones hacia las metas de aumentar las ganancias  y preparar la guerra, en vez de servir al pueblo. Linus Pauling trató de llenar la brecha y romper las cadenas que aceptan tantos científicos. Cuestionó los dogmas establecidos y los intereses creados. Corrió riesgos cuando las autoridades científicas rechazaron sus conclusiones, Pauling llevó  sus teorías directamente al pueblo, ya fuera el peligro de la guerra nuclear, la necesidad del cambio social o la terapia de megavitaminas. Aprovechó su posición de científico de renombre para decir la verdad, tal como la entendía, y para luchar en beneficio del pueblo.

Durante décadas Linus Pauling luchó para poner la ciencia, la salud y la medicina en las manos del pueblo y a su servicio. Condenó y atacó la naturaleza belicista de ese sistema capitalista. En nuestra lucha en pos de estas mismas tareas, la visión, el rigor científico, el valor y la compasión de Linus Pauling, nos inspiran.

1 Tomado del periódico Obrero Revolucionario, voz del PCR-EU.